Parece mentira que el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús
Caldera, estuviera ausente «por vacaciones» durante los días de grave
crisis por la masiva llegada de inmigrantes desde África a Canarias,
aunque aún es más impresentable que excusase ayer su inhibición en que la
secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, lo había suplido
«estando íntegramente a diario atendiendo la situación». Si ante momentos
especiales como aquellos sirve la dedicación de su segunda, el presidente
del Gobierno debería suprimir la cartera de Caldera. Con una Secretaría de
Estado, basta. De paso, le facilitará la labor a su colega de Medio
Ambiente, Cristina Narbona, en su tarea de suprimir vehículos en
circulación, aunque en este caso se trate de un coche oficial y no de los
funcionarios a los que les ha invitado a aprovechar al máximo los turismos
introduciéndose de cuatro en cuatro.
   El ministro realizó estás
incomprensibles declaraciones al informar sobre la conducta de las
Comunidades Autónomas en la recepción de inmigrantes, cuestión en la que
el Gobierno valenciano ha demostrado estar a la cabeza de la solidaridad
al ocupar el primer lugar en la oferta de plazas de acogida.
   Ante
esta demostración, precisamente el día Internacional de la Solidaridad,
tiene toda la razón la consellera Alicia de Miguel al exigir al Gobierno
central sensibilidad y diálogo porque la humanidad valenciana ya ha
saturado los centros existentes en nuestra Comunitat.
   Después de
estos datos no sé qué cara se le habrá puesto a los dirigentes de los
partidos de la oposición, PSPV y EU, cuando acusan al Consell de fomentar
la xenofobia con sus críticas cuando la realidad indica todo lo contrario.
Esas imputaciones las tendrán que dirigir ahora a Gobiernos regidos por
sus partidos.