“Me gustaría que los israelíes entendieran que el sionismo es racismo”
‘Lyd’, codirigida por el periodista y activista palestino Rami Younis, describe cómo podría haber sido la vida si no hubiera habido una Nakba. Prohibida en Israel, la película está atrayendo a multitudes en EEUU
Público, , 05-12-2024Cualquier dictadura digna de ese nombre estaría orgullosa de la forma en que se desarrollaron las cosas en Israel el 10 de octubre de este año. Inmediatamente después de que un activista de derechas se enterara de que la película palestina Lyd –nombre árabe de la ciudad de Lod– se iba a proyectar en el Teatro Al Saraya, en Jaffa, y enviara un mensaje urgente, entre otros, al ministro de Cultura y Deportes, Miki Zohar, asegurando que aquello ponía en peligro la seguridad de Israel, el ministro se puso en marcha.
Zohar declaró que la película presenta una imagen “disparatada e insidiosa”, y pidió a la policía de Israel que impidiera la proyección. Los policías se apresuraron a obedecer, convocaron al director del teatro a una “charla de advertencia” y prohibieron el evento –porque “no se había enviado ninguna solicitud para obtener el permiso para exhibir la película” al Comité de Revisión Cinematográfica del país–. La guinda del pastel vino del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, que escribió en X (antes Twitter): “Oigo los lamentos de la gente de izquierdas sobre la cancelación de la proyección de la película Lyd en un teatro de Jaffa. Tienen que entender que la ley es la ley, y que una orden es una orden”.
La proyección de Lyd, que pone el foco en la conquista por parte de Israel de la otrora próspera ciudad árabe durante la Guerra de Independencia, fue cancelada; el peligro claro y presente para la seguridad de Israel fue conjurado. Uno solo puede imaginar lo que habría ocurrido el 7 de octubre del año pasado si las autoridades se hubieran movilizado y hubieran entrado en acción con esa misma velocidad y eficacia. Sea como fuere, 14 organizaciones representantes de artistas, conmocionados por la intolerable facilidad con que se había prohibido el evento, instaron al fiscal general, Gali Baharav-Miara, a que aclarara al ministro de Cultura y a la policía que su trabajo no es interpretar contenidos culturales ni impedir su presentación en público. “El deber de la policía de Israel es proteger la libertad de expresión, no proteger a quienes buscan deteriorarla y anularla”, declararon los grupos.
Para entonces, Rami Younis, codirector de la película, ya se había embarcado en un vuelo hacia Estados Unidos, donde comenzaba una ronda de proyecciones internacionales de Lyd. Desde entonces ha estado yendo y viniendo entre ciudades estadounidenses, hablando con el público, describiendo cómo los policías de Israel se han convertido de repente en censores, y relatando cómo él mismo se ha convertido en un chivo expiatorio a quien persiguen habitualmente figuras de la derecha en Israel.
Como palestino residente y ciudadano de Israel, inflexible en la expresión de sus opiniones aun sabiendo que en el ínterin van a disgustar a muchos judíos, Younis está acostumbrado a los ataques, y sabe lo que se siente al ser silenciado. Si se mete en el buscador su nombre en hebreo, uno de los primeros resultados es “Conozca al denigrador –BDS [Boicot, Desinversiones y Sanciones, un movimiento político que defiende los derechos del pueblo palestino]”.
Precisamente porque Younis está acostumbrado a esas críticas afiladas, esperó más de un año antes de decidirse, junto con su codirectora judíoestadounidense, Sarah Ema Friedland, a organizar la exhibición de Lyd en Israel. El estreno mundial de la película fue en agosto de 2023, en el Festival Internacional de Cine de Ammán, donde consiguió dos premios; y justo cuando se suponía que se iba a presentar en Israel y en el mundo entero, el 7 de octubre fastidió todos los planes.
“Al principio de la guerra, proyectar una película como esta en Israel era literalmente jugarse el pellejo, así que nosotros nos autocensurábamos, solo por el miedo que teníamos por nuestra seguridad personal”, dice Younis en una entrevista en vídeo realizada este mismo mes desde una habitación de hotel en Massachusetts. “Al fin y al cabo, vivimos en un país en el que Ben-Gvir es ministro de Seguridad Nacional; así que nos limitamos a esperar y esperar, hasta que fue imposible seguir esperando”.
“La pesadilla en la que estamos no va a terminar, así que ¿qué hacemos?, ¿no proyectar la película? De modo que, cuando el Teatro Al Saraya nos dijo: ‘Queremos proyectarla’, estuvimos de acuerdo. Antes de eso habíamos hecho una proyección en Lod, de tapadillo, sin publicitarla. Somos conscientes de dónde vivimos, y de la atmósfera de macartismo y fascismo que nos rodea”.
Younis ya había visto cómo la policía prohibía en agosto la proyección, tanto en Haifa como en Jaffa, de la nueva película de Mohammad Bakri, Yenín Yenín 2, por miedo a “que perturbara el orden público”; la policía clausuró también la sucursal en Haifa del partido árabe-judío Hadash. Pero lo que sorprendió a Younis fue la decisión del ministro de Cultura de unirse a los extremistas de derechas en la exaltación antipalestina en torno a su película.
“Es una vergüenza que la provocadora e insidiosa película Lyd, que ha sido escrita y producida por activistas que apoyan el boicot contra Israel, se proyecte en el territorio del Estado”, escribió ese día Zohar. “La película, que presenta una imagen disparatada, falsa, según la cual los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel supuestamente perpetraron una brutal masacre, describe la expulsión de los palestinos de Lod y presenta un relato mentiroso en el que la ciudad supuestamente fue destruida por culpa del Estado de Israel, continúa calumniando a Israel y a los soldados de sus Fuerzas de Defensa”.
Unos días más tarde, en una entrevista con Channel 13 News, el ministro añadió que Lyd “es en realidad una película de poca calidad, una mentira sin fundamento, [caracterizada por] invenciones desconectadas de la realidad contra el pueblo judío, contra la nación de Israel, contra el Estado de Israel”.
Este mes, otra película sobre el conflicto entre israelíes y palestinos ha sufrido un tratamiento similar. El Comité de Revisión Cinematográfica del Ministerio de Cultura avisó a las salas del país de que no proyectaran 1948 –Remember, Remember Not–, de Neta Shoshani, resucitando con ello el uso de una ordenanza de la época del mandato británico que exigía un permiso de proyección, como instrumento que posibilitaba la censura de filmes controvertidos.
Sin el vigoroso ataque del ministro Zohar y la prohibición impuesta por la policía al pequeño teatro de Jaffa, es probable que muchos nunca hubieran sabido de la película
Como ocurre a menudo con Younis, la ofensiva lanzada contra su película produjo los resultados opuestos. “Qué gran regalo de relaciones públicas me están dando”, dice él, con una sonrisa. “Quiero aprovechar bien esta plataforma para agradecérselo a quienes lo han hecho”.
Sarcasmos aparte, Younis tiene razón. Sin el vigoroso ataque del ministro Zohar y la prohibición impuesta por la policía al pequeño teatro de Jaffa, es probable que muchos nunca hubieran sabido de la película. Pero la prohibición de proyectarla, emitida de forma impulsiva –sin que ninguno de los autoproclamados censores se hubiera molestado en ver la película–, la elevó a los titulares de la noche a la mañana, tanto en Israel como en otros países, donde se ha estado proyectando en salas llenas. Porque ¿quién no querría ver una película tan peligrosa, una bomba cinematográfica a punto de estallar, una creación que ha logrado estresar a un ministro israelí hasta el punto de hacerle emprender una acción tan poco meditada?
Younis: “Tenía una premonición sobre lo que iba a ocurrir; lo que no sabía es que Miki Zohar fuera a copiar y pegar aquel mensaje de un activista de derechas. Me regaló una publicidad tremenda. Pero el hecho de que la policía obedezca a un ministro porque sencillamente no le gusta algo y decide cancelarlo, eso es una locura. El resultado es que en la comunidad internacional muchos se están dando cuenta ahora de lo que estamos pasando, están viendo dónde vivimos y comprendiendo que las personas tienen miedo de esta película. ¿Y por qué? Solo porque se atreve a imaginar una situación en la que todos somos iguales y libres”.
Lyd es un trabajo híbrido, en el que se entretejen documental y fantasía. Cuenta la historia de la ciudad de Lod, en el Distrito Central de Israel, por medio de una combinación de grabaciones de archivo y entrevistas, tanto históricas como nuevas, con animaciones que crean una forma alternativa de realidad. La parte documental se centra en la bulliciosa Lod de antes de 1948, y en el golpe mortal que sufrió en la Nakba –es decir, durante la Guerra Israelí de Independencia de 1947-1949, cuando más de 700.000 árabes del país huyeron o fueron expulsados de sus casas–. La masacre que los soldados del naciente ejército presuntamente perpetraron contra los habitantes de Lod, la expulsión masiva, el saqueo y la confiscación de los hogares dejados atrás… en Lyd se tratan todos esos dolorosos temas.
De hecho, al enfocarse en esa ciudad en particular, la película tiene el efecto de contar la muy verdadera historia de la Nakba del pueblo palestino entero. Pero Younis y Friedland también envuelven las calamidades que sufrió Lod en un velo de fantasía. La ciudad se antropomorfiza, se transforma en un personaje en toda regla y se le permite usar su propia voz, en primera persona, para dibujar un panorama que en el fondo es optimista. Es decir, que mientras juegan al juego de “¿Qué habría pasado si…?”, los creadores de la película se han tomado la libertad de imaginar qué aspecto tendría hoy esa ciudad de más de 85.000 habitantes si la Nakba no hubiera ocurrido. Con la ayuda de la animación, recrean un lugar floreciente y próspero que el pueblo judío nunca destruyó para establecer su Estado.
Una imagen promocional de la película ‘Lyd’ (Friedman y Younis, 2023).
Una imagen promocional de la película ‘Lyd’ (Friedman y Younis, 2023).
En esta película, usted está de hecho borrando Israel, haciéndolo desaparecer.
Hemos creado una realidad en la que no hay sionismo, no hay Estado de Israel; pero nuestro universo paralelo no se remonta a 1948, sino a 1918. Hemos anulado el Acuerdo de Asia Menor [de 1916], que dividía Oriente Medio en colonias inglesas y francesas. Lo que estoy intentando decir –y esto lo puedo decir yo porque soy árabe– es que en ese universo paralelo, los árabes habían tenido agallas y se habían impuesto a los europeos. Así creamos una situación en la que Palestina existe como Estado, pero tiene también judíos entre su población, y todos viven felices como iguales entre el río y el mar.
Hasta el día de hoy, quitando al mundo árabe y a unos pocos izquierdistas sensibles, nadie reconoce lo que nos pasó
¿Es esa la situación que usted querría ver aquí?
Lo que querría es que los israelíes entendieran que el sionismo es racismo, que entendieran que no es aceptable no reconocer los crímenes del pasado. Porque, como escribió Tamer Nafar no hace mucho en Haaretz, si un crimen no se reconoce, se repite. Y es exactamente por eso por lo que, al principio de la guerra actual, vimos a personajes como Avi Dichter [antiguo director del servicio de seguridad del Shin Bet y actual ministro de Agricultura] amenazando con “una segunda Nakba”. Lo cual es realmente estúpido porque, después de todo, ni siquiera ha reconocido la primera. Pero también demuestra que eso les funcionó en el pasado, porque la realidad es que hasta el día de hoy, quitando al mundo árabe y a unos pocos izquierdistas sensibles, de hecho nadie reconoce lo que nos pasó. Y si eso es así, entonces se puede hacer otra vez. Eso es lo que yo quiero que la gente entienda.
Trifulca en el plató
Younis, de 39 años, nació y se crió en Lod. A edad temprana se convirtió en activista, batallando en representación de la acongojada población palestina de la ciudad. Su empleo cotidiano consistía en trabajar en una empresa farmacéutica (tiene un grado medio en Biología) y a la salida, él y sus amigos se manifestaban contra la demolición de viviendas, entre otras cosas, y organizaban diversas actividades culturales, incluyendo la proyección de películas.
A los 28 años, cambió de rumbo y se unió al núcleo fundador de Local Call, una web periodístico-activista comprometida con la democracia, la igualdad y la resistencia a la ocupación. Empezó a trabajar como escritor y editor, y también colaboró en la página gemela de la web en lengua inglesa, +972.
En 2015, saltó al ruedo político al convertirse en asesor ante los medios de comunicación de Hanin Zoabi (integrante de la Knesset, del partido Balad), probablemente en el momento en que la derecha más odiaba a la parlamentaria árabe. “Ese era precisamente el desafío. Yo quería ver si podía hacerlo, aquello me interesaba, pero el trabajo en la Knesset era… Recuerdo que llegaba allí, aparcaba y subía al piso de arriba: me sentía como si una de mis piernas estuviera subiendo mientras la otra tiraba en dirección opuesta. Yo no quería estar en aquel sitio, se me hacía realmente difícil ir a trabajar y tener que ver a [Bezalel] Smotrich [un ultranacionalista miembro de la Knéset] por los alrededores. El trabajo en sí era superinteresante y estimulante –y a veces también divertido; yo me sentía como en un episodio largo de Veep. Pero no conseguimos que se aprobara ni una sola ley. Así que, ¿qué pintábamos nosotros allí sentados, sin hacer nada más que declaraciones para los medios?”
Al cabo de solo tres meses ya había tenido suficiente, y volvió al periodismo. Y, como es emprendedor cultural por naturaleza, él y unos pocos amigos de Lod unieron fuerzas en 2017 para crear la Palestine Music Expo, un festival de música palestina que se celebró en Ramala, en Cisjordania, durante tres años, que recibió una extensa cobertura en medios de comunicación internacionales y atrajo a muchos visitantes de otros países, hasta que fue arrasado por la pandemia. “La idea era forjar una conexión entre la escena musical de los dos lados de la barrera [de separación], es decir, músicos palestino-israelíes de 1967 y músicos como yo, gente de 1948 [exiliados], y conectarlos con el resto del mundo”, explica.
Fue en aquel período cuando conoció a la directora estadounidense Sarah Ema Friedland, que le sugirió que se uniera a ella en un proyecto cinematográfico enfocado en la historia de Lod. Empezaron a trabajar con la ayuda de una campaña de crowdfunding. Y entonces llegó un correo electrónico inesperado. Roger Waters –el antiguo líder de Pink Floyd, que hoy es un elocuente activista político que apoya el boicot, las desinversiones y las sanciones contra Israel– decía que quería financiar la película.
Younis: “Él me conocía por mi trabajo periodístico en inglés y por la Palestine Music Expo. Cuando oyó hablar de nuestra campaña, sencillamente contactó conmigo y dijo: ‘Me encanta el proyecto, quiero financiarlo’. ¿Tú sabes lo que es levantarte por la mañana y ver el nombre ‘Roger Waters’ en tu carpeta de correo entrante, y darte cuenta de que quiere apostar por tu película? Fue un momento increíble”.
Pero, como periodista que sabe que mencionar el nombre de Waters en una entrevista como esta podría hacer que se frunzan de golpe algunos ceños, Younis rápidamente puntualiza que un gran número de filántropos palestinos, y también judíos, han contribuido a la realización de Lyd –solo una más entre una cantidad de iniciativas activistas en las que se ha implicado el músico en los últimos años.
“Esto es lo que hago: activismo cultural como forma de hacer frente a la violencia sistemática. Es parte de mí y lo va a ser siempre”, afirma Younis. “Pon por ejemplo la música –los palestinos que son ciudadanos israelíes no tienen un escenario para hacer música en vivo. No nos emiten en la Radio del Ejército, ni en la emisora de solo música de la Radio del Ejército. Ni siquiera sé si los músicos palestinos quieren estar en las ondas de la Radio del Ejército, pero sigue siendo un problema”.
“A fin de cuentas, no es como si pudiéramos actuar en el Barby Club [en Tel Aviv] siempre que nos apeteciera. Por la ocupación, y porque somos árabes en Israel, nosotros no tenemos las posibilidades que tiene el público judío. Es una especie de violencia integrada, y la Palestine Music Expo estaba pensada para desafiarla. Dijimos: ‘Vale, ¿nos estáis impidiendo llegar al mundo? Pues vamos a hacer que el mundo venga a nosotros’. Y funcionó”.
Como resultado de sus actividades, en 2019 recibió una invitación de la Universidad de Harvard para participar en un programa en el que activistas de diferentes lugares y especialidades se encontraban para poner en común sus ideas sobre el conflicto palestino-israelí y las formas de enfrentarse a él.
Se pasó allí un año entero, y estaba planeando quedarse y no volver ni por asomo a Israel, pero la covid dio al traste también con esa idea. Regresó a su casa, se mudó a Haifa y se hundió en la depresión. Hasta que los acontecimientos de la política local lo empujaron a volver al activismo.
Los incidentes de mayo de 2021 –los enfrentamientos entre árabes y judíos en ciudades y pueblos por todo Israel (los de Lod fueron de los más violentos), tras la Operación Guardián de las Murallas en la franja de Gaza– llevaron a los medios de comunicación israelíes a buscar a palestino-israelíes con capacidad para expresarse. Younis, que habla un hebreo exquisito, tiene buena dicción y no se avergüenza de exponer sus puntos de vista, parecía perfecto para ser entrevistado.
Lo invitaron al programa de sucesos de actualidad de Dov Gil-Har en el canal 11 de la cadena pública de televisión Kan. Cuenta que cuando estaba esperando a la puerta del estudio de grabación alguien le envió un mensaje diciéndole que en el programa, solo unos minutos antes, Har le había preguntado a un alto cargo de la policía si teniendo en cuenta, por ejemplo, la violencia de Lod, no había llegado el momento de “cambiar al mismo tiempo el disco duro y la munición” para defenderse de los agitadores árabes.
Younis entró en el estudio de televisión hecho una furia. Le gritaba al presentador: “Yo no voy a ser la mascota árabe a la que andáis pateando”
Younis entró en el estudio hecho una furia. En una entrevista de seis minutos arremetió contra Gil-Har, acusándolo de incitar a la violencia contra los árabes y de pedir que se les pegara un tiro, y abroncando a los medios israelíes por su cobertura parcial y sesgada de los disturbios, y especialmente por no profundizar en la historia del estallido de la violencia en Lod. Ambos se enzarzaron en una agarrada verbal en directo. Younis le gritaba al presentador: “Yo no voy a ser la mascota árabe a la que andáis pateando”.
“¡Cuando entré en el plató estaba que echaba humo!”, recuerda Younis. “¿Cómo puede una persona que presenta un programa en un canal público decir cosas como esas? Discutí con él. Me habló de la Noche de los Cristales Rotos [Gil-Har señaló que los judíos residentes en Lod habían comparado la violencia contra ellos con el pogromo masivo de la Alemania de 1938], pero ¿qué tiene esto que ver con aquello? ¿Eres una potencia nuclear, y me estás hablando de la Noche de los Cristales Rotos? ¡Es delirante! Pero ya durante la entrevista me veía a mí mismo traduciéndola al inglés y difundiéndola por el mundo –y tenía razón–. Una cosa que aprendí en Harvard es que si difundimos por el mundo lo que nos ocurre a nosotros como palestinos en Israel, si se lo comunicamos al mundo en una lengua que se entienda, entonces el mundo escucha”.
Entre los más cercanos a la casa que le escucharon estaban los productores de otro programa del canal 11 de Kan, Por otra parte, presentado por Guy Zohar, que invitó al vehemente periodista palestino a aparecer como invitado unas cuantas veces. Más tarde, cuando la cadena decidió producir una versión de Por otra parte para su canal en árabe, Kan 33, invitaron a Younis a ser el presentador de la temporada piloto. Se estrenaba en noviembre de 2021, y era un programa diario de actualidad, exactamente igual de criticón y ofensivo que el de Zohar, que pretendía desmentir noticias falsas en un tono de perplejidad cínica.
En realidad, aquello era un hecho sin precedentes para Kan 33. Tras años de ser percibido como flojo, hecho en árabe pero al servicio de una narrativa sionista, el nuevo programa constituía una refrescante y descarada ruptura con todo aquello. Era un esfuerzo pionero que se atrevía a hablar un idioma nuevo, pero además no tenía miedo de ser crítico con la política y la sociedad árabes.
Pero aquella perspectiva hizo que se dispararan las alarmas entre los ultranacionalistas del país. Un activista de derechas que oyó hablar del nuevo trabajo de Younis rescató de las redes sociales dos posts antiguos: en uno de ellos el periodista-activista había llamado nazis a los soldados de las Fuerzas de Defensa israelíes, y en el otro expresaba su apoyo al [movimiento] BDS. La persecución contra Younis había empezado.
Se desató un furor en los medios de comunicación, el Comité de Ética de la cadena televisiva le pidió a su director, Eldad Koblenz, que reconsiderara la emisión del programa de Younis (Koblenz se negó), y miembros de la Knesset de extrema derecha decidieron que el asunto justificaba lo que acabó siendo una sesión virulenta en el parlamento. (“Es inconcebible que un miserable antisemita, un odiador de los judíos, un agitador despreciable, esté cobrando un sueldo del contribuyente israelí”, declaró el diputado del Likud Amichai Chikli, que hoy es ministro de Asuntos para la Diáspora).
Younis, por su parte, no dijo nada. “Por consejo de Guy [Zohar], me mantuve callado. Me dije: ‘No voy a hablar, no voy a dar entrevistas, ellos que hagan lo que quieran, yo voy a dejar que sea el programa el que hable’. Me acuerdo de que le dije a Guy que el asunto entero me recordaba un poco a un sketch de Monty Python: nosotros haciendo el programa y fuera los chalados con los rastrillos”.
El programa, que se emitía todos los días a las 8 de la tarde, desarrolló una vida propia en las redes sociales. Los ataques de la derecha no paraban de incendiar los titulares, y en poco tiempo su popularidad se disparó entre la población árabe de Israel e incluso de fuera.
“Yo quería ser muchísimo más radical”, dice Younis. “Guy Zohar tiraba para su lado y mi editor tiraba para el suyo, pero no importó: al final nos encontramos en un punto intermedio, y el programa fue fantástico. En seis meses superamos en número de espectadores a la versión en hebreo. A los empresarios hay que reconocerles que fueron valientes: fuimos el primer programa que criticaba al poder en árabe”.
“Por otra parte”, añade, “en el lado palestino la gente no entendía qué hacía allí una persona como yo. ‘¿Cómo puedes salir en un canal como ese?’, me preguntaban. Pero yo creo en la disrupción, en cambiar las reglas del juego, en hacer cosas nuevas y difíciles”.
La campaña de la derecha contra usted se basó en sus posts en las redes sociales, como esos que comparaban a los soldados con nazis y apoyaban al [movimiento] BDS. ¿Sigue manteniendo esas ideas?
Alcanzo a comprender el hecho de que los periodistas a veces tienen que hacer preguntas que no necesariamente reflejan lo que ellos de hecho piensan, pero ¿cómo se siente usted ahora mismo, haciéndose eco de lo que se ha dicho de mí desde la derecha? En todo caso, le diré por qué lo están haciendo. En el momento en que les ponen delante a un árabe con agallas, que no tiene miedo, que está orgulloso de su identidad, que estuvo en Harvard –y que jamás ha empuñado un arma ni ha incitado a la violencia– empiezan a calumniarlo como locos.
El único motivo por el que no emprendo acciones legales contra ellos es que no quiero revolcarme en el fango con esa gente. Vamos, que tienes sentada delante de ti a una persona que ha tenido un programa de éxito en la televisión, que ha hecho una película de éxito, que ha establecido con éxito un festival de música, que ha sido investigador en Harvard y que formó parte del colectivo fundador de Local Call –¿y le preguntas por un post antiguo que escribió en Facebook?
En la medida en que esos comentarios desataron una especie de tormenta alrededor de usted, también son importantes.
Pues yo quiero hacerle una pregunta distinta. ¿Por qué me están acosando con un post de hace siete años –que, dicho sea de paso, trataba sobre una paramédica [palestina] y nueve civiles a los que les dispararon en el tórax– para expulsarme de la industria? Pero. ¿y los periodistas iraelíes [judíos] que escribieron artículos elogiando el genocidio tras el estallido de la guerra en Gaza?, ¿por qué en su caso nadie está haciendo nada? Aquí estoy yo, sentado con usted haciendo una entrevista sobre nuestra exitosa película, que ahora ha sido prohibida en Israel, y de lo que estamos hablando es de una campaña de calumnias contra mí que hizo un activista de derechas. Esto tengo que decirlo desde ese punto de vista: no estoy de acuerdo con usted, hay una diferencia entre informar y hacerse eco.
Ha mencionado antes que le había hecho gracia el parecido entre lo que había ocurrido en su programa y un sketch de Monty Python. ¿Hubo un punto en que dejó de hacerle gracia?
En 2022 aquello ya había llegado demasiado lejos. La primera temporada del programa había terminado, y aquel noviembre me habían invitado para moderar un debate sobre cultura palestina; y otra vez se desató un huracán a mi alrededor. Un miembro de la Knesset y algunos kahanistas se estaban manifestando a las puertas del Museo Tikotin de Haifa, donde se celebraba el evento, y me pusieron protección policial a raíz de que uno de los manifestantes dijera que había que cambiar las reglas del combate para que a nosotros [los participantes en el debate] se nos pudiera disparar una bala entre las cejas. La cosa empezaba a ponerse siniestra.
Puedes ser el mejor en lo que haces, y no te van a dejar continuar. No quiero sonar como un niño quejica, pero eso es lo que es ser árabe en este país
Al mismo tiempo, mi agente estaba negociando con la empresa mi contrato para la segunda temporada del programa, pero a pesar del éxito de la primera temporada, que tuvo millones de espectadores, no había ningún progreso. Era impensable. Yo notaba en qué dirección estaba soplando el viento. El nuevo gobierno estaba ya en el poder, y entendí que lo que iba a ocurrir era que [Shlomo] Karhi [el ministro de Comunicación] y toda aquella gente lobotomizada que se llamaban a sí mismos “ministros del gobierno” me iban a convertir en el símbolo de su batalla contra la cadena pública. Y, con Ben-Gvir como ministro de la policía, las cosas se estaban poniendo peligrosas y estaban empezando a dar miedo. La gente del Kan me hizo una oferta que desde el punto de vista económico no tenía sentido, así que lo que hice fue no renovar el contrato.
Si el programa había tenido tanto éxito, ¿por qué no se le renovó el contrato?
Eso es lo frustrante de esta historia. Oficialmente fue por el dinero, pero digamos que las discrepancias tampoco eran tan grandes. Si tienes un presentador que atrae a decenas de millones de espectadores, el programa se construye alrededor de él y de su nombre, lo ven todos los palestinos de Israel y también los palestinos de Cisjordania y Gaza y del mundo árabe… El hecho de que no hicieran todo lo posible para mantenerme allí dice mucho sobre dónde estamos viviendo.
En mis circunstancias, tú puedes ser la persona más preparada para el trabajo, puedes ser el mejor en lo que haces, y no te van a dejar continuar. No quiero sonar como un niño quejica ni que parezca que me hago la víctima, pero eso es lo que es ser árabe en este país. Definitivamente apesta a macartismo.
Contenido y forma
La idea de Lyd se le ocurrió a Sarah Ema Friedland después de leer en The New Yorker un extracto del libro Mi tierra prometida, del periodista Ari Shavit, donde se enteró por primera vez de cómo se había desarrollado la Nakba en Lod. Por el planteamiento estaba claro que iba a necesitar un socio palestino para el proyecto. Un amigo le presentó a Younis y sintonizaron al instante.
Al principio pensaban en un documental convencional, pero el enfoque fue cambiando con el tiempo. “Al final decidimos que en nuestra película el contenido no iba a ser lo único que desafiara a la Historia hegemónica, sino que también lo iba a hacer la forma”, dice Friedland en videoconferencia desde Estados Unidos. “Así que decidimos usar la ciudad de Lod como personaje, como narrador, para poder cuestionar los dejes hegemónicos del relato”.
Friedland no ve la prohibición de la película como un suceso aislado. Después de todo, según observa, los trabajos artísticos, normalmente los libros, también sufren boicots en Estados Unidos. Por eso, para ella, la cancelación de la proyección “es parte de una tendencia más extendida, en un movimiento mundial hacia el fascismo. No llega a sorprender realmente que el Ministerio de Cultura del gobierno del Likud quiera prohibir justo ahora la exhibición de una película como esta”, dice.
“En cierto modo nos esperábamos lo que iba a ocurrir”, continúa Friedland, “y después de que ocurriera teníamos claro que era necesario que sacáramos a la luz esta historia, que era importante que la gente supiera que una película sobre la violencia inherente a la fundación del Estado de Israel –es decir, sobre la violencia que fue un elemento integral de su proceso de establecimiento y que continúa hasta hoy– está ahora mismo prohibida. Especialmente ahora que la Nakba continúa ejecutándose ante nuestros ojos en forma de genocidio en Gaza, la prohibición de esta película cuenta una historia más amplia, sobre el tipo de Historia que el Estado de Israel está dispuesto a permitir que conozcan sus ciudadanos”.
(…)
“Por lo que respecta a la expulsión de los habitantes de Lod, este es quizá el único caso entre las series de expulsiones de 1948 y 1949 acerca del cual no hay disputa entre los investigadores”, señala el historiador Adam Raz, que no sale en la película. “Hubo incluso una discusión en tiempo real sobre eso en el gobierno. Es la expulsión más documentada, y también hubo saqueos generalizados”.
“Por lo que respecta a la masacre”, continúa Raz, “uno de nuestros problemas como investigadores es que hay documentación clasificada que el Estado está reteniendo; y otro problema es que en ello hay toda una continuidad, desde el asesinato a la masacre. Si usted me pregunta si en Lod hubo una masacre organizada, no la hubo. Lo que sí ocurrió fue que, en el marco de una situación extremadamente caótica y violenta, las Fuerzas de Defensa israelíes abrieron fuego y aparentemente dispararon unos cuantos proyectiles en el interior de una mezquita en la que había palestinos, algunos de ellos combatientes y otros [civiles].”
(…)
Younis: “Los judíos, y no solo los israelíes, se han criado con la desinformación y con toda clase de distorsiones históricas, cuyo resultado es que no solo no hubo masacre alguna, sino que en 1948 los árabes se fueron por su propia voluntad. Pero yo no conozco a mucha gente que de pronto piense: ‘Ah, pues mira, voy a abandonar voluntariamente mi casa y me voy a marchar a cualquier otro lugar, sin dinero, sin nada, y puede que incluso muera en el camino’. La gente no hace ese tipo de cosas a menos que sean expulsados o que sus vidas estén bajo amenaza”.
La película muestra que había vida en Palestina antes de 1948, y que Lod, que hoy es conocida como ‘un auténtico agujero’ era una ciudad importante
“O si no también está esa mentira de que los judíos vinieron a esta tierra a hacer que el desierto floreciera. ¿Qué desierto? ¿Mi abuela era un desierto? ¿Qué tontería es esa? Es una mentira flagrante, sin más. Así que la película muestra que había vida en Palestina antes de 1948, y que Lod, que hoy es conocida como ‘un auténtico agujero’ –y a mí se me permite decirlo–, antes de 1948 era una ciudad palestina importante”.
“Lo que hizo el movimiento sionista fue simplemente vaciar las ciudades palestinas, porque la urbanización y la colonización no se llevan bien. Y como la Historia la escriben los vencedores, habrá algunos que finjan que no hubo masacre, que no hubo expulsión, y que los judíos hicieron florecer el desierto. Pero eso no es así, y la película lo muestra”.
Por una parte, Younis dice que la cancelación de la proyección de Lyd en Jaffa no es el fin de la lucha, porque habrá otros intentos de exhibirla en Israel. Por otra parte, dice que tampoco es tan importante que los israelíes la vean.
“Me da igual lo que piensen los israelíes, es algo que no me interesa”, dice Younis. “Tampoco la hemos traducido al hebreo –solo está en inglés y en árabe–, porque me da igual si los israelíes la ven o no. No tengo esperanza en la sociedad israelí –ni en los intelectuales israelíes, ni en los medios de comunicación israelíes, ni en nadie–. Ya no espero nada de ustedes, se acabó”.
“Después de Por otra parte, yo seguía teniendo ciertas ganas de volver y hacer cosas y trabajar; pero esas ganas ya se me han quitado. Los medios de comunicación israelíes están cooperando para esconderle al público israelí la verdad –la mayor parte de los israelíes no saben lo que está ocurriendo en Gaza. [El presidente de Estados Unidos Joe] Biden dijo, en los primeros tiempos de la guerra, ‘No me creo esas cifras’. ¡Pero nosotros conocemos a esa gente! ¡Hablamos con ellos, vemos las imágenes!”.
Si para usted no es importante que los israelíes vean la película, y le dan igual los medios de comunicación israelíes, ¿por qué está hablando conmigo?
Por la prohibición de la proyección. Porque ahora está empezando a convertirse en un problema mucho más grande que yo: un problema de libertad de expresión. Y tengo un montón de amigos israelíes, vivo en Israel, es importante que sea posible proyectar películas. Hoy soy yo, mañana serán otros artistas. Y si a la gente ahora le ha impactado el hecho de que se haya bloqueado la proyección de mi película, entonces quiero que escuchen lo que tengo que decir y que entiendan el porqué.
Un portavoz de la Policía de Israel respondió a este medio: “Contrariamente a lo que aquí se alega, a raíz de de una reclamación remitida a la Policía por el Comité de Revisión Cinematográfica, en la que se afirmaba que la película no había recibido la autorización del Comité tal como requiere la ley, y de acuerdo con las normas de revisión cinematográfica, el propietario de la sala se personó en la comisaría y se le explicó que, según la ley, la proyección pública de la película tiene que concertarse con el Comité. Cualquier otra alegación es ajena a la realidad y podría confundir al público”.
El Ministerio de Cultura rehusó hacer comentarios. Sheren Falah Saab ha contribuido a este artículo.
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Este artículo se publicó originalmente en Haaretz. Traducción de Lola Díez.
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