Inmigrantes sin voto
La Vanguardia, 30-08-2006J. R. MUNTADA BALUST Cornellà de Llobregat
Me cuesta comprender que en el debate sobre el voto y la inmigración se oigan las voces de los inmigrantes ( “¡Queremos votar!”, 27/ VIII/ 2006) y no la opinión de la ciudadanía local. Personalmente, yo no creo que los inmigrantes deban votar. Si lo hicieran, los partidos políticos competirían para atraer su voto, a base de concesiones, permisos, más reagrupaciones y entradas… que acabaríamos pagando los oriundos. Algunos partidos, que fracasan estrepitosamente en temas que afectan a los nacidos aquí como el precio de la vivienda, la precariedad del empleo o el control de la inmigración, quieren crecer ahora por esta vía, fácil pero irresponsable.
Además, los inmigrantes que vienen para trabajar, vivir mejor y poder enviar dinero a su país ya tienen el derecho a votar en sus países. Ellos pueden ejercitar ese derecho allí y contribuir a cambiar su lugar de origen. Y hay una tercera razón por la que no creo que deban votar: conociendo a algunos políticos que han accedido a la presidencia de aquellos países por la vía electoral… ¿realmente qué nos aportaría ese voto?
He sido emigrante residente español en un gran país latinoamericano durante ocho años y nunca he gozado de derecho al voto, y lo entiendo perfectamente porque, a pesar de tener un nivel de formación superior al de muchos nativos, mis intereses como extranjero en aquel país son diferentes a los de la población nativa.
Respecto al editorial del mismo día en el que señalan que “la inmigración no debe ser utilizada como arma electoral….”, me permito apuntar que si bien no debe ser usada como arma, sí es necesario que cada partido político exponga sus ideas al respecto para que así el electorado local pueda votar en consecuencia.
Para terminar, y en previsión de respuestas de lectores políticamente correctos,les diré que estoy casado con una inmigrante latinoamericana, con hija también latinoamericana.
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