La izquierda española y la casa de Ned Flanders

Público, Pablo Batalla, 14-03-2025

¿Está bien delegar a la Generalitat catalana competencias de inmigración? Es un debate que hay que tener. Pero la posición que en él se sostenga no debiera depender de la ideología del grupo parlamentario que lo pida y a quien se le conceda. Podemos agita la indignación de izquierdas contra esta concesión a los «racistas» de Junts, un partido de derechas, del que ciertamente es de preocupar la competición que mantiene por un mismo sector del electorado con la ultraderechista y pujante Aliança Catalana, y lo que ello pueda llevarle a adoptar un discurso antiinmigratorio semejante al del posmofascismo. Pero las competencias concedidas no las gestionarán ellos, al menos de momento, sino el PSC de Salvador Illa. Y uno se pregunta si Podemos considera que, hasta ahora, podíamos estar muy tranquilos en esta materia, con la gestión de las vallas y los CIEs en manos de Marlaska, o antes de Jorge Fernández Díaz. O si el «racismo» de quienes han detentado el poder en Cataluña durante la mayor parte del presente período democrático no hace igual de preocupantes otras descentralizaciones contra las que a Podemos nunca se le ocurriría clamar: si es terrible colocar las competencias de inmigración en manos de xenófobos, ¿no lo será también haberles cedido las de educación, sanidad, etcétera? ¿No debe Podemos, para ser coherente consigo mismo, volverse una formación estricta, explícitamente jacobina, centralista?

Fuera de grupúsculos anecdóticos, la izquierda española se declara plurinacional y se ha declarado siempre federalista; a veces, incluso confederalista. Pero las organizaciones que invocan esas palabras-fetiche y las envuelven en una poesía de la diversidad cultural de España también se han caracterizado por el poco esfuerzo puesto en traducir los lemas a otra cosa que la poesía; en armar y trasladar a la sociedad una propuesta jurídica concreta; un plan detallado en torno a la arquitectura del Estado español, delimitando de manera clara qué competencias habrían de corresponder al poder central y cuáles a las autonomías o naciones federadas. Se ha funcionado, en este como en tantos temas, a base de oportunismo; la casa se ha construido sin planos, a impulsos de improvisada resolución de coyunturas atendidas sin echar un vistazo a la estampa general que iba componiéndose como un disforme batiburrillo, como un cadáver exquisito. Y esa falta de mirada larga y proyecto, en tiempos como estos en los que todo lo sólido se desvanece en el aire, nadie sabe cómo amanecerá el mundo mañana y el que no corre vuela, solo puede metastatizar.

El problema de las casas construidas sin plano es que solo pueden acabar viniéndose abajo, como aquella que los buenos vecinos de Springfield construyen con amor y voluntarismo a Ned Flanders cuando el suyo se viene abajo por un huracán, con el váter en la cocina y posters que no pueden retirarse porque son posters de carga. La política en corto consigue pan hoy a costa de pasar hambre mañana. Precisamente por su inestabilidad, los tiempos que corren también se caracterizan por un agudo anhelo de certezas, pero no las encontramos en esa izquierda renuente a detenerse a adoptar una cosmovisión definida, estable y coherente; y en la que triunfa, en cambio, la ocurrencia diaria con un ojo puesto en los sondeos y el flujo antojadizo de los likes y los suscriptores.

Los números nos dicen que este de los repentes, las ventoleras y el pillado de olas no está siendo un camino hacia el éxito, si ciframos el éxito en obtener buenos resultados en unas elecciones. Otra cosa es si lo ciframos en la prosperidad privada de un puñado de empresarios del izquierdismo. En ese caso, sí: hay gente que está teniendo un éxito pistonudo.

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