'Quiet life': la dura verdad sobre la inmigración que Hollywood prefiere ignorar

La lucha por sobrevivir en un sistema que lo niega todo.

Público, , 09-04-2025

Quiet Life (2024), dirigida por Alexandros Avranas, es un ejercicio de cine inquietante y profundamente angustiante que se adentra en las consecuencias devastadoras de la inmigración forzada y el indiferente proceso burocrático que amenaza con despojar de esperanza a aquellos que buscan refugio. En su centro, encontramos a una familia rusa que huye de su país, buscando asilo en Suecia, solo para enfrentar una negación que desencadena una espiral de desesperación, que se manifiesta en una perturbadora condición conocida como “síndrome de la resignación infantil”.

El estilo de Avranas, minimalista y frío, recuerda a las obras de Michael Haneke. Con su meticulosa puesta en escena, la película explora una tensión palpable que aplasta al espectador bajo el peso de una burocracia insensible y la opresión emocional que sufren los personajes. Las tomas simétricas y estáticas sumergen a la audiencia en una atmósfera claustrofóbica, que refleja la lucha interna de los protagonistas, especialmente de las dos hijas, atrapadas en una especie de coma existencial, como si sus cuerpos estuvieran rechazando la vida misma ante la desesperanza.

Quiet Life es una crítica feroz a la indiferencia sistémica, pero también una meditación sobre la resistencia humana en circunstancias extremas

Las actuaciones de Chulpan Khamatova y Grigoriy Dobrygin son sobresalientes. Khamatova, en particular, transmite la tristeza silente y la impotencia de una madre atrapada entre el deseo de salvar a su familia y la desoladora realidad de no poder hacerlo. Dobrygin, por su parte, da vida a un padre cuya culpa y miedo se filtran en cada gesto, convirtiendo su presencia en una constante tensión emocional.

‘La furia’: cuando la venganza no es una opción, solo queda sobrevivir
Avranas no ofrece respuestas fáciles. La película se despliega con una cadencia lenta y deliberada, lo que puede desconcertar a algunos espectadores, pero este ritmo parece esencial para construir la atmósfera de angustia y desesperación. La escasa música y los encuadres fríos refuerzan la sensación de vacío y desolación, mientras que las interacciones con la burocracia, tanto sanitaria como migratoria, subrayan la indiferencia del sistema ante el sufrimiento humano. En este sentido, Quiet Life no solo cuestiona la política de inmigración, sino también la humanidad de un sistema que convierte a los individuos en meras cifras.

Es una obra que obliga a reflexionar sobre los costos humanos de las políticas migratorias y el sufrimiento invisible que muchas veces pasa desapercibido, tanto en la pantalla como en el mundo real

Quiet Life es una crítica feroz a la indiferencia sistémica, pero también una meditación sobre la resistencia humana en circunstancias extremas. Es una obra que obliga a reflexionar sobre los costos humanos de las políticas migratorias y el sufrimiento invisible que muchas veces pasa desapercibido, tanto en la pantalla como en el mundo real.

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