Laura Camargo, analista del discurso de Trump: "Veremos suspensiones de derechos básicos que se daban por sentados"
La autora habla con 'Público' de su último libro, 'Trumpismo Discursivo'.
Público, , 27-01-2025El magnate también tiene claro quiénes son sus enemigos; las personas migrantes y los pobres, las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. ¿Qué papel juegan en su argumentario?
Este punto está muy relacionado con el concepto de los imaginarios socialdiscursivos. Trump ha conseguido colar, desde hace tiempo, la idea de que sobran personas migrantes; las señala y las culpa de todos los problemas económicos que sufre el país. El magnate ha basado su campaña en promover la guerra del último contra el penúltimo y le ha funcionado. El voto latino aumentó, porque ha conseguido que [estas comunidades] miren como una amenaza a los que están por debajo, no por encima, repartiendo mal los recursos y atendiendo a sus propios intereses. Las personas migrantes son el chivo expiatorio de la mala gestión capitalista.
Ayuso es quien mejor ha recogido la esencia del trumpismo castizo
Esto no sólo rodea los discursos del trumpismo, también las políticas. Trump ha llevado a cabo una estrategia de machaque constante, tachando a los migrantes de violadores, criminales y asesinos. Su discurso forma parte de la expansión de un nuevo sentido común que focaliza en las personas migrantes todos los males del capitalismo. Lo mismo ocurre con el feminismo y las personas LGTBIQ+, señaladas como responsables de la pérdida de identidad, la pérdida de una América blanca, tradicional y de familias como las que salen en las películas de Hollywood. Es todo una “amenaza”, pero una amenaza fabricada…
El imperialismo también ha vuelto a coger fuerza. ¿La fuerza la va a perder por la boca o tiene realmente recorrido?
Trump tiene otro punto que es la imprevisibilidad. Es un personaje voluble y egocéntrico, que se mueve por impulsos, nunca sabemos hasta qué punto el perro ladrador va a ser mordedor. Todo parece indicar –tenemos que analizarlo así– que estamos ante un mandato de mucho más soberanismo y expansionismo. Esta es su última legislatura, vamos a ver cosas sorprendentes y tenemos que estar pendientes de la correlación entre el discurso y los hechos. Las primeras reacciones han empezado a llegar. Europa ha salido a decir que tenemos que aumentar el presupuesto militar. El discurso ha calado, independientemente de que Trump siga adelante con la invasión de Groenlandia o rebautice el Canal de Panamá. Creo que esto va a traer una carrera de remilitarización fuerte a nivel global.
¿Qué diferencia el fascismo de entreguerras de la extrema derecha actual?
No se pueden comparar las dictaduras comisariales del período de entreguerras con las políticas de Trump, Milei, Meloni y Orbán. Las diferencias son fundamentalmente de apariencia física. La violencia y la represión que tenemos ahora no son como las que han ejercido los dictadores del siglo pasado, ahora renombrados como líderes autoritarios. Si la situación fuera como la del período de entreguerras, Público estaría cerrado y yo viviría en el exilio. Esto no quiere decir que no tengamos continuidades. El asalto al Capitolio fue visto como un momento prefascista por muchos analistas. Estados Unidos caminará durante este mandato hacia una autocracia electoral, veremos suspensiones de derechos básicos y fundamentales que se daban por sentados. No tenemos un ejercicio de la violencia tan claro como el del nazismo, pero esto no significa que las democracias estén a salvo…
La violencia la expresan de otra forma, mediante las redes sociales.
Estos perfiles utilizan las redes para incitar a la violencia. Las personas migrantes y el colectivo LGTBIQ+ son dos de sus principales víctimas. El algoritmo está tocadísimo y manipulado para favorecer los discursos de extrema derecha; las redes funcionan como cámaras de eco de unas ideas reaccionarias y extremistas. ¿Por qué? La respuesta la tenemos en la foto de la investidura de Trump. Los CEO de las grandes tecnológicas están alineados con el trumpismo y han dejado claro que la tecnología está a su servicio, porque todos forman parte del sindicato de los ricos, un grupo que más que principios, defiende sus propios intereses…
¿Cómo contribuyen este tipo de perfiles a la desafección por la política?
Este es un asunto que tiene muchas aristas. El propio agotamiento del movimiento progresista lleva a muchos ciudadanos a buscar otras opciones. No sólo podemos culpar a la ola reaccionaria, tenemos que ver también qué falla al otro lado del tablero. La incredulidad y la desconfianza crecen cuando la gente ve casos de corrupción a diestro y siniestro, cuando la gente ve que ninguno de los dos bandos consigue solucionar, por ejemplo, el problema de la vivienda. La extrema derecha está aprovechando esta crisis de legitimidad. Trump lo hizo; Alvise también, consiguiendo tres eurodiputados con un discurso claramente antipolítico.
Los CEO de las grandes tecnológicas han dejado claro que están alineados con Trump
¿El trumpismo ha llegado a España?
El trumpismo discursivo se ha convertido en un fenómeno comunicativo global; las estrategias y las ideas han llegado a casi todos los países, también a España. Lo que ocurre es que cada uno lo adapta [el discurso] y utiliza las formas que mejor funcionan en cada contexto. Steve Bannon nos puso en contacto con este movimiento cuando inició la gira para montar The Movement. Vox tomó nota y puso en marcha sus estrategias, pero Isabel Díaz Ayuso es quien mejor ha recogido la esencia del trumpismo castizo. Ella y su equipo han sabido dotar estos discursos de una identidad madrileña para confrontar directamente con el Gobierno de Pedro Sánchez. Las narrativas de humillación, la estrategia de deslegitimación, acoso y derribo, las hipérboles, la construcción de un perfil personal en redes para conseguir engagement e incluso fans… Todo sigue la estela del trumpismo.
Elon Musk hizo el saludo nazi durante la investidura, pero tenemos gente que todavía insiste en negarlo. “No todo es Hitler”, dicen…
Esta gente ha necesitado esconder y maquillar sus filias durante mucho tiempo, ha tenido que ocultar su admiración por personajes nazis y fascistas. El contexto ha cambiado y estamos entrando en una nueva etapa. Trump, Meloni y Abascal ya no necesitan rebajar el tono para parecer normalizados, de hecho, creo que van a subirlo y exaltar el fascismo de manera cada vez más explícita, sin esconderse. La extrema derecha suele jugar con la ambigüedad calculada. Ayuso quiso encubrir en su día el “hijo de puta” con el “me gusta la fruta” y Musk hizo lo mismo diciendo que el gesto era una forma de “entregar su corazón” al público. El problema es que aquí tenemos poca ambigüedad: hizo un saludo nazi se mire por donde se mire.
Twitter, ahora X. ¿Marcharse o quedarse?
Es evidente que tenemos que empezar a trabajar desde otras plataformas, pero todavía no tengo claro qué hacer con X. El algoritmo está tocado, pero de momento, prefiero quedarme y ver qué ocurre mientras buscamos otros espacios fuera de la pocilga en la que se ha convertido.
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