Deportes sin fronteras
El pasaporte, el móvil y la vida en Sudán
La selección sudanesa de fútbol ofrece alegría en medio de la tragedia
La Vanguardia, , 11-12-2024Más de 60.000 muertos, infinidad de violaciones, ocho millones de desplazados, casi dos millones de refugiados, 19 millones de niños que no pueden ir a la escuela… Mientras el mundo mira a la guerra de Ucrania y los conflictos de Gaza, Siria y Líbano, horribles de por sí, la mayor tragedia humanitaria se desarrolla en Sudán, donde muchos campos de fútbol se han convertido en cementerios. En los que no, se sigue jugando cuando lo permiten las treguas, aun a riesgo de recibir tiros en vez de pelotazos. Pero es una forma de evasión para una generación perdida.
Y en medio de la catástrofe, exilada en Marruecos y jugando los partidos como local en Rabat, Bengasi (Libia), Mauritania y Sudán del Sur (el país vecino), la selección nacional estará en la fase final de la Afcon (Copa Africana de Naciones), que se disputará a partir de diciembre del año que viene, y lidera su grupo clasificatorio para el Mundial. De los cuatro partidos disputados hasta ahora ha ganado tres y empatado uno, y si acabase primera, tendría un lugar en el torneo del que serán anfitriones EE.UU., México y Canadá.
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La mayoría de integrantes del equipo jugaban en los dos grandes clubs del país, Al Merrick y Al Hilal, ambos de la ciudad de Omdurman, separada de la capital Jartum por el río Nilo, pero desde que estalló la guerra hace 19 meses han tenido que trasladar su oficio a lugares más seguros. Todos (el capitán Ramadán Agab, el portero Mohamed Mustafa, el máximo goleador Mohamed Abdelraman, el centrocampista Walieldin Khedr…) han perdido seres queridos y visto como familiares y amigos eran asesinados, bien por el SAF (Ejército Nacional) o por los rebeldes del RSF (Fuerza Rápida de Apoyo), las dos facciones rivales en la guerra civil que se desarrolla sobre todo en la región del norte y en el oeste del país.
Cuando tienen ocasión, los jugadores abandonan por unos días sus lugares de exilio y visitan campos de refugiados como el de Zarzar (en Darfur, principal foco de las hostilidades) y el de Adre, en Chad, a tan solo unos kilómetros de la localidad de Al Geneina, que ha quedado completamente arrasada. En sus tiendas de campaña viven más de cien mil personas que encuentran en el fútbol una manera de olvidar. “En Sudán decimos que quien ha podido escapar con el pasaporte, el teléfono móvil y la vida puede considerarse un afortunado”, dice el capitán Agab, cuyo sueño es jugar en la Premier League, como sus compatriotas Jordan Ayew (Leicester), Antoine Semenyo (Bournemouth) y Mohamed Kudus (West Ham).
“El fútbol es un símbolo de libertad para gente que es prisionera de su destino”, opina filosófico el seleccionador nacional, el ghanés James Kwasi Appiah, que ha orquestado el acceso a la fase final de la Afcon con un empate a cero contra Angola, y la primera plaza provisional en el grupo clasificatorio para el Mundial, con Mauritania, Senegal, Sudán del Sur, Togo y la República Democrática de Congo como rivales. El primero obtendrá una plaza automáticamente, y el segundo irá a la repesca.
“Mi trabajo más importante no es corregir los errores tácticos de los jugadores, pedirles que presionen o decirles qué posición deben ocupar en el campo, sino darles consuelo cada vez que reciben la noticia que alguien de su familia ha muerto o ha desaparecido, lo cual ocurre continuamente. Es algo que no le deseo a ningún entrenador ni al peor de mis enemigos –explica Appiah, el técnico sudanés–. Pero tenemos un trabajo importante que hacer, y ese trabajo es ganar y de esa manera hacer felices a personas que lo han perdido todo, que han visto morir a sus padres, sus hijos y sus hermanos, mientras el mundo mira hacia otra parte”.
Fútbol en Sudán
El ocaso y la resurrección de ‘los halcones de Jediane’
El fútbol llegó a Sudán desde Egipto, donde lo popularizaron los colonizadores británicos. Su federación es una de las más antiguas de África, ingresó en la FIFA en 1948 y produjo en los años sesenta y setenta una generación dorada de jugadores (Mustafa Azhari, Nasr el Din Abbas, Siddiq Manzur, Ali Gagarin…) que conquistaron como anfitriones la Copa Africana de Naciones en 1970. Es hasta ahora el único trofeo en las vitrinas de los llamados halcones de Jediane. Tras cinco décadas de oscuridad y derrotas, y a pesar del exilio debido a la guerra, la selección atraviesa ahora un momento dulce.
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