ARTÍCULO // ÉXODO DE ÁFRICA HACIA EUROPA

Tomemos la inmigración en serio

El Periodico, 28-08-2006

ADELA Ros
Socióloga y exsecretaria de Immigració de la Generalitat

La constante llegada de inmigrantes africanos a las costas canarias vuelve a ser noticia estos días, pero no se trata de algo nuevo: tan solo se ha incrementado la afluencia. Pero el drama de miles de personas que emigran en una pequeña embarcación jugándose sus vidas es una realidad de nuestro tiempo de la que sabemos sus causas y sin embargo no ofrecemos ninguna solución. Resulta vertiginoso observar cómo la avanzada sociedad de la tecnología y la información se paraliza al no saber cómo hacer desistir a estas personas de subirse a una barca que quizá les lleve a un lugar donde encuentren algo que nunca han tenido: perspectiva de futuro.

ANTE LA realidad de la inmigración estamos perdidos, no encontramos el camino. Y va a ser difícil dar con una vía porque la que deseamos encontrar no existe. Únicamente buscamos respuestas a corto plazo que nos permitan dejar de hablar de un tema que molesta e inquieta. Pero la solución a la pobreza y a la falta de futuro de la gran mayoría de personas de África implica cambios profundos en nuestro modelo de riqueza. Hoy por hoy, nadie plantea renunciar a nada de lo conseguido, aunque gran parte de ello sea a costa de millones de personas, de su desesperanza y de su muerte.
La política de inmigración, responsable de aportar soluciones a los movimientos migratorios, se sitúa en una encrucijada decisiva. Como ocurre también en otros ámbitos de las políticas públicas, las políticas de inmigración son responsables hoy en día de la gobernanza de algunas de las contradicciones más fuertes de nuestro sistema. La inmigración nos ayuda a mantener el sistema aportando población, mano de obra y comodidades, pero tiene efectos no deseados sobre el Estado del bienestar y la identidad cultural, cuya gestión pocos países han sido capaces de asumir. Por ello, las políticas de inmigración suelen ser subsidiarias o de segundo rango, que cabalgan en medio de necesidades, exigencias e intereses. Hasta que no nos lo tomemos en serio, hasta que no aceptemos que, en nuestro sistema, los unos necesitan emigrar tanto como los otros necesitan la inmigración, seremos incapaces de salir de la parálisis en que viven, desde hace algunos años, las políticas de inmigración en Europa y EEUU.
Tomarse en serio la inmigración significaría entrar de pleno en una cuestión pendiente de la era de la globalización: la circulación de personas. De la misma forma que la circulación de capital tiene sus mecanismos, los flujos de personas exigen unas normas que aún no se han establecido. Las personas aprovechan las ventajas que ofrecen los transportes, la telefonía móvil, internet y la televisión por satélite para moverse por el mundo de una forma sin precedentes en la historia. Mientras, los estados se resisten a pactar normas que vayan más allá de sus fronteras. La Unión Europea es un claro ejemplo de falta de voluntad por parte de los estados miembros. El secretario de las Naciones Unidas se propuso intervenir en este asunto, pero no lo ha conseguido. En septiembre se celebrará una cumbre en la que, una vez más, Koffi Annan pedirá un margen de maniobra. Deberemos estar atentos a los resultados, si es que los hay.
Pero el cambio de modelo se podría iniciar si nos lo propusiéramos con algunos pasos firmes: reconocer que necesitamos inmigrantes e irlos a buscar y acogerlos en buenas condiciones; crear estructuras organizadas y bien financiadas públicamente que coordinen y garanticen la calidad en las condiciones de los flujos migratorios, faciliten la integración social y hagan posible el retorno; soportar las presiones de los poderes económicos que salen favorecidos por los bajos costes de la inmigración descontrolada; perseguir sin dilaciones a quien se aprovecha del trabajo irregular; dejar de pensar en los costes políticos y pasar a hacer políticas de educación y sensibilización social; dejar de esconderla del debate político y exponer la realidad a la ciudadanía para que, en vez de temerla, la comprenda; aceptar que, como ha sido siempre a lo largo de la historia, la inmigración transforma culturas e identidades; dejar de acordarse de ella solo cuando surgen los problemas y convertirla en una prioridad política a nivel mundial. Hasta ahora, nadie se lo ha tomado realmente en serio.

LA EMIGRACIÓN africana hacia Europa no va a detenerse. Muchos africanos ven en ella una forma de mejorar sus vidas. Se trata del derecho indiscutible de luchar por la supervivencia. El éxodo es imparable. De nosotros depende que emigrar siga siendo una operación de alto riesgo o se convierta en un viaje seguro. De nosotros depende encontrar alternativas en la gestión de los flujos migratorios que comporten beneficios para las dos partes y reduzcan los actuales efectos negativos. Deberíamos poner todo el conocimiento, la tecnología y la imaginación a disposición de este gran reto mundial. Cada cayuco que llega nos da un aviso de que algo va mal. O nos lo tomamos en serio o seguimos jugando a cazar mariposas.

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