«Hablar de migración no es hablar del otro, sino de nosotros mismos»
La fotógrafa y activista Angélica Dass (Río de Janeiro, 1979) ha trabajado, junto a 196 alumnos de centros públicos de Bilbo, sobre la memoria migratoria de sus familias. El resultado, que presenta en Itsasmuseum, nos hace reflexionar sobre qué es ser migrante. Paralelamente, en el Musée de L’Homme de París, Dass muestra su famoso “Humanae” sobre el racismo.
Gara, , 21-01-2025¿De qué color es el lápiz color carne?, se preguntó hace quince años la fotógrafa Angélica Dass. De ahí surgió un proyecto, “Humanae”, con el que lleva retratadas 4.576 personas, de 20 países y 36 ciudades de todo el planeta, y que es un auténtico mosaico global contra el racismo, también el trabajo que le dio la fama. Por cierto, no hay un “color carne”, hay tantos como colores tiene la paleta de Pantone.
Mientras “Humanae” sigue su camino está actualmente en el parisino Mussé de L’Homme, hasta el 7 de junio Angélica Dass ha regresado a Bilbo, donde lo mostró en 2016, para presentar los resultados de otro proyecto que, hasta el momento, solo se ha hecho en la capital vizcaina. Es “Sustrairik gabeko zuhaitzak ez du aurrera egiten – Un árbol sin raíces no prospera”, que se puede ver en Itsasmuseum hasta el 7 de marzo. Este es otro mosaico, compuesto esta vez por las historias de migración que 196 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y Bachillerato de seis centros educativos públicos de Bilbo han investigado en sus propias familias.
El material utilizado para hacer este proyecto se colgará la semana próxima en euskara y castellano en la página web de Itsasmuseum y en la de Angélica Dass, para que los docentes o quien desee utilizarlo pueda bajárselo. Porque esto va de investigar, reflexionar y activar… nos cuenta, en esta entrevista a saltos, entre abrazos con los chavales participantes, cafés e, incluso, terminando por teléfono, en una parada de su regreso a Madrid.
De su proyecto sale un retrato de Bilbo muy diverso, pero no sé si se podría extrapolar al resto de Euskal Herria, porque esta es la gran metrópolis vasca. ¿Se puede extender al resto del país?
Por eso he elegido este territorio, porque es un territorio que existe por la migración y porque ha venido un montón de gente a trabajar aquí. Esta es una ciudad que creció y se enriqueció porque la gente se movió a ella, con el auge de la industria y la siderurgia. Por eso, es importante reflexionar sobre por qué en aquella época sí eran migraciones válidas y las de ahora, no. La gente se movía por las mismas razones, porque absolutamente todos migramos para buscar una vida mejor.
Somos un país que ha migrado a lo largo de la historia, tanto por razones económicas como políticas, a América, Australia… y, a la vez, un país receptor de migrantes. Aunque parece que se nos olvida.
Exactamente, la migración de ida y vuelta. Precisamente, el primer testimonio que he visto escrito en el “muro” [en la exposición, hay una pared donde los visitantes pueden dar su testimonio] es de alguien que tiene primos en Argentina, exiliados en la guerra. En un periódico argentino de 1932, encontré un anuncio en el que una familia “vasco española” recién llegada, con un hijo de 15 años, la mujer se ofrecía como mucama para servicios domésticos. Y mucama es una palabra muy fuerte. Es impresionante, porque miramos esto como si fuese un pasado muy lejano, cuando está relacionado con la actualidad. Por eso me parecía este un territorio que tenía tantas cosas que contar. Y lo que me parecía esencial era que fueran los adolescentes quienes hicieran esas investigaciones, porque muchas veces no hablamos del pasado. Por ejemplo, un señor que hace el mantenimiento del museo, me decía: ‘‘Yo no voy a contar mi historia, ¡a ver si me expulsan del País Vasco!’’. Son historias que muchas veces las escondemos, porque ese momento migratorio es el momento en el que has sido ilegal, has estado en esa situación de invisibilidad y de no pertenencia a ningún lugar.
La elección de los colegios tiene también su aquel. Ha ido tanto a los barrios digamos más marginales, como podía ser Otxarkoaga, como a zonas más céntricas. ¿Por qué?
Muchas veces los proyectos que se enfocan en la inmigración van al gueto y quieren hablar solo de los migrantes. Este es uno de los puntos que, para mí, es fundamental: no es algo sobre el otro, es siempre sobre nosotros. Por eso, hay colegios con un perfil más diverso, como el Centro Formativo Otxarkoaga o el IES Artabe, que no solo tienen una alta población de inmigrantes, también tienen población gitana.
Hay otros que son como intermedios; por ejemplo, Txurdinaga, un barrio donde hay una migración con un poder adquisitivo más alto; o sea, están un poco más asentados en el centro de la ciudad. He elegido dos centros, pegados el uno al otro, que son Bertendona y Unamuno. IES Miguel de Unamuno es un colegio de élite, como lo mejor de lo mejor de la educación pública en la ciudad, y, al otro lado, está IES Martín Bertendona BHI, que también está en el centro, pero es a donde van los migrantes. Solo se encuentran en el parque, porque comparten el mismo patio, pero uno es un colegio que tiene un porcentaje alto de migración y en el otro es bajísimo. Y el otro ejemplo es un colegio de referencia: IES Ibarrekolanda, único con bachillerato artístico de la ciudad. Muchos de los alumnos están ahora estudiando Bellas Artes en la UPV-EHU y fue muy bonito todo el proceso.
¿Cuál ha sido la reacción de los chavales? Habrá sido mucho de autodescubrimiento.
Lo primero, sorpresa, porque ellos ni siquiera pensaban que eran migrantes. El hecho de hacer este ejercicio de memoria fue algo muy potente. Además, ninguno pensaba que el otro tuviera una historia migratoria: “Yo soy afrodescendiente y sé que soy migrante, ¿pero tú? Yo no pensé que en tu familia también había una historia migratoria”. Fue incluso poderoso para la autoestima de los que se reconocen como migrados descubrir que los otros también lo eran.
¿Somos un país de emigrantes? ¿Somos un país racista?
Definitivamente, sí que es un país de migrantes. Una de las cosas más importantes del proyecto era entender que venir del pueblo a la ciudad buscando una mejora en la vida es migrar. Y hay historias superpotentes; por ejemplo, uno que su abuela tuvo que migrar a otro pueblo para que su tío abuelo pudiera ser atendido en un hospital, o la cantidad de historias de mujeres que han venido de pueblos a trabajar como servicio… son historias invisibles, porque es un pasado que la gente esconde. Es un pasado feo, difícil, y no solemos querer enseñar nuestra parte vulnerable.
Aquí hubo una gran oleada de migración en el franquismo, de trabajadores del Estado que vivían en lo que hoy llamaríamos pisos-patera. Eso lo he conocido yo.
Los chavales me presentaron historias de ese estilo [nos enseña las historias familiares reconstruidas por estos alumnos, verdaderas biografías con texto, fotografías o dibujos, en las que se cuentan historias de campesinos que tuvieron que dejar su tierra para venir a las fábricas de Euskal Herria o Alemania… historias de hambre y guerra]. El propio hecho de que hayan tenido que investigar sobre su familia, para mí ya es un cambio en la sociedad, porque es una reflexión no sobre los otros, sino sobre nosotros mismos.
Según los datos, hay como unas treinta y pico nacionalidades conviviendo en la ciudad. Y Bilbo también es zona de paso de la migración que viene desde la puerta sur de Europa camino hacia el norte. ¿Se ha visto esto reflejado?
Sí que hay algunos estudiantes que llegaron siendo menores y que hablan de un gran viaje. Otro adolescente, por ejemplo, ha estado en Holanda y Bélgica y después regresó aquí.
Tenemos la sensación de que ha cambiado mucho nuestra sociedad en los últimos años, pero echas la mirada atrás y ves que hay un flujo continuo de migración, ¿verdad?
¿Sabes lo que ha cambiado? Y ahí conecto con lo que me has preguntado antes: lo que ha cambiado es que son personas racializadas. Son personas que tienen más melanina, algunas practican otra religión, tienen otros acentos, que no son a los que estaban acostumbrados de quienes venían del sur de España… eso es lo que parece que hace la diferencia. Y ahí vamos a hablar de lo que es el racismo estructural. Porque la gente me pregunta: ¿España es racista? ¡El planeta es racista! Muchas de las dinámicas que hemos aprendido de temor al otro las hemos aprendido así, también las del racismo, del machismo… Todo esto es estructural.
¿Ha cerrado ya su exposición más famosa, «Humanae»?
Es un “working progress”, algo que, para mí, es importante. A la gente que me pregunta si no estoy cansada de seguir con el mismo proyecto todos estos años, le digo que yo de lo que estoy cansada es de ser deshumanizada por el color de mi piel. A mí me encantaría dejar de hacer un trabajo como ese, porque ya no haya más necesidad. Ahora mismo, si vas al Musée de L’Homme de París, verás que tengo una exposición sobre migración [“Migrations, une odyssée humaine”]. Tal vez, para mí, uno de los mensajes claves de estar en ese museo es que muchos de sus directores en el pasado fueron quienes construyeron el concepto de raza. Eran quienes decían que yo era inferior, incluso intelectualmente, porque pertenecía a la supuesta raza negra. Y ahora, en 2025, este mismo cuerpo, esta persona que, en teoría, era inferior, vuelve a este museo y tiene una exposición allí. Es fundamental seguir insistiendo en esta temática .
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