Entrevista a Salvador Macip
"El odio no puede ser una excusa para ser violentos o discriminatorios"
Hablamos con el médico, investigador y escritor sobre su último ensayo, ‘La vida en los extremos’ (Arcàdia).
Público, , 15-01-2025“A quienes buscan respuestas, pero, sobre todo, a quienes hacen las preguntas”. Así dedica Salvador Macip (Blanes, 1970) La vida en los extremos (Arcàdia), su último libro, donde disecciona los procesos biológicos y evolutivos que definen nuestra especie. Con una trayectoria que suma más de cuarenta obras —entre novelas, ensayos y literatura infantil—, el médico, investigador y escritor reflexiona esta vez sobre los patrones que nos condicionan desde el nacimiento hasta la muerte. En el ensayo aborda una amplia variedad de temas, desde el sexo y el género, pasando por la monogamia o el patriarcado, hasta la inmigración, la inteligencia artificial y el envejecimiento.
La carrera de Macip avala su enfoque profundo. Licenciado en Medicina y doctor en Genética Molecular y Fisiología Humana por la Universidad de Barcelona, desde 2008 dirige un grupo de investigación sobre cáncer y envejecimiento en la Universidad de Leicester (Reino Unido), donde es catedrático del Departamento de Biología Molecular y Celular. También es catedrático y director de los Estudios de la Salud de la UOC y lidera un laboratorio en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras. Además, colabora regularmente con medios de comunicación, donde realiza divulgación científica.
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El planteamiento del libro es deconstruir y entender la biología que determina nuestros comportamientos vitales para aspirar a sociedades más justas. Sin embargo, hay muchas cuestiones condicionadas por el entorno y la cultura. ¿Hasta qué punto hemos trascendido la biología?
Parte de lo que nos hace humanos es la capacidad de escapar de la prisión biológica. El resto de animales no pueden hacerlo. Solo nosotros entendemos nuestro entorno y lo modificamos. La selección natural se basa en la supervivencia de los individuos más adaptados, pero eso ya no funciona. De hecho, la medicina va en contra de ello: intenta que todos sobrevivan el máximo tiempo posible, incluso los más débiles. Hasta cierto punto, somos capaces de pervertir o adaptar algunos de los principios básicos de la biología como la evolución. Y cuanto más avanzamos y más conocimiento tenemos, más lo hacemos.
Pero siempre estaremos ligados a un determinismo biológico.
Totalmente. Lo importante es saber de dónde partimos. Mi teoría en el libro es esta: siempre estaremos sometidos a una serie de condicionantes biológicos, pero una vez los admitimos y reconocemos, podemos superarlos, si no todos, casi todos. La humanidad tendrá herramientas para realizar todos los cambios que quiera en la sociedad. Incluso físicamente. Hablamos de manipulación genética, de cómo es nuestro ADN y de qué aspecto podemos llegar a tener. Ahora bien, debemos saber si queremos trascender todos los límites.
“La humanidad tendrá herramientas para realizar todos los cambios que quiera en la sociedad, pero debe saber si quiere trascender todos los límites”
Puede ser peligroso.
Tan peligroso como darle una pistola cargada a un niño. Tenemos un poder inmenso y hay que ver cómo lo usamos. Somos humanos y cometemos errores. El ejemplo más claro es la energía atómica. Es positiva porque es relativamente limpia y puede solucionarnos problemas de suministro energético, pero al mismo tiempo puede destruir ciudades enteras. Con la genética pasa lo mismo. Bien usada puede ayudarnos a mejorar, pero mal utilizada puede ser un desastre.
Entre la amplia variedad de temas que aborda en el libro, también habla del odio, un sentimiento tan primitivo como el amor. Usted propone no rechazarlo, sino domesticarlo hacia un “odio civilizado”. ¿Cómo se consigue eso?
Es más fácil decirlo que hacerlo. Las leyes biológicas no permiten la igualdad. Los primates no viven en una sociedad justa, hay estratos y machos alfa, pero nosotros huimos de eso. La civilización implica la domesticación de nuestros instintos. Por ejemplo, no podemos ejercer violencia indiscriminada como lo hacen los animales, sino que la hemos delegado a los Estados. Esto nos hace avanzar hacia una sociedad más justa y equilibrada.
“La culminación de la civilización llegará cuando podamos tratar de la misma manera a las personas que odiamos que a las que amamos”
Con el odio es igual. Es un instinto natural que no podemos evitar, pero que se asocia con algo negativo, y por eso tendemos a negarlo. La diferencia, para mí, no es odiar o no odiar, es qué hacemos con este impulso. La culminación de la civilización llegará el día que podamos tratar y ayudar de la misma manera a las personas que odiamos que a las que amamos. El odio no puede ser una excusa para ser violentos o discriminatorios.
Defiende que la monogamia fue clave para la preservación de la especie. Un modelo que, posteriormente, se vio reforzado por el capitalismo y el patriarcado. ¿Tiene sentido mantener este sistema relacional en una sociedad moderna en la que las crías y las parejas ya no están sometidas a las amenazas de los depredadores?
Quizás no. Ya hubo un inicio de debate en los años 70, con el movimiento hippie, que quedó un poco enterrado, pero que ahora ha vuelto a resurgir. No es extraño hablar de poliamor u otras estructuras familiares. La monogamia ya no es esencial para la supervivencia y las relaciones humanas ya no están centradas solo en la reproducción, como al inicio de todo, así que podemos hacer lo que nos apetezca. Quizás no sea el modelo más adecuado, pero es el que la evolución adoptó porque las crías humanas son muy frágiles y que, como decías, se ha visto reforzado por el patriarcado y se ha usado como una excusa para perpetuar el estatus de un sexo por encima del otro.
Lo que intento con el libro es destapar la base biológica de estas cosas que queremos cambiar, no para decir que no se puede hacer, sino que puede ser más difícil. Es un patrón inusual, porque hay pocas especies monógamas de mamíferos, pero ha sido así por una cuestión evolutiva. Ahora bien, ¿vale la pena mantenerla? Según lo que dicen las encuestas a personas emparejadas, la monogamia no es el sistema que más garantiza la satisfacción sexual.
¿Y el sentimiento de celos es biológico o se ha construido culturalmente?
Es muy interesante porque es un sentimiento muy humano. La monogamia implica posesión hacia ambos lados. Ahora bien, culturalmente los hombres la han ejercido de una manera más marcada hacia las mujeres. ¿Qué parte biológica hay? Habría que estudiarlo con más profundidad.
Gracias a los avances en medicina, cada vez hay más personas mayores. ¿Qué implica la transición de una pirámide de población clásica a una estructura en forma de reloj de arena para las sociedades modernas?
Implica un cambio de modelo social que debemos empezar a discutir y solucionar. Lo que está claro es que la sociedad no puede funcionar de la misma manera ahora que en los próximos 50 años. Antes la franja joven de población era mayoritaria, pero ahora cada vez tenemos más individuos viejos. Ya estamos cerca de un 1% de la población en Europa por encima de 65 años. Son cifras que desmoronan el modelo de pensiones y de asistencia sanitaria actual. Y si tenemos éxito en la producción de fármacos antienvejecimiento, aún será peor. De momento, todavía podemos poner el parche de la inmigración, pero tiene un recorrido breve.
¿La inmigración es una solución sostenible para compensar el envejecimiento? ¿Qué retos presenta esta estrategia?
La inmigración en estos momentos es muy necesaria en Europa, pero si no se hace de forma correcta, crea problemas. El gran reto es recibirla de manera controlada. Si no se hace así, surgen extremismos debido a una necesidad que no se está cubriendo de manera adecuada. Además, es un parche a corto plazo, porque incluso en países de Asia o África donde hay más nacimientos, la tasa de natalidad está comenzando a bajar y a igualarse con los modelos europeos occidentales. El crecimiento de la población, que era constante y pensábamos que aumentaría de forma indefinida, se está frenando. Hasta ahora, el problema era pensar que no cabríamos y que no habría suficientes recursos para todos. La frenada llega de forma natural y se abre la puerta a un nuevo conflicto: menos nacimientos y seremos todos viejos.
“Para enfrentar la sociedad futura hay que encontrar la manera de reintegrar a las personas mayores en las sociedades urbanas y occidentales”
¿Cómo encaramos una sociedad futura que será completamente distinta a la actual? La primera solución es clara e implica encontrar la manera de reintegrar a la gente mayor en las sociedades urbanas y occidentales. Todo el mundo quiere llegar a viejo, pero una vez lo eres, no sabes qué hacer.
¿Por qué considera que las ciudades modernas no son adecuadas ni para los niños ni para las personas mayores?
Los niños no tienen espacios para correr, jugar y sentirse seguros. Las personas mayores no disponen de transporte adecuado, las calles y los servicios no están adaptados. Hay que replantearlo. Si cada vez hay más personas mayores, hay que procurar que las ciudades sean más amables. Muchas personas mayores se van a jubilar al entorno rural, donde todo está más cerca y es más sencillo, pero, por contra, la asistencia médica está muy centralizada en los centros de las ciudades.
En la película La sustancia se evidencia el pánico al envejecimiento en las sociedades modernas occidentales, especialmente entre las mujeres. ¿Por qué los humanos lo sentimos así, a diferencia del resto de animales?
Es una buena pregunta con una respuesta compleja y multifactorial. Las sociedades están pensadas para la gente joven, desde el marketing hasta prácticamente todo está orientado a la juventud y la plenitud física. Esto proviene de la importancia que le damos a una persona según su capacidad física y reproductiva. Un individuo es útil mientras es fuerte y puede reproducirse y la cultura lo ha reforzado. La obsesión de la sociedad es mantenerse como era en su pico reproductivo. Todos pasaremos por la experiencia degenerativa del cuerpo, pero las mujeres se sienten más presionadas porque hay un punto de inflexión que marca el final de la época fértil, la menopausia. Es un tabú y las mujeres posmenopáusicas parecen desaparecer de la realidad, de la televisión, del teatro.
Lo que vemos también es un incremento de los trastornos de conducta alimentaria en chicos. La presión estética se está contagiando a las nuevas generaciones con las redes sociales y se ha detectado un aumento de casos de vigorexia en chicos. Son muy jóvenes y tienen problemas renales por las proteínas que toman. Vamos al revés, en lugar de reconocer que el capital social de una persona debe estar desvinculado de su físico, estamos volviendo a hacer valer la imagen por encima del resto de contribuciones que puede hacer.
No es justo que una persona con un nivel socioeconómico más elevado pueda obtener fármacos antienvejecimiento por encima del resto. Usted plantea una distribución según la contribución social de la persona. ¿No le parece que está cayendo en la meritocracia? ¿Cómo debería ser esa aportación?
Es un modelo que habría que discutir. Sin embargo, si dejamos que las cosas funcionen por su cuenta, quien acabará mandando es el mercado y el dinero. Si no hacemos nada, cualquier fármaco o terapia antienvejecimiento irá para la gente rica. ¿Es eso lo que queremos? La solución buena es que todo el mundo pueda beneficiarse, pero ya sabemos que es imposible cuando hay una nueva tecnología. Cuando hay un avance, siempre está disponible primero para unos pocos y, pasado un tiempo, para la mayoría. La cuestión es que ese tiempo puede ampliar mucho la diferencia entre ricos y pobres. ¿Es la meritocracia una solución? Es complicado. ¿Quién decide el valor social de cada uno? ¿Estaríamos de acuerdo en que Elon Musk viva hasta los 100 años?
¿Qué papel deben tener capacidades humanas como la creatividad o la ética en un contexto de auge de la inteligencia artificial?
“La IA nos obligará a redefinir nuestra labor, cualidades y valor como humanos”
Estamos ante una revolución que no es nueva, pero sí más pronunciada. Que una máquina sustituya una habilidad humana es una situación que hemos vivido varias veces a lo largo de la historia. La IA nos obligará a redefinir nuestro trabajo, nuestras cualidades y nuestro valor como humanos. Nosotros tenemos la creatividad. Las máquinas no generan datos nuevos, sino que hacen refritos de cosas que ya existen. La IA no se puede entrenar con datos generados por ella misma, tiene que hacerlo con datos limpios creados por nosotros. Al ritmo que va, la necesidad de información original se verá superada por nuestra capacidad de creación. Ahora bien, aparecerán trabajos nuevos y habrá trabajos de toda la vida que se harán de manera diferente.
La IA necesita datos originales para crecer, pero usted dice en el ensayo que estamos perdiendo la creatividad y la capacidad de ser innovadores como en el pasado. ¿Cómo puede ser que nos estemos estancando?
Lo tenemos que solucionar rápidamente. Precisamente, hemos inventado una IA que nos quita la parte más mecánica de nuestro trabajo y nosotros no somos capaces de hacer la parte rupturista. Más que extinguirnos o destruir la humanidad, me preocupa la construcción de una sociedad futura que no avance más. Que sea el declive del imperio occidental. Espero que con las herramientas que tenemos, recuperemos la creatividad y que las nuevas generaciones hereden este reto.
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