EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN // LOS MOTIVOS DEL ÉXODO >> DESDE BARCELONA

"Conocen el camino, no dejarán de venir"

El Periodico, 28-08-2006

El peligro de lanzarse al Atlántico en un cayuco y perder la vida en el intento no puede con el deseo de una vida mejor. Muchos son jóvenes, aventureros y, sobre todo, curiosos. Ven un futuro negro en Senegal y quieren lo que ven en los canales internacionales de la televisión por satélite desde su país. Pero senegaleses que llevan años viviendo en España tienen otra perspectiva.
“Prefiero ser pobre en Senegal que aquí”, dice Fátima Diallo, de 35 años. Nació en Dakar, donde conoció su marido, Iván, catalán. Se casaron en agosto hace 6 años, y en diciembre Fátima se trasladó a Barcelona. En dos meses obtuvo el permiso de residencia. En Senegal dejó un hijo, Abdulai, que ahora tiene 18 años. Este año no podrá viajar a su país, porque está embarazada.
“Allí en cualquier casa hay comida – – prosigue – – , no se mueren de hambre y lo que hay se comparte”. Fátima opina que “si les dejaran la posibilidad de venir e irse, no se quedarían; lo que les trae aquí es la curiosidad. Ahora que conocen el camino, no van a dejar de venir”. A ella se le hace difícil vivir en España. “Vine porque me enamoré de una persona y tomé la decisión de vivir aquí con él, pero la vida allá me gusta. En cualquier casa puedes entrar al servicio o a beber un vaso de agua; aquí llaman a la policía”.
Pero cuando vuelve a Senegal, todos le preguntan cómo venir. “Piensan que lo que ven en la tele es lo que hay, que todo es bonito. Allí les dices que duermen en la calle y comen de la basura, y no te creen”, afirma. ¿Si están mal, por qué no vuelven?, dice que le responden. Y ella responde que no lo hacen “por orgullo, porque allí se mira mucho el qué dirán”. “Venir de aventurero no es una buena forma. Se están suicidando, todos quieren una vida mejor y lo entiendo, pero tardarán años en tenerla y aquí, si no tienes papeles, no eres nadie”. Recuerda que ella, con papeles, tardó un año en encontrar trabajo. Ahora es secretaria en un despacho de abogados.
“El mundo está mal repartido”, dice Lay Ndiaye, que lleva 16 de sus 41 años en España. Dueño de un locutorio y casado con una española, explica la inmigración como algo propio de la evolución del mundo. “Todos están sanos, son jóvenes, ven un futuro negro y lo quieren mejorar”. “Cuando voy a Senegal me llevo todo el dinero que puedo y se lo doy a mi familia y a mis amigos. Ellos te ven y piensan que van a recoger el dinero del suelo”.
Aun así opina que “si pueden venir todos, que vengan. Allí no hay salida para los estudios, las empresas son de capital europeo y te explotan. Senegal va a peor, no progresa como Barcelona y la mezcla de razas es buena para España”.
Mbaye Ngaye, de 36 años, coincide en que en Senegal no hay hambre, pero tampoco futuro. Él estuvo un tiempo irregular hasta que consiguió los papeles. “Allí, cuando un joven llega a los 20 años tiene que hacerse cargo de su familia y como ven que no pueden, piensan que aquí sí”. Tras más de 10 años en España, con familia y trabajo en la Asociación Senegalesa, se le hace cuesta arriba pensar en volver. “Te dicen que porqué no te quedas, pero tú ahora has cambiado, has conocido otra cultura y tienes un trabajo al que volver”.
Pero le resulta duro ver la situación de sus compatriotas. “Hay gente que lo está pasando muy mal y la situación está muy estancada. Tememos que tomen otro camino que no era su destino, porque cuando estás en la calle y te ofrecen 5 euros por pasar hachís no te lo piensas”. A su juicio, hay que “implicar más a la primera generación”, que conoce los problemas.

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