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El "peligro" del odio "coordinado" en las redes sociales: "Es el cáncer de la democracia y está adquiriendo niveles metastásicos"

Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) han analizado casi 10 millones de datos de X, Facebook y las webs de varios medios de comunicación digitales, llegando a la conclusión de que el 70% de los mensajes de odio en España atacan a políticos, mujeres, inmigrantes, comunidades LGTBIQ+ y periodistas

El Mundo, Esther Mucientes Madrid , 18-12-2024

“Ver al enano fascista de Pablo Motos rabiar por el éxito de La Revuelta me da la vida…”; “Que os vea Txapote, hijos de puta corruptos”; “Este señor se ríe en nuestra cara. Menudo sinvergüenza”; “Iker huele ya mucho a fachilla y su mujer más…”: “Hijo de…”; “Mamarracho”; “Golfa…”. Se podría seguir escribiendo miles de insultos y no habría suficiente papel en el mundo para alojar la cantidad de odio que acogen las redes sociales en la actualidad.

Aunque no es algo nuevo, entrar en X, en Instagram o en cualquier otra red social es encontrarse con un clima de hostilidad constante. Hace unas semanas fue Pablo Motos y David Broncano, semanas antes Iker Jiménez, todos los días los políticos, siempre que se puede las mujeres, los colectivos LGTBIQ+, la inmigración, los periodistas o los medios de comunicación. Da igual el tema, el día o los protagonistas, las redes sociales se convierten en un generador de odio cada vez más difícil de controlar y, ahora también, según un estudio, en un odio “coordinado”.

Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) iniciaron hace unos años el proyecto Hatemedia, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, y que ya tiene unas conclusiones que asustan, pero que también ofrecen esperanza. El análisis de casi 10 millones de datos de X, Facebook y las webs de varios medios de comunicación digitales españoles muestra que el 70% de los mensajes de odio publicados en España atacan a políticos, mujeres, inmigrantes y comunidades LGTBIQ+. Son, según este informe, “difundidos como parte de una estrategia dirigida a posicionar determinadas narrativas e ideas en la opinión pública”. Este proyecto de investigación ha intentado abordar un tema “básico y fundamental”: ¿qué protagonismo tiene el odio en las redes sociales? A partir de ahí lo que pretende es mostrar el peligro que suponen los mensajes de odio y cómo se pueden frenar.

“La sociedad política se construye sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo entre posturas encontradas y no sobre la posibilidad de liquidar al enemigo, que es un asunto muy distinto, pues estaríamos cayendo en el mundo de los totalitarismos tanto de derechas como de izquierdas”, explica Julio Montero, codirector del proyecto junto al catedrático Elías Said, investigador principal de Inclusión socioeducativa e intercultural, Sociedad y Medios de UNIR. “El juego democrático”, según Montero, “consiste en dejar con vida al enemigo. Y eso supone racionalidad y supone también en la medida de lo posible desterrar los juicios de carácter peyorativo que niegan derecho al otro sólo por ser enemigo, sólo por pensar distinto. Eso es lo peligroso”.

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“Los políticos, así como los periodistas y los propios medios están en la diana de los odiadores, que recurren con frecuencia a individualizar en personas concretas la consigna contra el grupo”

Para Montero “el odio ataca dos pilares esenciales de la democracia: el respeto a la verdad y el respeto al conciudadano que piensa algo diferente a lo que pienso yo”.

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Y con esta preocupación nació Hatemedia, el estudio que traza una cartografía de la presencia, tipología e intensidad de los mensajes de odio generados por los usuarios de redes sociales. Y es que atendiendo a su nivel de intensidad, los mensajes de odio buscan “provocar sentimientos de ira, resentimiento y oposición” hacia una determinada persona o colectivo. Según el estudio de la Universidad Internacional de La Rioja, junto con otras universidades, “los políticos, así como los periodistas y los propios medios están en la diana de los odiadores, que recurren con frecuencia a individualizar en personas concretas la consigna contra el grupo”.

En palabras del profesor Montero, “la política consiste precisamente en un acuerdo sobre cómo resolver los desacuerdos. Eso exige comunicación racional, respeto a la verdad y al adversario político”. Para Montero, si esto ocurre, “la democracia se diluye y podría acabar siendo un recurso para liquidar a quien se me opone: al que antes se le odia y se le desprecia”.

“El odio es el cáncer de la democracia, cáncer que, en algunos sitios, o en algunas circunstancias concretas, está adquiriendo niveles metastásicos”, denuncia el profesor. El 35% de los mensajes analizados promueven el odio político; otro 35% corresponde a odio xenófobo, misógino por causas de orientación sexual, y el 30% restante, a un tipo de odio general, sin enfocarse en un colectivo concreto.

El lugar preferido para incitación al odio sean los comentarios de los medios de comunicación

De estos datos sorprende el hecho de que el lugar preferido para incitación al odio sean los comentarios de los medios de comunicación, aunque, según Elías Said, “no significa que los medios, considerados como un colectivo, promuevan el odio”. De hecho, “nuestro interés está en avanzar en la comprensión de la presencia de diferentes tipos de odio en medios de comunicación y sus perfiles sociales”.

Así, para clasificar la intensidad del odio expresado en los mensajes analizados, la UNIR ha establecido cuatro niveles diferentes: el 1 se asocia a mensajes de odio incívico; el 2, a mensajes malintencionados o expresiones abusivas; el 3, a insultos; y el 4, a amenazas veladas o explícitas.

El resultado es más que preocupantes, pues el 63% de los mensajes de odio analizados promueven un clima de hostilidad mediática intensidad 1 y 2 contra colectivos vulnerables, mientras que el 37% fomentar un clima de violencia mediática contra esos mismos colectivos.

Según el estudio, abunda “el contenido peligroso”. Más de la mitad de los mensajes que han sido analizados contenían odio. Pero no todos son iguales. “Hay muchas formas de odiar porque se odian muchas cosas distintas y por qué se odia con diferente intensidad”, explica Montero. ¿Cuál es el tipo de odio más abundante? El de intensidad 1 y 2, que se podría calificar como los mensajes “suaves”, pero que son “muy peligrosos”, según los investigadores, porque “constituyen cultura, el suelo permisivo en el que la gente se permite y se tolera odiar, sin que se considere peligroso”. Es por eso que “en el momento en el que suelo sube la sociedad se hace menos permisiva y, por tanto menos democrática”.

“Si queremos hacer acciones que ayuden al ataque y defensa al odio, tenemos que cambiar la mentalidad para generar acciones preventivas”

Elías Said, investigador
Las preguntas ahora son saber quiénes son los que odian así y qué se puede hacer para frenar un odio que cada vez se está extendiendo más. Según el estudio, se trata de usuarios “que parecen, entre otros rasgos, actuar de forma coordinada, con el fin de repetir ideas destinadas a proposiciones narrativas e ideas en la opinión pública”. En su diana, según los datos, tienen “fundamentalmente a actores políticos, periodistas y a los propios medios, para diseminar expresiones de odio a través de lo que estos actores representan socialmente”.

Said pone el foco en que “estudiamos el odio después de que pasa la viralización”. Es por ello que “si queremos hacer acciones que ayuden al ataque y defensa al odio, tenemos que cambiar la mentalidad para generar acciones preventivas que pueden ser estrategias contra narrativas, pero que deberían ser acciones de intervención desde los centros escolares, desde los mismos actores de moderación”. ¿Estar en las redes sociales es una garantía de un diálogo democrático dentro de esos espacios? “Creo que no”, responde el codirector del informe.

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Pensamos que esos mensajes de odio provienen de influencers, de personas con miles de seguidores o que siguen a miles de personas, pero la realidad es otra, pues, en primer lugar, “los odiadores no son influencers, son personas como un ama de casa o un estudiante que está en clase”. Suelen ser personas que tienen pocos seguidores y que, por tanto, no son claramente identificables. La clave de por qué sin ser influencers generan tanto odio es que “pareciera haber una coordinación entre usuarios odiadores”, y ahí es donde es clave la racionalidad y el “cambiar la mentalidad de ser forenses” para curar la herida antes de que se produzca.

El Monitor de Odio, como lo han calificado los investigadores, está al servicio de los medios informativos, los profesionales del sector y los agentes públicos y sociales para ayudar a detectar e implementar estrategias activas que permitan prevenir la presencia de expresiones de odio en el entorno de los medios digitales. Este monitor no solo espera “detectar” la presencia de odio, sino también brindar un índice de alerta temprana y otros indicadores que ayuden a los interesados en seguir este fenómeno en sus primeras fases, y no una vez ocurrida la viralización de este tipo de mensajes.

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