«Es un espacio de acogida e inclusión como personas»
El hogar de los Jesuiten Etxea en Durango, gracias a la labor de la Fundación Ellacuría actualmente y a los jesuitas años atrás, ofrece una oportunidad a los inmigrantes
El Correo, , 18-02-2025Dar respuesta a la dramática realidad de las personas sin papeles. Los miembros de la comunidad jesuita tuvieron claro que el hogar Jesuiten Etxea de Durango no era un simple albergue, sino «una familia». Además de la acogida, el proyecto ha tenido como objetivo la inclusión desde el principio. Nació en 2007 con la intención de dar respuesta a la cruda realidad de inmigrantes sin recursos. Ese mismo año, los miembros de la orden religiosa, de la que Juanjo Moreno era superior de la comunidad jesuita, decidieron abrir su casa a este colectivo y comenzaron a convivir con gente procedente del África subsahariana.
El objetivo de este proyecto ha sido ofrecer una nueva oportunidad a las personas en situación de vulnerabilidad, ofreciendo convivencia, formación, inserción social y acompañamiento. En 2020 la Compañía de Jesús cerró la comunidad en la villa y el proyecto solidario comenzó un nuevo camino de la mano de la Fundación Ellacuría. Actualmente, 14 personas, entre ellas, tres familias, junto con chicos jóvenes de Nigeria, Siria, Gambia y Marruecos conviven en este espacio ubicado junto al colegio San José Jesuitak.
Un canto a la esperanza
Uno de esos jóvenes es Aimen Hadri, actual voluntario en la asociación. «Esta experiencia no fue solo una tarea diaria, sino un momento profundamente humano que me enseñó el significado de la empatía y el compartir. Ver las sonrisas en los rostros de los niños al sentirse seguros por primera vez en mucho tiempo fue suficiente para recordarnos que dar no tiene límites. Es un privilegio ser parte de este viaje y contribuir aunque sea un poco a aliviar el sufrimiento de personas que buscan esperanza y tranquilidad. Esto no hubiera sido posible sin nuestro trabajo colectivo, ya que todos tuvieron un gran impacto en esta maravillosa experiencia», apunta.
«Una vez más mostramos que esta casa nuestra es un hogar en la que hay personas que saben recibir y personas que tienen compasión de los demás, y que cualquiera que entra en nuestra casa es un miembro de nuestra familia», confiesa. «Ha representado una nueva oportunidad para nosotros», explica a su vez Tarik Krich.
«Tras abandonar sus países de origen, esta casa les ha dado la oportunidad de ser los protagonistas de su proyecto de vida. Este proyecto se ha convertido en un reto institucional para la fundación y, además, es un ejercicio de responsabilidad para construir una sociedad más justa. Nuestros proyectos se dirigen a tres perfiles: familias, jóvenes y mujeres», indica la responsable del área de Hospitalidad de Ellacuría, Olarizu Echarte.
«Vivimos todos juntos y compartimos lo que tenemos. Los jueves nos juntamos todos en forma de voluntariado y abordamos con la formación sobre los derechos, temas del pueblo, preparación del Ramadán, qué significa para unos y otros. Todos los jueves tenemos junta, cenamos todos juntos», analiza Olarizu.
Imagen principal – Migrantes con voluntarios de ahora y de años atrás.
Imagen secundaria 1 – Migrantes con voluntarios de ahora y de años atrás.
Imagen secundaria 2 – Migrantes con voluntarios de ahora y de años atrás.
Migrantes con voluntarios de ahora y de años atrás. FUNDACIÓN ELLACURÍA Y KOLDO KATXO
Echarte indica que cuentan con un modelo comunitario de acogida, formado por un triángulo con personal técnico, la comunidad local y la gente que llega por procesos migratorios. «Trabajamos entre los tres vértices. Son espacios de encuentro. Con cada persona, hacemos un plan individual y en el área residencial, también hay sitio y por perfil puede funcionar, pasan a vivir entre nosotros», prosigue.
«A raíz de la pandemia, surgió un proyecto en Ellacuría con jóvenes en situación de vulnerabilidad y en septiembre, pasó a estar en Jesuiten Etxea. En la primera edición, contamos con alrededor de 16-20 chavales marroquíes y argelinos y ha ido evolucionando el proyecto. No queríamos que fuera como un albergue o un piso donde cada uno viviera, les llamamos ‘comunidades de hospitalidad’», manifiesta Echarte, antes de apuntar que es muy importante conseguir que estudie, trabajen y elaboren un plan para la inserción laboral, acorde a sus necesidades y capacidades.
En diciembre, llegaron a Durango dos familias sirias y los propios sirios que ya vivían en Jesuiten Etxea prepararon la casa y les hicieron la acogida. «Muchas veces son ellos los que hacen la acogida. «Uno de los chicos que vino en 2020 y estuvo en ese programa ‘Goazen Jarraitzen’, que inauguró en Jesuiten Etxea, está viviendo en Durango y forma parte del voluntariado de la comunidad de la casa. Está siendo parte de la casa otra vez, super importante para el proyecto como para nosotras que la gente de Durango vea que es posible y tener a referentes», detalla.
«Ellos vinieron a vivir a nuestra comunidad y fue algo innovador porque no era algo conocido entonces en la vida religiosa católica. En España, solo había un caso en Donosti: Loiola Etxea. La necesidad de empadronamiento, formación e integración era fundamental y en común con las asistentas sociales, fuimos acogiendo a chicos que necesitaban esta acogida y darles una educación», explica el último superior jesuita, Koldo Katxo, que recuerda que estudian castellano, grado escolar y aprenden oficios de calderería, carpintería, soldadura y cocina y se integran en las fábricas de la comarca.
«Había pisos patera en Durango sobre todo con jóvenes subsaharianos y vivían un poco escondidos. Tenían una necesidad de empadronamiento, la formación e integración era fundamental y en común con las asistentas sociales, fuimos acogiendo a chicos», rememora Koldo, que destacaba que ayudaban a refugiados y familias de Siria, Libia, Magreb… con una necesidad de acompañamiento las 24 horas.
Respetar las tradiciones
«Teníamos que respetar las tradiciones y el mes del Ramadán. Situación de gran ayuda humanitaria y económica y respeto entre todos, destacando que aprendían el castellano y oficios en talleres. Formación, se independizaban varios en un piso con ayudas sociales e integraban en la vida laboral», detalla, antes de apuntar que era muy gratificante tener el sentido de misión, ayudar a personas y familias. «Fue algo muy enriquecedor», detalla.
Por otra parte, la voluntaria Mertxe Gandarias también ha sido parte importante de este proyecto. «Es una iniciativa que nace hace 18 años. En su gestación es una propuesta innovadora, interesante, humana… que trata de dar respuesta al clamor de auxilio con una acogida calurosa a personas que deciden cambiar de país, con el propósito de que su sueño de mejorar sus vidas y las de sus familias se haga realidad. Han tenido que alejarse de su realidad, desprenderse en su mayoría abruptamente de sus raíces, seres queridos… haciendo frente a largos viajes muy arriesgados, sin ninguna certeza de lo que se encontrarán al otro lado del charco», subraya.
«Además de abrir sus puertas de casa de par en par ofreciéndoles un hogar, los jesuitas conviven y forman una pequeña familia donde organizan momentos de encuentro, salidas, comidas, … con personas cercanas a la comunidad; durangarras con ganas de comprometerse en ofrecer su tiempo para clases de aprendizaje del idioma, nociones básicas de matemáticas que les posibilite desenvolverse en la vida cotidiana y a su vez les abra puertas para poder insertarse en Durango y comenzar con estudios cuanto antes», añade.
Por último, recalca que los jesuitas han hecho una gran labor en red con trabajadoras sociales, instituciones locales, diversas organizaciones solidarias y voluntarios y voluntarias que comparten el objetivo de ofrecer una acogida digna y una integración efectiva a las personas migrantes. «Esta colaboración ha permitido desarrollar proyectos formativos, talleres de capacitación laboral y actividades de sensibilización dirigidas a la comunidad local para fomentar una convivencia armoniosa y enriquecedora», reconoce.
Mientras, Joaquín Olaortúa ha sido un miembro muy importante en todo el proyecto de Jesuiten Etxea. «Todo empezó cuando ya jubilado, leyenro la revista Jesuitas, conocí en 2008 el proyecto Jesuiten Etxea y le ofrecí a Juanjo Moreno colaborar con el proyecto en clases o tareas similares. A principios de 2009, empecé como colaborador de bases, como profesor de mateméticas y con el tiempo, también de lengua. En 2017 también llegué a ocuparme de la secretaría de la asociación y me responsabilicé, con el pomposo nombre que el bueno de Koldo me asignó, de jefe de estudios, de la organización y coordinación de las clases de apoyo que un equipo de colaboradores impartían en Jesuiten Etxea», reflejón en un libro.
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