Vulnerables, marginados y migrantes

La Vanguardia, , 28-04-2025

La cadena de televisión alemana RTL recientemente publicó un sondeo en el que el partido AfD obtendría la primera posición en unas federales con un 26% frente a un 25% de la hoy ganadora CDU. Se trataría del sorpasso autoritario en nuestra terminología. Sin entrar en el fondo y desde la prudencia, hay que recordar que los últimos sondeos en Alemania acertaron. Por tanto, lo anotamos y nos fijamos en ese 15% de electores de la CDU que estarían manifestando su malestar por el pacto con los socialdemócratas y se mostrarían dispuestos a engrosar las filas de los autoritarios de AfD, porque no se fían de la Groko. Así van las transferencias en la derecha teutona, exactamente igual que en España, de tradicional a autoritaria, aunque parte del Madrid DF no quiera verlo.

Un 26% de votos es lo que obtuvo, de hecho, Meloni en las elecciones italianas de 2022, en las que por su origen posfascista y sus amistades con Trump , Milei y Abascal la situamos como líder autoritaria, hoy en tránsito estratégico y muy lejos de los últimos grandes resultados históricos de la derecha italiana. Berlusconi en 2008 obtuvo el 37%. Sólo la Francia de Le Pen con esa intención de voto del 35% tiene un campamento base igual de esplendoroso.

La vieja CDU alemana de Merz y la nueva derecha italiana de Meloni, por tanto, tratan de funcionar como continuo histórico entre odres del viejo consenso liberal. Con ese catolicismo de fondo a la espera del nuevo Papa y con la inmigración en la UE como el vector que lo está poniendo todo patas arriba. La inmigración, los miedos a este fenómeno demográfico y social que están en la espina dorsal de los electorados autoritarios en continúa expansión. La inmigración como ADN que les permite la construcción de un liderazgo duro, autoritario, sin complejos, frente a los liderazgos democráticos.

Repasemos: de la Albania de Meloni, las nuevas políticas de asilo de Merz por el temor al futuro terror de las encuestas o El Salvador de Trump a la Lampedusa de Francisco . Ésta es la trinchera que explica en buena parte el crecimiento electoral de lo autoritario en las democracias occidentales y también la ralla entre lo autoritario y lo democrático, que es el terreno de juego que ordena hoy la industria política.

Como saben, el carolingio JD Vance fue el último mandatario que recibió el papa Francisco antes de morir. En aquella estancia flotaba la discusión sobre el ordo amoris a propósito de la inmigración y ese catolicismo a la carta o por círculos concéntricos que proclama el de Ohio frente a la universalidad de la Iglesia de Roma. Las crónicas nos cuentan también la última carga de profundidad del papa Francisco en el día de Pascua. “¡Cuánto desprecio se despierta a veces hacia los vulnerables, los marginados y los migrantes!”. Conviene parar el tiempo en este punto. Pues, sin duda, dentro de la Capilla Sixtina, con el cónclave para el nuevo Papa, sus eminencias lo tendrán en cuenta. Aquella discusión sobre el ordo a moris fue seminal. Y el aprecio a los vulnerables, los marginados y los migrantes son el testamento moral de nuestra época y un arma política cargada de futuro. El gran motor electoral de los demócratas frente a los autoritarios. El que garantiza un proyecto de vida.

Trump está deportando y –fíjense en el matiz– eso no es negociable, como sí lo son los aranceles al 20%. Las últimas palabras de Francisco, pues, son un faro institucional, político, económico, social y electoral. La inmigración, además de ingeniería social para con los electorados, se ha convertido en arma geopolítica de la guerra cognitiva antes de esa paz híbrida que llegará algún día. La inmigración es el factor principal de la lucha territorial.

La elección del Papa y su posición sobre la inmigración ordenará, pues, el mundo en los próximos meses. La inmigración será espina dorsal del final de la legislatura en este contexto bélico, como la plurinacionalidad y la amnistía lo fueron del inicio. Dejen que le dé una última vuelta: vulnerables, marginados y migrantes, así es como se sienten miles de jóvenes y muchos de nuestros mayores. Es mucho más que el eje de los olvidados, los descamisados y los desarraigados. Los españoles no quieren votar a quién pueden, sino a quién quieren. A la persona que sienten que necesitan para darles su lugar en el mundo.

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