Las madres de mayo y la motosierra
Público, , 14-03-2025Venir a Buenos Aires, tras 12 horas de vuelo y 11.500 km, para charlar con Carmen Arias y Pina de Fiori, Madres de la Plaza de Mayo, ha merecido la pena.
Son las dos últimas supervivientes y cabecillas que llevan ya 47 años – se dice pronto, y eso que tres de ellas fueron secuestradas y asesinadas al inicio de las marchas – manifestándose frente a la Casa Rosada, sede del gobierno argentino, denunciando la desaparición y el asesinato de sus hijos, nietos o hermanos por la dictadura militar. Crímenes que, finalmente y tras muchos avatares de perdones e indultos, quedaron impunes ante su dolor e impotencia.
El método generalizado, si no morían al ser torturados, era lanzarlos al mar desde un avión a 8.000 m. de altura (“Los vuelos de la muerte”). Robar los bebés, repartírselos y matar a sus madres. Su símbolo es un pañuelo blanco que se ve pintado por muros y suelos de toda Argentina, y su lema: “NI UN PASO ATRÁS. NUESTRA LUCHA NO TIENE FECHA DE VENCIMIENTO”.
En mi conversación, absolutamente emocionado, les he dicho que en estos tiempos de confusión, conformismo, manipulación y apatía, donde el pueblo vota a sus propios verdugos, ellas son un referente para toda la humanidad. Un ejemplo de compromiso y rebeldía contra los sátrapas y la injusticia: – Se nos fue Mandela, pronto se nos irá Mujica… pero nos quedáis vosotras. Sois la demostración de que hay esperanza y alternativa.
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La dulzura beatífica de sus rostros, su paz interior, la mirada cargada de honestidad, son justamente la antítesis de los aullidos, los insultos, la estridencia, el miedo y la violencia que transmite su presidente Milei. Las antípodas. Incluso me atrevo a decir que, si hubiera que elegir un símbolo de la degeneración de la especie humana en este siglo XXI, sería la imagen de Milei con una motosierra en las manos, dando gritos y saltos. Un personaje estrambótico, grotesco, que causaría risa, si no fuera el presidente de Argentina y en sus manos de motosierra estuviera el destino de 47 millones de personas. Entonces la risa, se convierte en estupor. Estupor al escuchar cómo insulta a su compatriota el Papa Francisco, diciendo que es “El representante del maligno en la tierra”. Al presidente Pedro Sánchez: “Un incompetente, un mentiroso y un cobarde”, siendo la economía española la que más crece de Europa. Gritos provocadores para salir a la caza de los que no piensan como él, amenazando con “Ir a buscar al último rincón a los zurdos hijos de puta”, que son “Ratas, excrementos humanos, zurdos de mierda”, “Nido de ratas”, “Hijos de remil putas”. ¿Les suena este lenguaje, les recuerda a alguien?
Cruzando todas las líneas del despropósito al acusar a las parejas gays que adoptan hijos de “pedófilos”, en su reciente discurso en Davos. También a los inmigrantes , a los que calificó como una “horda que abusa, viola o mata”.
Hay imágenes icónicas que representan una época y que tenemos grabadas en la memoria por su extraordinaria carga significativa: El cuadro de Delacroix “La libertad guiando al pueblo”, el Guernica, la niña que corre desnuda abrasada por el napalm en Vietnam, el retrato del Che Guevara, la de Roberto Capa “Muerte de un miliciano” sobre nuestra Guerra Civil, el estudiante chino haciendo frente a los tanques en la plaza de Tiananmen, “La ejecución de Saigon” donde un coronel dispara su pistola en la sien de un hombre, las espeluznantes fotos del holocausto nazi, “La muerte de Aylan”, el pequeño refugiado de un año, que apareció ahogado, vestido y boca abajo, en una playa de Turquía, Einstein con su lengua fuera, la caída del Muro de Berlín, Amstrong pisando la Luna, las madres de Gaza con sus hijos amortajados en brazos.
Todas ellas, por dolorosas que sean algunas, han ayudado a crear conciencia para el avance de nuestra civilización. Sin embargo hoy, triste y paradójicamente, la imagen que nos avergüenza como seres humanos es la de un individuo blandiendo una motosierra para desguazar el Estado. ¡Qué pena! ¡El nuevo símbolo de la barbarie! Lo ha expresado así: “Soy el que destruye el Estado desde dentro”. ¿El Estado de derecho? ¿El Estado de bienestar? ¿El democrático? ¿Qué Estado? Incluso, le hace entrega del peligroso y estridente artefacto a Elon Musk en un espectáculo delirante en Washington, donde algún conferenciante (Steve Bannon) hace con su brazo en alto, como ya hiciera Musk recientemente, el saludo nazi. Luego se quejará de que se hundan las acciones de Tesla. Por mí, ojalá se arruine.
Es como si todas esas imágenes icónicas, citadas anteriormente, que a lo largo de estas últimas décadas o siglos nos han ido conformando como sociedad, ahormando nuestra identidad con derechos y deberes, mejorando nuestros sistemas democráticos, sus controles y su protección contra los ataques de los poderes económicos que todo lo pervierten, hubieran sido arrancadas de cuajo, cercenadas y tiradas al estercolero de la historia, por unos descerebrados.
La motosierra es, precisamente, para eso: para cargarse el sistema que tanto nos costó crear y que a ellos ya no les vale. Dinamitarlo desde dentro arrasando con todo. A eso ha venido esta gente. Y lo hacen en nombre de la Libertad. Con la boca llena de Libertad. Como si se hubieran tragado una caja entera de polvorones. La Libertad de Musk para acabar con los controles sobre sus negocios multimillonarios. La de Isabel Díaz Ayuso, que desemboca en que su hermano y su novio se forren con las mascarillas en lo peor de la mortífera pandemia. Al votante le suena bien la palabra Libertad. Por eso el partido de Milei se llama Libertad Avanza. Libertad para desguazar lo construido, cargarse lo público y dejar nuestros derechos y servicios en manos del dinero. La libertad de Milei para hacer publicidad de una universidad privada con su foto institucional en el cartel. La universidad es de un colega, claro. Libertad de Milei para promocionar con un tweet una estafa de criptomonedas que en unos minutos convierte en millonarios a unos amiguetes y arruina a miles de argentinos. Digo amiguetes porque entraban a la Casa Rosada – a unos metros de esas madres luchadoras – como Perico por su casa. Autorizados por la hermana, Karina Milei, alias “El Jefe”, que, según la denuncia de algunos medios, cobraría sobornos para abrir las puertas del despacho presidencial. ¿No es extraño, al menos poco estético y ejemplarizante, un tanto patológico, cutre y freudiano, que sea tu propia hermana la Secretaria General de Presidencia, con un poder absoluto? El creador de la estafa, el estadounidense Hayden Mark Davis, cerebro de la criptomoneda Libra, escribió a sus inversores: "Le envío $$ a su hermana y él firma lo que digo”. ¡Ohhhh, tanta motosierra para los ajenos, siempre los más débiles como los jubilados, y cuánta generosidad con los propios! “Qué blando con las espigas” que diría Lorca, y qué duro con los desvalidos.
El Elon Musk de la Casa Rosada es el joven Santiago Caputo. Es el nuevo modelo que han traído, en una especie de democracia “alternativa” de chapa y cartón: no son funcionarios, ni políticos (también eso gusta a la gente, dando carnaza al odio a los políticos y a los funcionarios), ni cargos electos. Son “asesores externos”, por tanto, no sometidos a controles para hacer lo que quieran de forma injusta y arbitraria. Vengativa también. Principalmente: deshacer la función pública. Despedir a los funcionarios, que ganaron su puesto por oposición, que son los únicos garantes de la independencia del sistema. ¿Comprendes la estrategia?
Aunque llegados a este punto del análisis, alguien puede decir: Han ganado las elecciones. Sí, efectivamente. También las ganó Hitler. Pero ganar unas elecciones – Trump sacó un 49,80% de votos y Kamala H. un 48,32 – no te da derecho a poner el mundo patas arriba, a tirar de motosierra. A reventar el sistema. A amenazar con quedarte Groenlandia o el Canal de Panamá. A expulsar de Gaza a casi dos millones de palestinos para convertir su tierra en un resort turístico. Ni a poner esposas y grilletes con largas cadenas a los inmigrantes , medida humillante e innecesaria, antes de ser expulsados. Porque puestos a poner grilletes en los tobillos y esposas en las manos, al primero que habría que ponérselas sería a Donald Trump, el único delincuente condenado por 34 delitos. ¿Pero quién se ha creído que es? ¿Adónde nos lleva esta locura? ¿A nuestra extinción?
Por eso he comenzado escribiendo desde Buenos Aires sobre el extraordinario valor de las Madres de Mayo. Sobre su fuerza y resistencia. Deseando que pudieran transfundirnos unas gotas de su sangre luchadora, de su dignidad, su valentía y su espíritu inconformista. Si los ciudadanos alemanes, en vez de aceptar la propaganda nazi, convirtiéndose en colaboracionistas y ejecutores del genocidio, se hubieran rebelado como estas mujeres , quizás el desenlace habría sido otro. Pero sin oposición, sin denuncia, aceptando lo que te echen con resignación, como si fuera algo inevitable, como si no fuera con nosotros, como si el futuro no estuviera en juego… estamos perdidos. Así que: ¡Espabila, coño!
Pero sigo en Buenos Aires, Argentina – por cierto, mucho más caro todo que en España, con pensiones de 300 euros y el salario mínimo a 250, por lo que no se augura nada bueno –, y cuando regreso a la noche por estas calles, observo con infinita tristeza a las familias con niños que esperan junto a las puertas de los restaurantes a que les den la comida de sobra. Viven, duermen en la calle a deshora, beben y lavan la ropa abriendo la llave de un arqueta de la acera. Niños que no van a la escuela. Desprotegidos. Dejados de la mano de Dios y de los hombres. Niños muertos en vida, ante la mirada impasible de los viandantes.
En otra esquina oscura, suena un bandoneón y, tras los primeros compases, se arranca el quejido del tango:
“Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche
noche negra y sin estrellas."
Argentina, un país tan bello, una tierra tan exuberante y rica, diversa e inmensa, el Buenos Aires de los cafés y las librerías más hermosas del planeta, de la gente más amable, apasionada y comunicadora, la Argentina de Borges, Cortázar, Bioy Casares y Alfonsina Storni, la Argentina de glaciares y ballenas, Pampa y Patagonia, no se merece esa maldita motosierra. Ni su ruido aterrador ni a quien la maneja.
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