Turbulenta rentreé
Diario Sur, 30-08-2006ANTONIO PAPELL/
LA pausa veraniega ha sido este año más corta y menos relajada de lo habitual por varias razones, y entre ellas la particular intensidad actual de la confrontación política y la persistencia insistente de problemas concretos de los que preocupan a la ciudadanía, algunos previsibles y crónicos; otros excepcionales como la crisis incendiaria que ha padecido Galicia con una insólita virulencia.
Por todo ello, hablar de ‘rentrée’ es más un tópico que una realidad. Lo cierto es que está arrancando un período decisivo que durará previsiblemente hasta mayo del 2008 – unos veinte meses por tanto – , durante el cual tendremos que resolver problemas de gran envergadura en un clima que será de campaña electoral continua puesto que, una vez celebradas las elecciones catalanas del 1 – N, habrá que preparar sin pausa las autonómicas y municipales de mayo del 2007 – en las que Rajoy el PP se juegan bastante más que lo que objetivamente estará en juego – , para pasar de inmediato a la campaña previa a las elecciones generales que tendrán lugar sólo un año después. Todo ello contando con que se cumplan los plazos previstos, que Zapatero no parece dispuesto a acortar.
Como ha quedado insinuado más arriba, y aunque como es lógico todas las fuerzas políticas se juegan mucho en todas las elecciones en las que participan, la coyuntura es especialmente delicada para Rajoy y para el PP por una razón fácilmente inteligible: el presidente de la principal fuerza de oposición, claramente espoleado por la impronta de Aznar – oculto, pero bien audible – , ha optado por practicar una estrategia extraordinariamente dura, en línea con la etapa más árida del ex presidente, en contra de su propio talante de natural afable y de la opinión de sectores moderados de su propio partido. Evidentemente, si tal estrategia no da resultado incluso a corto plazo, la posición del líder, cuya principal legitimidad proviene del dedo de Aznar, quedaría muy en precario.
De cualquier modo, el Gobierno y las fuerzas políticas han de ser plenamente conscientes de que en esta próxima etapa han de conducirse dos asuntos que interesan especialmente a la sociedad española, que sigue sus vicisitudes con lógica expectación: la inmigración desordenada e incontrolable, de un lado, y el proceso de desaparición de ETA, de otro. En tercer lugar, a gran distancia de los anteriores desde el punto de vista de la atención ciudadana, está el desarrollo de la reforma territorial, que en cierta manera queda a la expectativa de que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el Estatuto de Cataluña.
La escéptica sociedad española no perdonaría a su clase política que el ‘proceso de paz’ fracasase por la enemistad que se profesan PP y PSOE. Y si acaban produciéndose en España conflictos racistas por una sobreabundancia inasimilable de la inmigración irregular, la ciudadanía pedirá cuentas no sólo al gobierno de turno sino a toda la clase política Valdría, pues, la pena que nuestros próceres guardaran la compostura y aderezaran su ejecutoria con unas dosis de cercanía al sentir colectivo, que hoy está demasiado apartado del proceso político.
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