EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN // LOS MOTIVOS DEL ÉXODO >> DESDE SENEGAL
"Si pueden trabajar en Senegal, no se irán"
El Periodico, 28-08-2006Hasta una docena de mujeres se apiñan en la minúscula sede de su asociación en Thiaroye – sur – mer, un depauperado pueblo de pescadores en el corazón de la bahía de Dakar. Sentadas en las escasas sillas, bajo el dintel de la puerta o en el suelo, pasan la mañana, sencillamente, haciéndose compañía. La tragedia de la inmigración clandestina las ha golpeado a todas. El mar les arrancó hijos, maridos, hermanos. “Vivimos en comunidad, y eso nos ayuda a afrontar la desgracia colectivamente. Hablamos, bromeamos, nos aconsejamos, nos damos ánimo. Cuando una de nosotras se siente mal, en vez de ensimismarse en su tristeza viene aquí. Gracias a mis amigas he podido sobrellevar mi dolor”, explica Yaye Bayem Diouf, la carismática presidenta del Colectivo de Mujeres para el Desarrollo Integrado de Thiaroye – sur – mer. Esta animosa mujer de 48 años es la madre de dos chicas y un chico, Alioune, a quien el Atlántico se tragó junto con sus 80 compañeros – – 24 de ellos del mismo pueblo – – el 25 de marzo.
Cuando Alioune la llamó para decirle que rezara por él porque se iba a Canarias en cayuco, ella le animó: “Sí, le dije que se fuera. Él era muy trabajador, habría salido adelante en Europa. Además, era pescador, conocía el mar”. Apenas un mes después del naufragio, Yaye conjuraba su dolor reuniendo a las mujeres del pueblo para arrancarles una promesa: “Las mujeres teníamos que tomar conciencia de nuestra responsabilidad. En una sociedad polígama como la nuestra, los hijos están especialmente apegados a sus madres. Además, son ellas las que en muchos casos aportan el dinero para el viaje, con sus ahorros y vendiendo sus joyas. Por tanto, era imprescindible que nos comprometiéramos todas a no dar dinero a nuestros hijos para que se vayan”. Además, si se dan cuenta de que su hijo prepara la partida, deben avisar a la asociación, que convoca al muchacho y a sus amigos para disuadirles.
“Tenéis que ayudarnos”
La sobreexplotación del litoral senegalés ha arruinado a los pescadores. En las reuniones, los chicos argumentan sus razones para arriesgar la vida. “Ellos siempre dicen: ‘Queremos ir a Europa a trabajar para ayudar a nuestras familias. Somos jóvenes, tenemos fuerza, pero aquí no hay nada que hacer’”, explica Yaye. ¿Qué se puede responder a eso? “Que tienen que poder ganarse la vida aquí. Tienen que organizarse, formar asociaciones y buscar financiación para sus proyectos. Los pescadores trabajan muchísimo y ganan muy poco porque el material es viejo y ni siquiera es suyo. Hay que acabar con eso, y nosotras les ayudaremos”.
De momento, Yaye convence: “Ahora se marchan muy pocos”, dice con orgullo. Pero el Gobierno senegalés le ha cerrado la puerta, y ahora pide apoyo para no traicionar la esperanza suscitada. “Si los españoles queréis frenar la inmigración clandestina, tenéis que ayudarnos. Si pueden trabajar aquí, los chicos no se irán”.
Este no es el único empeño de esta mujer inagotable. Las madres no solo necesitan apoyo moral: “Muchas vivían de vender, ahumar o salazonar el pescado que traían sus hijos y se han quedado sin ingresos”. Por eso necesitan un camión frigorífico, y dinero para comprar el pescado que antes no tenían que pagar y reiniciar la cadena productiva que la marcha de sus hijos rompió. Otras se han organizado para elaborar y vender cuscús de mijo y maíz machacado y hervido, y pasta de cacahuete. Y todas juntas luchan por no perder la esperanza.
(Puede haber caducado)