Frente Obrero, el partido xenófobo, populista y antifeminista que trata de boicotear a Irene Montero
Imagen de archivo de Roberto Vaquero durante una protesta organizada por Frente Obrero.Gabriel Luengas / Europa Press
Público, , 13-03-2025La defensa de las fronteras y la lucha contra la mal llamada “ideología de género” son dos de sus banderas. La gente a la que pretenden aglutinar es fundamentalmente trabajadora; agricultores y autónomos que están desencantados con los partidos tradicionales. El Frente Obrero se presenta como “un movimiento patriota y revolucionario que lucha por y para los trabajadores, por y para España”. Lo hace “desde una posición populista”, con tácticas propias de la extrema derecha y con un enemigo común: las izquierdas alternativas.
El partido se fundó en 2018, con un programa de mínimos que mezcla el “nuevo patriotismo” con el republicanismo, la antiinmigración y el antifeminismo. Roberto Vaquero dirige la formación con mano dura; “sin otras opciones de liderazgo”, señalan voces de su entorno. El Frente Obrero rechaza –al menos, sobre el papel– la actual dicotomía izquierdas-derechas y se presenta como “una alternativa revolucionaria”, sin relaciones con los “bancos, lobbies o grandes grupos empresariales”. Los postulados, no obstante, son “claramente opuestos” a los de cualquier grupo de corte progresista. Y las acciones, todavía más.
Podemos celebró la semana pasada un acto en València, donde participaron tanto Irene Montero como Ione Belarra. La exministra de Igualdad acababa de tomar la palabra cuando una joven se levantó para gritar: “¡El feminismo es cómplice del patriarcado islámico!”. El Frente Obrero reivindicó lo que ellos mismos han definido –de manera incorrecta– como “escrache”, una acción para “explicarle” a la dirigente de la formación morada “cuál es la auténtica amenaza para las mujeres en España”. Los tintes xenófobos y racistas son habituales en los discursos de un partido que comparte buena parte de su agenda con Vox.
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“Estos grupos tienen que asentar la idea de que existe un enemigo al que debemos combatir de forma activa para justificar la necesidad de hacerle frente, muestran una ideología contra lo que ellos tachan de movimiento woke y utilizan la libertad de expresión como arma para su particular batalla cultural”, desliza María Pereira, politóloga y profesora en la Universidad de Santiago de Compostela. Trump, Milei o Bukele se mueven en estas mismas narrativas y son, de hecho, algunos de sus referentes.
Irene Montero y otras diputadas progresistas han sido víctimas durante los últimos años de sus campañas de acoso, camufladas, eso sí, como “escraches”. “Frente Obrero es un partido ultra, por mucho que su nombre pueda hacernos pensar lo contrario, y los ultras llevan tiempo tratando de desvirtuar este concepto. El escrache nace como una protesta popular y espontánea para señalar a líderes políticos y denunciar actitudes éticamente reprobables. Lo que vemos aquí no tiene nada de espontáneo, consiste en hostigar y perseguir a los representantes por su posicionamiento ideológico”, sostiene Amparo López Meri, investigadora en comunicación política en la Universitat Jaume I de Castelló.
Un programa “simplista” y contra las minorías sociales
El Frente Obrero tocó techo en las últimas elecciones europeas, destacando por encima del resto de listas minoritarias, con poco más de 66.000 votos –una cifra, de todos modos, residual–. El programa, “simplista” para las fuentes que han hablado con Público, gira en torno a un decálogo de propuestas: recuperar el patriotismo, “impulsar la lucha obrera” y luchar “contra la degeneración y la ideología de género”, una concepción en la que entran los feminismos y el colectivo LGTBIQ+. El partido también busca combatir “sin complejos la islamización” y defender la “unidad” nacional, todo ello bajo este eslogan: “España necesita cambios drásticos y nosotros vamos a promoverlos”.
Los trabajadores del campo y los autónomos, según ellos, “asfixiados a impuestos por este Gobierno”, también están entre el público objetivo de sus mensajes. “Estos partidos se dirigen a un electorado de extrema derecha, pero no sólo disputan este sector, también generan un sentido común reaccionario cuando culpan de los agravios que sufre la clase trabajadora a sus integrantes más precarizados, oprimidos y explotados, es decir, las personas migrantes, las mujeres y el colectivo LGTBIQ+”, reivindica Lucía H. Nistal, investigadora en la Universidad Autónoma de Madrid. El recurso al “pasado mítico” en clave españolista es otro de los elementos que comparten con la extrema derecha; igual que la transformación del “eje de clase” en uno “nacional” con un planteamiento racista.
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“El Frente Obrero se enmarca dentro de lo que se conoce como la tercera posición, una postura política que rechaza tanto el capitalismo como el socialismo y propone una alternativa que combina elementos de ambos sistemas. El sincretismo político es otra de sus características, consiste en combinar elementos de ideologías opuestas, intentando reconciliar las supuestas diferencias ideológicas para lograr objetivos comunes y superar las divisiones tradicionales”, explica José Manuel Corrales Aznar, doctor en ciencias sociales y jurídicas y autor del artículo La educación, la cuestión migratoria y los discursos de odio en la extrema derecha española.
El partido utiliza métodos como el acoso –ellos hablan de "escraches"–, las protestas y la “estética militar” para llamar la atención de sus posibles votantes. “Este tipo de liderazgos y formaciones se construyen desde y para la polémica, buscan la provocación para generar confrontación y alimentarse de ella, basándose en declaraciones y actuaciones altamente mediáticas, que generan tensión semántica y emocional. La polarización política con la que convivimos es el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de este tipo de líderes y partidos”, continúa María Pereira. El conglomerado ultra ha dado forma a una manada de lobos que se disfrazan de obreros para seducir a las clases trabajadoras.
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La alternativa, una clase trabajadora “heterogénea”
Roberto Vaquero puso en marcha el partido durante los 49 días que estuvo en la cárcel, acusado de organizar una brigada terrorista para combatir al Estado Islámico desde Siria e Irak. El historiador e influencer es prácticamente la única cara visible de una formación “que ha reivindicado históricamente la tradición estalinista”; protagoniza sus campañas y las discusiones en redes. “Es un grupo liderado de forma personalista y autoritaria por su líder, como han denunciado incluso algunos exmilitantes de la organización”, insisten las fuentes consultadas por este diario. Alemania, Italia o Polonia tienen organizaciones similares.
El Frente Obrero defiende sus consignas en nombre de una clase trabajadora blanca, heterosexual, conservadora y española; una clase trabajadora que realmente no existe. Lucía H. Nistal, investigadora y activista, desmonta esta tesis y propone explorar nuevas fórmulas, con los países europeos embarcados en su propio plan de rearme: “La respuesta al militarismo y a la crisis sólo puede venir de una política que ponga en el centro la fuerza social, capaz de plantear una alternativa transformadora. Y esa fuerza social no es otra que la clase trabajadora, pero más diversa y extensa que nunca en toda su historia; una clase heterogénea que es necesario unificar en una perspectiva anticapitalista y socialista, construida desde abajo”.
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