¿El sueño americano? EE. UU., un país de emigrantes que ahora los rechaza

Vejados en momentos críticos de la historia del país y denostados hoy por el inquilino de la Casa Blanca, los inmigrantes fueron la savia que nutrió y enriqueció a la joven nación americana

La Vanguardia, , 18-03-2025

Las invectivas de Donald Trump contra los extranjeros en EE.UU. no son nuevas. Acosados por su religión, su raza o su nacionalidad, la vivencia real de los inmigrantes ha desmentido, a menudo, la bienvenida de la Estatua de la Libertad, pese a que, sin ellos, el país no habría alcanzado esas cotas de prosperidad.

En todo esto y mucho más profundizamos en el número de abril de la revista Historia y Vida, del que te adelantamos el editorial de nuestra directora, Isabel Margarit, seguido del sumario de los contenidos del mes.

EL EDITORIAL
En la escena inicial de El brutalista, la premiada película de Brady Corbet, Adrien Brody, que encarna a un arquitecto judío de origen húngaro, se abre paso entre la multitud para alcanzar la cubierta de un barco cargado de inmigrantes. De pronto, divisa la Estatua de la Libertad… invertida. Brillante recurso visual para cuestionar el sueño americano.

Desde el primer asentamiento británico en el siglo XVII, germen de lo que acabaría siendo Estados Unidos, la inmigración ha constituido un fenómeno intrínseco a la construcción del país. Los migrantes, procedentes de todos los confines, llegaban huyendo de la pobreza o la persecución en busca de un futuro mejor.

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Ayer igual que hoy, la integración siempre ha planteado problemas. En un primer momento, los católicos irlandeses levantaron ampollas entre una población mayoritariamente protestante. Luego serían los prejuicios raciales. Italianos, chinos o japoneses estarían en el punto de mira de grupos radicales emergentes. Poco tenían en cuenta las palabras de Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores: “Producir población rápidamente importando a tantos extranjeros como sea posible”.

De aquel punto de partida se pasó a un sistema de cuotas, en los años veinte, que establecía topes de inmigración en función de la nación de origen. A partir de 1965 se impuso un nuevo modelo migratorio menos restrictivo, un modelo que ha entrado en colisión con la administración Trump. Prohibir la emigración “en cadena” es uno de los dictados de su hoja de ruta, que amenaza con levantar muros y alentar las deportaciones masivas. O lo que es lo mismo, la cara B de un país donde no todos reconocen las manos y las mentes que cruzaron sus fronteras y contribuyeron a diseñar su historia.

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