Europa empieza en Canarias

La Voz de Galicia, 31-08-2006

LOS CANARIOS prehispánicos aún hoy intrigan a los estudiosos por su renuncia a la navegación a pesar de vivir en un archipiélago tan cercano a las costas africanas. Parece que vivieron hasta el siglo XIV de espaldas al mundo (África incluida). A partir de ese momento experimentados navegantes europeos (italianos, portugueses, españoles…), aupados en los descendientes vientos alisios, se encontraron con las islas. Aquel pueblo guanche fue objeto de una conquista larga (1480 – 1496) y laboriosa en la que exterminio y esclavitud no estuvieron ausentes.


En la larga época de la navegación a vela hacia el Nuevo Mundo, las Canarias eran paso obligado de la ruta de ida, como lo serían las Azores para la de retorno. Los vientos mandaban. Y África seguía sin existir para los nuevos pobladores de las islas, que lo eran por raíces españolas y por intereses americanos.


En las últimas décadas una nueva y paulatinamente más barata navegación – la aérea – supuso un impulso a los atributos climáticos y paisajísticos de estas islas. De ruta de paso a destino turístico. Y de nuevo al servicio de Europa: porque a los escasos dos millones de residentes se añaden cada año casi cuatro millones de turistas ingleses, tres millones de alemanes, un millón de los países nórdicos y otros dos millones del resto de Europa. Del resto del mundo apenas son cien mil. No hay duda: hoy Europa empieza en las Canarias.


Y África sigue ausente a pesar de su cercanía geográfica, de su gigantesca marea demográfica desprovista de los más elementales derechos humanos (civiles, de salud, de alimentación, de natalidad). Porque de los 31 países de máxima prioridad del mundo, según Naciones Unidas, 25 están muy cerca de las islas, en el África subsahariana. Y a diferencia de la crisis de la verja o de las pateras, no hay en la de los cayucos un pasillo protector que atravesar de países menos calamitosos (Marruecos, Argelia, Libia, Túnez…).


Así que tenemos un problema de alcance europeo y de dimensión gigantesca. Podemos – y debemos desde España – hacer que pasen a primer plano Frontex (Agencia Europea para la gestión de las Fronteras Exteriores), Europol, CEPOL, OLAF… y todo tipo de organismos europeos de ayuda humanitaria para auxiliar las necesidades de una región ultraperiférica de la Unión.


Pero el mal de fondo es distinto a evitar que salgan, que lleguen, que se acomoden. Es la gigantesca brecha de expectativas de vida y de dignidad. Por eso en esta columna a comienzos de año propuse como metáfora que España apadrinase un país con cargo a los ingresos fiscales de Loterías del Estado. Llegaría para duplicar la renta de once millones de nigerianos. ¿Me equivoco al pensar que para empezar podrían aparecer una docena de Estados – padrino en la opulenta Unión Europea que tanto disfruta en las islas afortunadas?

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