Lamine y Oumar ya sonríen
La Vanguardia, , 24-03-2025Dos jóvenes periodistas en prácticas de La Vanguardia , Álvaro Herrero y Arnau Ruiz, levantaron la pasada semana una noticia que mereció los honores de la portada de papel. En ella narraban las vicisitudes de otros dos jóvenes como ellos, Oumar Kujabi y Lamine Dampha, que habían iniciado un largo periplo desde Gambia hasta España para intentar buscar trabajo en el primer mundo. Llegaron en patera a las costas del sur de Tenerife hace más de un año y después de estar recluidos en un centro de menores en La Orotava, un día los subieron a un avión y los dejaron tirados en Barcelona. Sin contactos, sin dinero y sin ninguna referencia clara, acabaron en la parroquia de Santa Anna en Ciutat Vella y su rector, Peio Sánchez, intercedió por su situación. Hoy publicamos, y podemos felicitarnos por ello, que, al hacernos eco de la noticia, el Ayuntamiento de Barcelona los ha acogido y ahora trata de agilizar su documentación para que puedan trabajar y estar legalizados en la ciudad.
A veces, a partir de pequeñas historias humanas como esta se puede entender mejor las dificultades de un problema tan complejo como el que tiene hoy España con la inmigración. Si el rector de Santa Anna no los hubiera acogido o hubiera informado de su situación, Oumar y Lamine tendrían muchas dificultades para asegurarse un mínimo futuro en nuestro país.
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Lamine y Oumar. Àlex Garcia / Propias
En la misma semana que hemos conocido su situación, los partidos políticos se han enzarzado en una agria discusión sobre el reparto de los menores migrantes por España. El acuerdo suscrito entre el Gobierno y Junts ha propiciado toda clase de reacciones en contra y un partido como Vox ha asegurado que estamos ante “un pacto criminal” que disparará “la inseguridad en las calles”. La paradoja es que, esta misma semana también, el Idescat daba a conocer un informe que señalaba que la Catalunya del 2035 tendrá un 10% menos de niños y un 30% más de octogenarios. Solo la inmigración puede equilibrar estas cifras. Vale la pena abandonar ciertos dogmas y plantearse en serio el debate de la inmigración. Lamine y Oumar son una excepción, que hoy ya pueden sonreír. Ante la imagen egoísta que mostramos como sociedad, a otros muchos nos cogen ganas de llorar.
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