El Partido Demócrata norteamericano y los derechos civiles

El profundo y arraigado racismo de los estados sureños se mantuvo como una lacra durante décadas y condicionó la política interna norteamericana.

Público, José Ramón Villanueva Herrero, 07-03-2025

La historia de los Estados Unidos (EE.UU.) ha estado marcada por la trayectoria de los dos partidos políticos que han regido el país en un bipartidismo tan firme como permanente: el Partido Republicano (PR) y el Partido Demócrata (PD).

Remontándonos en la historia de la potencia norteamericana, tras el trauma sangriento que supuso la Guerra de Sucesión (1860-1865) que enfrentó a los estados del Norte con los del Sur, se llegó al llamado “Compromiso de 1877” por el cual, como señala el politólogo Roger Senserrich en su libro Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la era Trump (2024), las élites del sur aceptaron el fin de la esclavitud, que había sido legal en los EE.UU. hasta 1865, así como su renuncia a la secesión, a cambio de mantener la segregación racial. De este modo, “los perdedores de la guerra aceptaron dejar que los republicanos del norte dominaran las decisiones sobre política económica a cambio de que les dejaran ser tan racistas como quisieran”.

Un hito importante en esta línea de defensa de los derechos civiles en los últimos (y convulsos) años de la política interior de los EE.UU. fue la victoria electoral de Barack Obama

El profundo y arraigado racismo de los estados sureños se mantuvo como una lacra durante décadas y condicionó la política interna norteamericana. Fueron aquellos años en que el Partido Republicano (PR), el Grand Old Party (GOP), como era conocido por su apodo tradicional, mantuvo una sólida hegemonía política, la cual se prolongó desde 1877 hasta 1932, contando para ello con el apoyo entusiasta del empresariado industrial en materia económica, así como con el respaldo férreo, en el aspecto ideológico, de los grupos religiosos representantes del puritanismo protestante, esto es, de las iglesias baptistas, metodistas y presbiterianas. Por su parte, durante estos años, de hegemonía republicana, el Partido Demócrata, arraigado en los estados del Norte, se convirtió en el partido de los emigrantes, representando a los católicos procedentes de Irlanda e Italia, así como a los luteranos de origen alemán.

No fue hasta 1932, tras la Gran Depresión causada por el Crac de 1929, cuando ganó las elecciones Franklin Delano Roosevelt, el primer presidente del Partido Demócrata que, llegada a la Casa Blanca en 80 años, el cual logró articular una nueva coalición de gobierno que agrupaba la suma de los votos de los sectores progresistas, sindicalistas, de las minorías étnicas y religiosas del norte y del voto blanco sureño. Se conformó, de este modo, la llamada “coalición del New Deal”, todo un programa de medidas económicas y sociales llevadas a cabo entre 1933-1938 para salir de la profunda crisis en la que se hallaba sumido EE.UU., se vio reforzada por una gran migración de ciudadanos afroamericanos hacia los estados del Norte, así como por la gran expansión del movimiento sindical norteamericano en la década de 1930.

No fue hasta 1932, tras la Gran Depresión causada por el Crac de 1929, cuando ganó las elecciones Franklin Delano Roosevelt, el primer presidente del Partido Demócrata que, llegada a la Casa Blanca en 80 años

Fue en aquellos años de la presidencia de Roosevelt cuando el Partido Demócrata se propuso poner fin a aquel “Compromiso de 1877” y, consecuentemente, avanzar en la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana. Y, en este sentido, el primer paso dado por Roosevelt, fue la de llevar a cabo toda una serie de programas del empleo, en el marco del New Deal, los cuales, por vez primera, ya no fueron discriminatorios para los obreros de color.

Posteriormente, Harry Truman, tras su victoria electoral en 1948, asumió la defensa de los derechos civiles en conformidad con los acuerdos de la Convención Nacional del Partido Demócrata de ese mismo año, que contemplaban un programa electoral contrario a la segregación racial.

Más adelante, otros presidentes del Partido Demócrata, como fue el caso de John F. Kennedy (JFK) y Lyndon Johnson, dejaron también su impronta en la política interior norteamericana. Por lo que se refiere al caso de Kennedy, éste llegó a la presidencia tras su victoria electoral de 1960 gracias al decisivo apoyo brindado por el voto afroamericano y el respaldo de Martin Luther King. Sin embargo, como señala Senserrich, Kennedy “habló mucho, pero hizo relativamente poco en materia de derechos civiles, siempre más interesado en política exterior [recordemos la crisis de los misiles de Cuba de 1962] que en asuntos domésticos.

John F. Kennedy y Lyndon Johnson, dejaron también su impronta en la política interior norteamericana

Tras el asesinato de Kennedy en 1963, asumió la presidencia Lyndon Johnson el cual logró la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 mediante la cual, como de nuevo nos recuerda Senserrich, “los demócratas esencialmente sacrificaron el voto blanco del sur a cambio de la lealtad incondicional del voto afroamericano en las décadas venideras”. Desde entonces, el tema de los derechos civiles, bandera del Partido Demócrata, pasaría a ocupar el centro del debate político interno en los EE.UU. En fechas más recientes, otros presidentes demócratas continuaron esta labor: este fue el caso de los mandatos de Jimmy Carter (1976-1980) y de Bill Clinton (1992-1996 y 1996-2000).

Desde entonces, el Partido Demócrata ha dado claras muestras de ser flexible en lo ideológico, así como de evitar cualquier espiral radicalizadora, razón por la cual suele escoger candidatos “relativamente centristas”, manteniéndose como el partido defensor de los derechos civiles y de la población inmigrante, todo lo contrario, a lo que ha ocurrido en el Partido Republicano, cada vez más escorado hacia posiciones ultraconservadoras por no decir reaccionarias.

Un hito importante en esta línea de defensa de los derechos civiles en los últimos (y convulsos) años de la política interior de los EE.UU. fue la victoria electoral de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008, siendo así el primer afroamericano que llegaba a la Casa Blanca. De hecho, Senserrich no ha dudado en calificarlo como “el político más formidable que había producido el Partido Demócrata en décadas”. En este sentido, es de destacar el hecho de que Obama lograra la aprobación de la primera ley de sanidad universal en la historia de los EE.UU., la Affordable Care Act (ACA), popularmente conocida como “Obamacare”. Sin embargo, Obama fue dura e injustamente criticado (y acusado) por los grupos activistas conservadores de tener una “agenda socialista”. Tal fue así que el ultraconservador Tea Party, llegó a lanzar un mensaje de “resistencia y oposición furibunda a toda la agenda demócrata, utilizando cualquier herramienta o táctica que tuviera a su alcance”.

Tras la turbulenta primera presidencia de Donald Trump (2016-2020), los demócratas volvieron a la Casa Blanca de la mano de Joe Biden durante el período 2020-2024. De este modo, parecía que EE.UU. volvía a la normalidad interna pese a la cuestionable gestión de Biden en temas de política exterior como el apoyo inquebrantable a Israel en el sangriento genocidio de la población palestina en Gaza.

En la actualidad, el reciente y envalentonado retorno de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU., unido a sus mensajes incendiarios, amenazan con socavar los cimentos de la democracia norteamericana. Así las cosas, y pese a la dolorosa derrota de la candidata demócrata Kamala Harris frente al peligroso magnate que vuelve a ocupar, de nuevo la Casa Blanca, resulta necesario por el bien de los EE.UU. y de la paz mundial, que el Partido Demócrata se recomponga, retome su vigor y defienda un programa progresista tanto en materia de política interna como en las actuales convulsas relaciones internacionales. Pese a sus limitaciones y demasiadas decepciones, hoy es más necesario que nunca que los sectores afines al Partido Demócrata sean capaces de hacer frente a la involución democrática que las políticas de Donald Trump están causando, así como a la deriva cada vez más reaccionaria en la cual está sumido el Gold Old Party, el Partido Republicano.

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