Txinatarra, Bordatxo, Mao y Senegal

El Correo, 30-08-2006
JOSÉ MARÍA CALLEJA

xinatarra’ es el expresivo nombre de un bazar chino, ¿lo dudaban?, que vende todo tipo de objetos de aquel país en la muy guipuzcoana y bastante nacionalista localidad costera de Deba. Cerca de ‘Txinatarra’ – casi todo está cerca en Deba – , en el antiguo y ‘koskero’ restaurante ‘Bordatxo’, situado en la plaza Zesterokua s/n, se ha instalado ahora un restaurante de comida china con el siguiente nombre, agárrense: ‘Casa Mao’. Como buenos comerciantes que son, los orientales están siempre dispuestos a dar facilidades a los clientes, allá donde se encuentren. Así, este restaurante te lleva la sopa de aleta de tiburón, el pollo picante al ‘estilo Kon – Pao’ o la ternera con bambú y setas chinas adonde le pidas. Uno puede decir que se lo traigan a casa, o que se lo lleven al bar de al lado. El restaurante ‘Mao’, de soltero ‘Bordatxo’, casi siempre está abierto. En concreto, entre las 11.30 y las 16.30, y entre las 19.30 y las 24.00. Bueno, comida china, o unos huevos fritos con patatas, unos chipirones rellenos o un filete a la plancha, que todo eso se distribuye junto al pato servido en plato quemado (9,50 euros). Puedes pedir que te lleven la comida china a una sidrería, también cercana, templo occidental de la dieta vasca, con lo que se consuma un ejercicio de sincretismo gastronómico muy expresivo, sorprendente y seguro que enriquecedor.

Son sólo dos ejemplos, dentro de una multitud que no para de crecer y que ha convertido a la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) en un desembarco de comida china – con sus correspondientes inmigrantes – con una profusión y variedad que nadie podría haber imaginado hace unos años. A mediados de los 80 había en San Sebastián dos restaurantes chinos, casi siempre vacíos, y que yo creo que estaban juntos, en la misma calle, para que no los apedrearan. Hoy, el antiguo, vasco, francés y memorable ‘Panier Fleuri’ es un restaurante oriental; siempre abarrotado de jóvenes que manejan los palillos y las denominaciones con destreza de expertos. Hay un ‘Oriental Jatetxea’ en la calle Manterola, en el puro centro de San Sebastián, que está siempre lleno y nada tiene que envidiar a los buenos restaurantes orientales de Madrid o Barcelona.

Ya sabemos que uno piensa como come. Quizá porque hemos empezado a comer mestizo, el Gobierno vasco se ha apresurado a anunciar su voluntad de acoger a subsaharianos procedentes de Canarias, tal y como ha contado con gran despliegue este periódico. La CAV es, en proporción a su población, una de las comunidades con menor número de inmigrantes de toda España, quizá porque los eventuales viajeros no quieren añadir al tremendo problema de buscarse la vida en país ajeno la dificultad adicional de hacerlo en un territorio con violencia y ciertos comportamientos xenófobos.

El caso es que esta nuestra comunidad está experimentando una transformación en sus establecimientos gastronómicos y ha iniciado un cambio en su paisaje humano que puede modificar también el paisaje urbano, y quién sabe si el político, a medio plazo. Frente al ombliguismo, frente al narcisismo inherente al nacionalismo, frente al ‘como aquí en ningún sitio’, la marea humana que mueve la desigualdad está llegando también a estas tierras, en las que no entraron los romanos porque se les hizo tarde.

No le veo más que ventajas a esta mezcla. El mestizaje es lo más sano que ha inventado el ser humano. Lo más sano para el cuerpo – no hay más que ver los bellezones que salen, por ejemplo, de la mezcla de alemán con brasileña – y lo más sano para la mente – no hay más que ver lo mal que les va a la sociedades endogámicas y cómo progresan los países hechos precisamente de mezcla e inmigración – . En la CAV, esta mezcla – relevante, pero aún no comparable con las experimentadas en Madrid, Cataluña y ciertas provincias de Andalucía – puede tener efectos salutíferos para la gastronomía, para la convivencia y para el desarrollo económico de una comunidad envejecida, donde crece la esperanza de vida, disminuye la natalidad y hay fuga de jóvenes. La aportación de inmigrantes jóvenes, en edad de tener hijos, puede corregir esa tendencia evidente en la CAV desde hace años y quién sabe si fomentar los matrimonios mixtos.

Si el Gobierno vasco ha pedido un cupo de inmigrantes, ahora que las Canarias se desbordan de senegaleses, no es por un arrebato de generosidad, sino por la sencilla razón de que hacen falta. No hay más que pasear por la calle para ver determinados establecimientos en los que se demandan dependientas o camareros. Esos inmigrantes están destinados también a modificarnos, como de hecho ha ocurrido en todos los países y regiones a los que han llegado personas procedentes de otras partes del mundo. Ojalá el debate sobre cómo integrarlos nos cambie también la agenda política y nos saque del ombliguismo onanista en el que vivimos desde hace demasiados años.

De momento, bienvenidos ‘Txinatarra’, ‘Casa Mao’, ‘Oriental Jatetxea’ y todos los establecimientos semejantes que nos sirvan para disfrutar y también para airear la habitación.

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