No entendía – y me escamaba – la actitud de la UE sobre la inmigración ilegal. Y no sólo en España, aunque sea una de las naciones más afectadas. Aseguraba que no tenía dinero, siendo así que tal fenómeno es una de sus fuentes más generales e importantes. Pero necesita una regulación pensada, pactada, representativa y común. Sin ella, las naciones más interesadas corren el riesgo de tomar decisiones contradictorias o contraproducentes. Bruselas parece no enterarse, o alguien se empeña en que no se entere. Que en España esté todo tan en el aire, dificultando su verdadera y definitiva solución, depende de esa actitud de la UE, que no puede soslayarse. La inmigración no va a ceder. Los derechos humanos tampoco. Las naciones africanas (Marruecos incluido) parecen ignorarlos. Y si existe la UE es, sobre todo, para que, juntos, se tomen determinaciones, por comunes más efectivas y más justas. Para eso nos unimos. Son problemas de Estados. Y de la Unión de ellos.