Fresnedillas se hace cosmopolita

ABC, 28-08-2006

TEXTO: CARLOS HIDALGO FOTOS: VÍCTOR INCHAUSTI

MADRID. La mayoría de los madrileños no sabrían ni situarla en el mapa, pero la pequeña localidad de Fresnedillas de la Oliva, con apenas un millar de personas engrosando su censo municipal, se ha convertido en el principal puerto de llegada – porcentualmente, claro está – de los inmigrantes que hacen su casa de nuestra región.

Su oferta laboral no es precisamente boyante; tampoco lo son los precios de sus viviendas; ni siquiera su conexión con la capital, a 50 kilómetros y mediante la espeluznante «carretera de los pantanos». Entonces, ¿qué tiene Fresnedillas? «Tranquilidad y, sobre todo, que aquí nadie pide «papeles»», sentencia una vecina española.

Cristina Simionov tiene 23 años y, desde hace tres y medio, es vecina de este pueblo de la sierra oeste. Sus bellos rasgos y un leve acento del este la descubren como rumana. Pero ya se siente una más entre sus vecinos. Llegó desde su país de origen directamente a Fresnedillas porque es ahí donde tiene a su familia. Pese a sus miedos iniciales, su integración fue progresiva desde el primer momento. «A las dos semanas de llegar ya encontré trabajo, en una cafetería», comenta, no sin antes recordar que, en un primer momento, el desconocimiento del idioma le hizo pasarlo algo mal.

Los naturales de esa zona de Europa tienen una extraordinaria facilidad para aprender el español. Y se nota. De hecho, los rumanos, alrededor de unos 200 en el pueblo, según Cristina, se suelen emplear en negocios de hostelería, donde es de vital importancia la buena comunicación con el público.

Las cifras oficiales hablan de que un 309 por mil de sus habitantes – es decir, 339 de sus 1.098 vecinos – es extranjero, con especial preponderancia de las mujeres (43,36%), pero todo el mundo en el pueblo sabe que eso no es del todo cierto. Que son más. Bastantes más. No en vano, si damos por bueno el cálculo de Cristina y teniendo en cuenta que los rumanos son la segunda comunidad extranjera en número, no es arriesgarse situar en medio millar la cantidad real de inmigrantes.

Árabes, rumanos y suramericanos

Los árabes fueron los primeros en llegar a Fresnedillas, hace unas dos décadas. Los primeros que aparecieron por allí ya tienen varios hijos nacidos en España. En tercer lugar se encuentran los rumanos y otros procedentes del Este de Europa. Son, dicen, los de mejor adaptabilidad, quizá porque son europeos también.

No nos andamos por las ramas: ¿Existe racismo en el pueblo? «Al principio, sentí algo de eso», comenta una inmigrante. Otra pareja, suramericana, afirma que lo han vivido una sola vez: «Estábamos de fiesta en la casa y vinieron unos vecinos a quejarse». Por lo tanto, prefieren hablar más de problemas de convivencia, debido a la disparidad de culturas, que de xenofobia o racismo. En lo que coinciden tanto foráneos como españoles es en que el día a día ellos es muy normal y no viven «unos de espaldas a los otros».

Las dificultades económicas son, prácticamente en todos los casos, el motivo que provoca su llegada a tierra extraña. «En Ecuador, yo ganaba unos 150 euros trabajando en una fábrica; aquí, en el servicio doméstico, gano 800», cuenta Sonia, de 22 años, quien conoció en Madrid al que ahora es su marido, Jaime, de idéntica edad y nacionalidad. Él se siente bien en Fresnedillas, pero no tanto como su esposa, pues echa de menos las comodidades de la gran ciudad: «Aquí tenemos que coger el coche para hacer la compra». Llevan cuatro años en España, donde nació, hace uno y medio, su hija. Confiesan que la convivencia es mejor con los españoles – «aunque algunos son muy serios» – que con los marroquíes, y también entienden que, en alguna ocasión, alguna gente se queje de que hacen mucho ruido: «En Ecuador nos gusta mucho la fiesta. Aquí el Fin de Año es muy triste», dicen.

Cristina, la chica rumana, no lo duda: «La pobreza es lo que nos hace venir aquí». Está contenta. Su cara lo refleja. En la actualidad está trabajando en la única inmobiliaria legal del pueblo. «Yo a Rumanía volvería, pero sólo de vacaciones». Su jefe, Ángel Aldea, nació en el pueblo, pero reside en Madrid. «Lo que ha cambiado no es Fresnedillas; ha cambiado España», sentencia. «Este municipio no oferta puestos de trabajo, no genera empleo, así que, quizá, la razón principal de que los extranjeros vengan aquí es la buena conexión de autobús que hay», afirma. La vivienda – sabe de lo que habla, pues, además de la inmobiliaria del pueblo, regenta otra en la capital – es también, y dónde no, demasiado cara. Una casa de 65 metros cuadrados viene a costar unos 165.000 euros. «En Madrid puede ser entre 1,5 y tres veces mayor el precio, aunque eso depende de los barrios».

Mezquita de Nassar

No todo en la vida es trabajo. Hay que dejar tiempo al amor. Y, en ese aspecto, también se está notando la incidencia de la inmigración en Fresnedillas. «Cada vez son más las parejas o matrimonios mixtos, sobre todo, entre rumanas y españoles», dice Cristina, que está casada con un español.

Y nacen los hijos. Las nuevas generaciones. Chavales algunos que han heredado la religión de sus padres. En el centro del pueblo, como también ocurre en el cercano Valdemorillo, se ha instalado una pequeña mezquita. En la entrada de una casa, una veintena de pares de zapatos son la antesala al centro de oración. Una quincena de niños de entre 3 y 15 años escriben en árabe sobre sus tablillas versos del Corán, bajo la atenta mirada del sonriente imán Abdelasis, que apenas entiende nuestro idioma. Said es el mayor de los chavales y hace de intérprete. La Mezquita Nassar, que es como se llama, lleva siete años abierta, y en ella se reúnen a diario, excepto los jueves, todos los niños musulmanes del pueblo. Es el principal emblema del crisol de culturas en que se ha convertido Fresnedillas. Los chicos aprenden su religión y practican las oraciones. Algunos son nacidos en el pueblo, pero todos hunden sus raíces en Marruecos.
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