"Al llegar aquí cada uno va por su cuenta"
El País, 02-09-2006Gloria trata de acogerse al arraigo para regularizar su situación y traerse a su hijo
Gloria Pardo, de 33 años, llegó hace seis procedente de Santa Cruz (Bolivia) y aún no ha logrado regularizar su situación. La mayor parte del tiempo lo ha dedicado a trabajar en el servicio doméstico y en el cuidado de personas desvalidas. Son los únicos empleos a los que ha tenido acceso, pese a haber sido reportera radiofónica y haber estudiado Relaciones Públicas en una universidad de su país. Separada y con un hijo de cinco años, fue testigo de cómo Bolivia se hundía en la miseria en pocos años. Sus compañeros y amigos se marcharon a Estados Unidos o Japón. Gloria no albergó la idea de emigrar hasta que murió su madre, con quien mantenía fuertes vínculos. La herencia familiar le sirvió como aval para pedir un crédito de 5.000 euros y pagar el billete y los trámites del viaje, un dinero que ha tardado dos años en devolver.
Asegura que llegó a España “como un barco a la deriva, sin conocer a nadie” y con tan sólo algunos contactos anotados en un papel. Al pisar Madrid tuvo su primer jarro de agua fría. En el aeropuerto la policía de aduanas la retuvo durante cinco horas y le radiografiaron el estómago para ver si transportaba drogas. Los primeros días, un compatriota que le facilitó un lugar donde dormir le insinuó que se dedicara a la prostitución. Se negó en redondo y decidió irse a Barcelona. En la calle de Pelai fue víctima de un robo y se quedó sin dinero. Por suerte, la acogió un amigo de L’Hospitalet al que había conocido a través de Internet. A cambio de un lugar donde dormir se encargaba de limpiar su casa. “Lloraba todos los días, estaba sola, sin mi hijo”, cuenta.
En su primera época en Barcelona y L’Hospitalet no había casi bolivianos. “La gente me preguntaba dónde estaba mi país”, comenta. La llegada de una de sus hermanas, a la que había buscado un trabajo previamente, la alivió. Es lo que ha ocurrido en los últimos años en L’Hospitalet: la instalación de los primeros bolivianos ha atraído a conocidos o familiares del mismo país y la comunidad ha crecido considerablemente. Con sorpresa, Gloria Pardo ha visto como las personas procedentes de su país se han multiplicado “al menos por 20”, mientras que la llegada de Evo Morales a la presidencia ha dado a conocer Bolivia. Sin embargo, se ha encontrado en más de una ocasión con el comentario: “¿Para qué venís, si ahora os quedáis con todo el gas?”.
La mala suerte ha impedido que haya obtenido los papeles de residencia: en el proceso de regularización de 2005 presentó la solicitud a través del bar en el que trabajaba, pero le fue denegada porque el empresario debía dinero a la Seguridad Social. Ahora intenta legalizar su situación amparándose en el arraigo, su única oportunidad para poder traer a su hijo. Aun así, explica que se puede vivir y trabajar perfectamente sin la documentación en regla.
Gloria trata ahora de crear una coordinadora de asociaciones de bolivianos que defienda los intereses de su comunidad. Es difícil porque sus compañeros se desentendieron enseguida del proyecto. En su país las personas acostumbran a apoyarse, pero “aquí es diferente. Al llegar, los bolivianos cambian y cada uno va por su cuenta”, lamenta. Ha restringido el grupo a 12 mujeres bolivianas, algo más implicadas, con profesiones como médica, maestra, abogada o fisioterapeuta. “Pero todas trabajamos en el servicio doméstico”, remacha.
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