Editoriales
Tampoco Marruecos
ABC, 30-08-2006CON una excusa demasiado débil (ha de supervisar el despliegue militar en el Líbano), Rodríguez Zapatero ha decidido suspender el viaje que tenía previsto realizar a Marruecos y que había sido anunciado a bombo y platillo y preparado «in situ» hace un mes por la vicepresidenta del Gobierno. El lacónico «sin comentarios» emitido por Rabat tras conocerse la suspensión ofrece malos presagios sobre el estado de las relaciones bilaterales con el Reino alauí, uno de los puntos estrella de la «nueva política exterior» que – para diferenciarse de la etapa del PP – se completaba con todo tipo de simpatías hacia la dupla Chávez – Castro (que luego Morales convertiría en trío) y con el eje franco – alemán, que formaban Chirac y Schröder. Dos años después, y chasco tras chasco, de todo aquello sólo se sostenían en pie las «estupendas relaciones» con el vecino del sur, de las que el Gobierno quizá ya no deba presumir, lo que en el actual contexto de incontenible presión migratoria incluye un nuevo aspecto inquietante a la crisis de los cayucos. El Gobierno se ha quedado solo y el panorama es cada vez peor, una vez que la opinión pública ha constatado la insolvencia del Ejecutivo para corregir una situación que, además de un drama humano (en lo que va de año se han rescatado casi medio millar de cadáveres del mar), constituye una emergencia nacional.
Todo ha salido mal. En el Consejo Europeo celebrado el pasado junio, Zapatero anunció que la UE había dado «un salto cualitativo» en su política sobre inmigración y agradeció «la solidaridad europea» hacia la situación de Canarias. Remató su valoración proclamando que «la UE se ha puesto al frente del problema». Un mes antes, la vicepresidenta dio a conocer quince medidas de Bruselas para frenar la avalancha migratoria, lo que le permitió afirmar que «la respuesta de la UE ha sido eficaz». De aquellas medidas ninguna era tan avanzada como la misión multilateral que iba a liderar la Agencia Europea de Fronteras, que a primeros de junio iba a desplegar patrullas aéreas y navales integradas por ocho estados miembros. Sin embargo, termina agosto y De la Vega tiene que viajar a Finlandia – que ostenta la presidencia de turno de la UE – y, otra vez, a Bruselas para reclamar los medios prometidos, porque todo aquello hoy es humo.
Por el norte y por el sur, España se encuentra sola ante la crisis migratoria más grave de su historia. Y está sola porque carece de estrategia y de planificación. Ha pasado de regularizar en masa a cientos de miles de inmigrantes, en contra de los criterios de Bruselas – expuestos en las cumbres de Tampere o Sevilla – , a pedir el blindaje militar de las costas africanas para evitar la llegada de más embarcaciones. La incoherencia es evidente, pues la regularización masiva lanzó a las claras el mensaje de que el que entra ilegalmente en España, se queda y, con el tiempo, tiene papeles. Las mafias que trafican con inmigrantes se frotaron las manos.
Y si el Gobierno carece de un plan para atajar la inmigración – a medias con Europa o por sí misma, con sus recursos – , igual sucede con la dirección de la política exterior en este asunto, dividida entre la vicepresidencia primera y los ministerios de Asuntos Exteriores e Interior, en una fragmentación temeraria de la acción diplomática – sometida al método de ensayo y error – que, por desgracia, ayuda a explicar la improvisación de la política interna y la sequía de resultados en la externa. Pero no son éstas las peores condiciones que rodean a la gira urgente – anunciada hace días, cuando nadie, ni en Finlandia ni en Bruselas, sabían de ella – que hoy emprende De la Vega. El mayor obstáculo es la indiferencia que suscita el Gobierno español ante sus socios europeos (y puede que también ya ante Marruecos) a la hora de tomar decisiones que impliquen compromisos concretos y acciones positivas. Quizá se deba tanto a la irrelevancia diplomática española como a la inoperancia de Bruselas, que, según declaró ayer el presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell – español y del PSOE – , carece de una política sobre inmigración. ¿De qué hablaban Zapatero y De la Vega cuando elogiaban la respuesta de Bruselas?
El discurso del Gobierno sobre la cooperación europea ha sido engañoso. Ahora, se suspende el viaje a Marruecos. Definitivamente, el Gobierno parece haber instalado las relaciones exteriores de España, uno de los pilares de todo Estado, a medio camino entre el vacío y la nada.
(Puede haber caducado)