EDITORIAL

La economía de la inmigración

El Periodico, 29-08-2006

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posiciones personales.
Las cifras aportadas por el informe semestral sobre la economía española elaborado por Caixa Catalunya introducen una gran cantidad de matices a la percepción que se tiene de los fenómenos migratorios y su repercusión en las sociedades de acogida. Según el estudio, sin los inmigrantes el PIB español habría descendido una media anual del 1% en el periodo 1995 – 2005, pero en cambio ha aumentado el 3,6%; y el PIB per cápita habría perdido una media anual del 0,6% en vez de ganar el 2,6%, como así ha sido. Este dato hay que sumarlo a otro dado a conocer a finales de mayo: el 10% del consumo privado en España – – 54.000 millones de euros – – corresponde a los gastos de cuatro millones de inmigrantes.
El impacto económico de la inmigración no es de capital importancia solo en España: en la UE de 15 miembros – – anterior a mayo del 2004 – – , la aportación de los inmigrantes al PIB per cápita fue de dos puntos al año, dentro de una horquilla que va de los 4,8 puntos de Irlanda al 1,3 de Francia. Dicho de otra forma, sin el factor migratorio, el PIB per cápita en la UE de 15 miembros habría descendido el 0,2% anual en el periodo 1994 – 2004.
Es injusto sopesar la importancia de los nuevos ciudadanos europeos – – o que aspiran a serlo – – en términos estrictamente económicos, pero seguramente son estas razones las que más pueden contribuir a serenar el debate y delimitar cuáles son los costes y los beneficios reales que aporta la inmigración. Por si no son suficientes, ahí está el dato de sobras conocido de que el crecimiento demográfico europeo depende sobre todo de la población inmigrada. En el caso de España, el 78,6% del aumento de la población durante el último decenio hay que atribuirlo a la inmigración. No se trata de esconder ni los focos de conflicto que la inmigración intensiva plantea en Europa ni los riesgos latentes de fractura social, sino de modular las soluciones para que los beneficios que aporta no se vean reducidos por un análisis desenfocado de la realidad y dominado por las pasiones, como sucede con harta frecuencia.
Aunque los modelos estadísticos que maneja la UE no garantizan que estos parámetros de crecimiento de la economía y de la población puedan sostener las necesidades presupuestarias a largo plazo del Estado del bienestar, sí puede afirmarse que, sin ellos, serían de todo punto insostenibles. Mantener el delicado equilibrio entre productividad, población y fiscalidad es esencial para asegurar el mantenimiento de las prestaciones sociales que caracterizan el modelo. Con la dinámica económica y demográfica de los europeos por sí solos, desde luego no parece posible.

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