Ratas
Diario Sur, 28-08-2006SIEMPRE aprendemos algo nuevo. Este año hemos escuchado la palabra cayuco y hemos recuperado la memoria de los siete nombres de las siete principales islas canarias. Podemos situar el dedo en el globo terráqueo (la palabra terráquea suena un poco a raquítica, y raquítica a rata incapaz de sobrevivir en un hábitat hostil, y podríamos seguir pero mejor cerrar el paréntesis). Podemos situar el dedo en el globo terráqueo e identificar Mauritania y Senegal, quizá también Gambia y alguna Guinea. La distancia de las costas de estos países hasta el archipiélago canario, en cayuco, es infinita. El mar, oscuro, lo abarca todo. Hablábamos el otro día de los avances tecnológicos y del acceso a ellos: los cayucos son gobernados con la ayuda de un gps, que con una voz metálica e impersonal, irá comentando al patrón: otro ser humano ha caído al agua. A lo mejor esa voz insensible matizará: el cuerpo se aleja por babor. Estudiando esos gps la Guardia Civil localiza las playas africanas desde las que parten.
¿A qué playas llegan los cuerpos de los desaparecidos?, ¿cuándo cesará esta funesta invasión? Incapaces de contener el mundo, ponemos toallas en las rendijas por las que se adentra el mar. La Río Duero – la patrullera española cuyo nombre todos conocen en Mauritania y Senegal – no puede enfrentarse al mar. El mar es una rendija en la que el cemento no cuaja. Tenemos un problema y cada vez nos damos más cuenta de que el problema es de todos.
La explicación de esta invasión parte del gps. Hay que localizar la playa de la que salen los cayucos, y una vez localizada tenemos que desembarcar y dejar la costa atrás, el mar a nuestras espaldas. Recorrer miles de kilómetros de carreteras sin asfaltar, entrar en ciudades y buscar los mercados y las plazas y los hospitales. Comprender entonces lo que siempre hemos sospechado: nosotros en las mismas circunstancias también buscaríamos una salida y emigraríamos (ya lo hicieron nuestros abuelos, ese argumento recurrente y terriblemente cierto). Y una vez sabido esto podemos pisotear el gps y llegar a la conclusión de que somos ratas y la marinería de los cayucos son ratas raquíticas, y comprender que la diferencia entre unas ratas y otras es la alimentación y el calor de la jaula en la que habitan. Y que las ratas raquíticas han roto algunos barrotes de sus jaulas y penetran en las nuestras, rompen nuestra paz y entonces el problema de las ratas raquíticas nos incumbe (¿por qué antes no?).
El gobierno ha decidido aumentar la cantidad de dinero destinado a cooperación al desarrollo. Eso no va a eliminar la salida de cayucos, y además la cantidad de dinero es insuficiente. Pero es un paso. Y sigamos aprendiendo.
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