Criticar y hacer lo mismo que Donald Trump
Público, , 24-04-2025Donald Trump acapara casi cada día las principales noticias de la información internacional. Y se cuela también, inevitablemente, por la puerta de atrás de los asuntos nacionales, con su guerra arancelaria y el ritmo que marca al resto de extremas derechas del planeta, fascinadas y postradas ante él. El presidente norteamericano encarna en muchos de estos análisis al villano perfecto y el modelo a seguir por sus homólogos. La representación de la crueldad y la banalidad del mal, de las que ya ha dado muestras evidentes los primeros meses. Parece que se regocije en el trono mientras el mundo mira con asombro y espera cuál será la siguiente ocurrencia del magnate, que siempre sorprende por su arrogancia y su vileza.
Cada día hay alguna noticia sobre el arresto y la deportación de varias personas, trabajadores, científicos o estudiantes, algunas de ellas enviadas directamente a un penal de El Salvador. También de europeos, blancos, turistas, que son expulsados del país tras pasar unos días detenidos nada más aterrizar. Cualquiera corre el riesgo de ser tratado como históricamente lo han sido y lo siguen siendo quienes cruzan la frontera sur a través del desierto o del Río Bravo. Los Estados Unidos empiezan a ser ya un destino a evitar para cualquier turista europeo con algo mínimamente discrepante en sus aparatos electrónicos. Cualquier discrepancia con su presidente, con Israel o con cualquiera de los mantras que repite constantemente la extrema derecha puede ser motivo de arresto y expulsión.
La guerra iniciada contra las universidades, hasta contra las más elitistas, porque las considera demasiado ‘woke’, o contra medios y periodistas que no le bailan el agua está causando un revuelo importante entre quienes se creyeron siempre a salvo de lo que su país y sus mandatarios hacían con otros, con los más vulnerables. Y eso es lo que está indignando, que ya nadie se siente a salvo si discrepa. Sin embargo, resulta necesario apuntar que todo esto ya venía sucediendo antes de que aterrizara Trump, solo que hasta ahora no salpicaba ni indignaba demasiado. Nos equivocamos si pensamos que Trump inaugura algo. Nada de lo que está aplicando el mandatario es de cosecha propia ni se testa por primera vez.
Trump no es ninguna anomalía en este mundo, ni un fallo en el sistema que, por una serie de circunstancias singulares e irrepetibles, ha llegado de carambola a gobernar el país que todavía marca el ritmo de gran parte del mundo. Trump no es más que un síntoma de nuestros tiempos, que ha encontrado un camino asfaltado por el que transitar, gracias al trabajo previo de otros. Hoy leemos con estupor algunas de las medidas que aplica y que exhibe con orgullo, haciendo gala de su determinación inmisericorde y de su capacidad para hacer tambalear el suelo que pisan quienes no lo creyeron capaz. Pero el macartismo no lo inventó él. Tampoco la guerra contra los estudiantes progresistas, ni la islamofobia, ni el racismo que supura eternamente el país de Jim Crow.
Para empezar a diagnosticar el daño que está haciendo y puede llegar a hacer con su presidencia, deberíamos preguntarnos el daño que ya estaba hecho de antes. En qué han contribuido sus sucesores y contribuyen hoy quienes se supone que están lejos de las coordenadas ideológicas de Trump y sus homólogos neofascistas.
Si Trump se jacta de querer construir un resort en Gaza es porque antes Joe Biden y quienes le precedieron, armaron a Israel para que la arrasase, y garantizaron durante décadas su arsenal bélico y su impunidad. Si hoy Trump amenaza con enviar a Guantánamo a migrantes y disidentes es porque alguien antes ya construyó allí un campo de concentración donde se torturaba y se recluía a la gente sin juicio previo. Por eso sabemos lo que es Guantánamo. No lo ha inventado Trump. Y si hoy se atreve a sugerir que puede tomar Groenlandia o Panamá, es porque antes, otros presidentes tomaron Iraq, Afganistán y media América Latina mediante sus invasiones y dictadores títeres.
Trump puede funcionar a corto plazo como espantajo, como está funcionando en cierta medida el auge de la extrema derecha en Europa usado como advertencia por los conservadores y socialdemócratas para atraer el voto del miedo. Pero ellos son también responsables de haber llevado a sus respectivos países al borde del abismo, de haber anidado esas larvas neofascistas. Los centros de detención de personas migrantes donde acaban muchos de los arrestados por la policía en los Estados Unidos no tienen nada que envidiar a nuestros CIEs. Tampoco los motivos de los arrestos, ni la opacidad que lo envuelve todo. Aquí muchas personas son detenidas y deportadas igual que allí, por no tener los papeles en regla, por denunciar malos tratos, aunque hayan cursado una solicitud de asilo, hayan puesto una denuncia o su vida corra un claro riesgo. De hecho, hace pocas semanas, la UE aprobó acelerar los procesos de deportación, con el aplauso y la medalla correspondiente para la extrema derecha.
Vemos con horror los arrestos y las deportaciones en Estados Unidos, y nos olvidamos de nuestros CIEs, de la valla de Melilla, de la fosa común que es hoy el Mediterráneo, o de cómo pagamos a terceros países para que secuestren y abandonen en el desierto a quienes tratan de llegar a Europa. Sí, esto es lo que hoy hace la Unión Europea, la misma que pretende marcar distancias éticas y morales con Donald Trump. La misma que, mientras sigue armando a Israel y persiguiendo la solidaridad con Palestina, ha garantizado impunidad a cualquier atrocidad y a su máximo responsable, Benjamín Netanyahu, con orden de arresto de la Corte Penal Internacional. Alemania ya ha arrestado y deportado a varios estudiantes por manifestarse contra el genocidio en Gaza. Francia disuelve organizaciones solidarias con Palestina y en España, se juzga ya a varios activistas y periodistas por delito de odio por criticar y denunciar los crímenes de Israel. ¿Qué lección pretende dar Europa frente a Trump cuando ya estamos aplicando muchas de sus recetas? ¿De qué se sorprende hoy el mundo con este nuevo presidente, si tan solo viene a continuar el trabajo que otros empezaron?
Hoy Europa se esfuerza por escenificar una supuesta alternativa a los desmanes del amigo americano, sin explicar claramente el rumbo que pretende tomar ni el estado de las bases y acuerdos militares con EE.UU, ni sus compromisos con la legalidad internacional. Y aprovecha así para colarnos todavía más inseguridad y más miedo, la vaselina que siempre lubrica el incremento del gasto militar o los giros autoritarios. Nada de lo que pueda salir de ahí pinta bien, con una Unión cada vez más tomada por los homólogos de Trump, y una supuesta oposición cada vez más asimilada y postrada ante sus demandas. Estamos al inicio de un nuevo ciclo, del que no sabemos ni lo que durará ni hacia donde nos llevará. Pero de lo que no cabe duda es que aplicar las mismas recetas que criticas de Trump, aunque lo hagas envuelto de buenas palabras y disfraces de colorines, no te deja en buen lugar. Y no nos da ninguna confianza de que haya intención de parar esta deriva global hacia un mundo cada vez peor.
Miquel Ramos
Periodista
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