Construir o destruir
Público, , 08-04-2025No existen los derechos si no son para todas las personas. Cuando un derecho se hace exclusivo de un grupo y pierde su universalidad, inicia un proceso de degradación irreversible para pasar a convertirse en un privilegio. Las sociedades desiguales son decadentes.
-Estaba oyendo Radio 3 y todo el mundo habla de lo mismo.
-¿De qué?
- De la necesidad de volver a la comunidad no virtual, de la importancia de crear lazos afectivos a través de comunidades físicas con las que compartir experiencias.
-Ah, como nosotras.
-Sí, como nosotras.
Todo el mundo habla de cómo sobrevivir en el espacio desazonante del odio. Ya se empieza a aceptar que el odio no se quita con más odio y que sus marcos no se destruyen desde dentro. Al odio solo lo matas con amor, amor como un acto político, amor que construye comunidades que entienden la interdependencia que existe entre las personas y que aceptan que solo desde el bienestar colectivo se puede conseguir el bienestar individual.
Esto en otros términos aparece reflejado en el informe que el pasado 27 de marzo publicó el Instituto Bruegel. En él, se estima que en el año 2050 la población de la Unión Europea habrá decrecido para ser menor que la actual. Esto sucederá incluso teniendo en cuenta que la inmigración compensará parte del decrecimiento natural. Ese año más del 6% de la población europea será mayor de 85 años, doblando el porcentaje actual. Pero, y aquí viene lo relevante para este artículo, este dato no se expresa de manera uniforme en la UE. Hay países que sufrirán los estragos del invierno demográfico con más fuerza que otros. Para los del sur, entre los que se cuenta España, hablamos de pasar del 6% de población mayor de 85 años que tenemos ahora, al 18,5 % en 2070. El norte y el occidente europeos, que tienen mayor riqueza, atraerán migrantes pero también tendrán más hijos, gracias a la seguridad económica y social, y así podrán contrarrestar mejor esta situación. Los países del sur y del este de Europa lo llevaremos peor. Aun así, el estudio estima que España tendrá un mejor pronóstico gracias a su mejora económica y a la contención de su caída demográfica, derivadas ambas de su gestión migratoria. Es decir que, Bruegel advierte, no se trata solo de meter gente nueva en los países que se están despoblando, sino de hacerlo en un espacio de igualdad y de comunidad que permita el crecimiento conjunto de la sociedad con un Estado del bienestar equitativo. De lo contrario, las consecuencias serán la fuga de talento y fuerza laboral a países más igualitarios. La igualdad, la libertad y la fraternidad universales son indispensables para generar bienestar.
Mientras los pronósticos económicos y sociales no dejan lugar a dudas de que es indispensable reformular nuestro sistema socioeconómico, los electrones libres del odio siguen por ahí haciendo exactamente todo lo contrario y alentando a las poblaciones a ir en contra de sus propios intereses. En realidad, lo que tendríamos que estudiar es cómo conseguimos agilizar la llegada e integración de personas migrantes y cómo deberíamos ajustar el sistema de seguros sociales para mejorar las condiciones de vida y el desarrollo de las personas más jóvenes. Sin embargo, los agentes del odio se dedican a boicotear todas nuestras opciones de tener un futuro mejor. Y lo hacen con una sofisticación histórica y una brutalidad ya recurrente en estos dos últimos siglos. Es sibilino cargarse discretamente el sistema público de educación o la sanidad pública, privatizándolo o ahogándolo económicamente poco a poco, de modo que no se note, hasta que colapse. Es perverso convertir la vivienda en un bien de mercado despojando sobre todo a la gente joven de su derecho a tener un sitio digno donde vivir, y luego vender que el problema son los okupas. Y, es brutal la forma en la que muestran desprecio por los sistemas democráticos, por la verdad y por la responsabilidad, navegando con una impunidad digna de líderes de una dictadura. Y todo esto generando siempre un ruido a veces ensordecedor.
Hace un par de semanas, superando el ruido, se llegó por fin a un acuerdo sobre la distribución de los jóvenes tutelados que se encuentran varados en Canarias. Los jóvenes que vienen solos a nuestro a país son en su totalidad unos valientes, unos héroes, como me explica Ismail El Majdoubi, fundador de la organización Exmenas. Ser capaces de llegar hasta nuestro país en condiciones imposibles es realmente épico. Seguramente esta es una de las razones por las que tienen unas tasas increíbles de estudio e inserción laboral. Otro de los motivos es el maravilloso trabajo que hacen muchas organizaciones pequeñas de acogida y acogida familiar que consiguen ofrecer a estos chavales una comunidad, además de formación y recursos. Los casos de éxito en acogida familiar de extutelados son extremadamente inspiradores, porque ahí radica parte de la solución de todo: la comunidad construye de forma orgánica, sólida y armónica. Necesitamos a una juventud fuerte y diversa y en lugar de ver todo lo que está sucediendo como una oportunidad, el debate público tóxico nos hace verlo como una amenaza. No hace falta que todas seamos amigas, solo hace falta que todas nos respetemos y entendamos la importancia de vivir libre, justa y equitativamente.
Últimamente soy como una profeta y voy de charla en charla y de vídeo en vídeo hablando del cambio de marco narrativo. Y me sale recurrentemente la pregunta de cómo hacer para cambiar el marco en el que se encuentra la juventud. Respondo lo mismo que dije arriba: la juventud necesita comunidad, como la necesitamos todas. La juventud necesita espacios propios, además de los deportivos o del botellón y necesita un marco comunitario amplio en el que apoyarse. Antes las familias eran numerosas y se vivía en vecindad. Ahora cada vez hay más hijos únicos en familias monoparentales o separadas, en las que los dos progenitores trabajan mucho.
En uno de mis bolos, mi amiga Mónica G. comentaba que hemos entendido que el cuidado se limita a momentos muy concretos de nuestra vida –nacimiento y muerte concretamente–. Sin embargo, no es así: el cuidado es siempre. Necesitamos cuidar y ser cuidados a lo largo de toda nuestra vida. Amén.
Volviendo a la comunidad, esta se puede generar a través del odio, es decir, te unes con personas que odian lo mismo que tu. Ahora bien, el odio destruye. Y las comunidades basadas en el odio a otro tienen que ir ampliando el rango de otredad según van creando tierra quemada. Contaba un periodista Manuel Chaves Nogales cómo el odio de los nazis se había ido construyendo capa a capa, empezando por los negros franceses, pasando por los gitanos para finalmente acabar en los judíos. Y después del exterminio solo quedaba la destrucción total. Quienes crean que el odio que envían a su entorno no les alcanzará nunca están muy equivocados. En el caso de la juventud se ve perfectamente: los llamados MENAS han venido a ocupar un espacio que antes tuvieron otras juventudes; la juventud latina en los 90 y 2000, la adicta a la heroína en los 80, los punks en los 70, los hippies en los 60, etc.
Así que efectivamente todo el mundo habla de lo mismo porque se trata de una cuestión de supervivencia. Tenemos que desarrollar comunidades basadas en el amor, que construyan, poderosas, un nuevo modelo vital universal que responda realmente a nuestras necesidades humanas más esenciales, que no tienen nada que ver con el dinero y sí mucho que ver con el afecto y el cuidado.
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