Mateo y Samuel Luiz, dos crímenes unidos por los discursos de odio

En ambos casos, los bulos sobre la identidad de los asesinos buscaron socavar derechos y atacar la democracia. Los ataques siguen un patrón y actúan agentes externos

Diario Vasco, Doménico Chiappe Doménico Chiappe Madrid, 29-11-2024

Mateo fue asesinado por un vecino de su pueblo, Mocejón, que le infligió más puñaladas que la edad que tenía. Apenas murió, y sin que se hubiera descubierto aún al culpable, se impuso un discurso de odio en las redes sociales, que señalaban como autores del crimen a unos menores migrantes que se alojaban en un hotel de la localidad. Cuando el portavoz de la familia, Asell Sánchez, pidió ante las cámaras que no se reprodujeran bulos racistas y que se mantuviera la calma mientras las autoridades esclarecían el caso, los ataques viraron hacia él.

«Yo di un mensaje de tranquilidad y que no se criminalizara a nadie. A nosotros, su familia, nos daba igual la raza, queríamos que se identificara al asesino», rememora Sánchez, en una jornada organizada por la Fundación Triángulo, en el Ministerio de Igualdad este jueves. «Comenzaron los ataques. Estaban organizados. Dijeron primero que el asesino era yo. Luego que yo pertenecía a una red de trata de seres humanos. Se metieron conmigo por ser gay, que si hacía esto o lo otro con los del hotel». Ocurrió en agosto de este año.

Cuatro meses después, el juicio por el asesinato de Samuel Luiz, golpeado hasta la muerte por un grupo a la salida de un local nocturno en La Coruña, terminaba con la declaración de «culpables» a sus agresores. El jurado determinaba que la paliza tuvo un origen homófobo y se consideró una agravante.

Ese crimen sucedió otro verano, tres años antes de la muerte de Mateo. «El veredicto marca un antes y un después, para que no vuelva a ocurrir un asesinato al grito de ‘maricón de mierda’. Queríamos que se reconociera a nivel judicial que había homofobia y conseguimos esa agravante», explica Ana García, presidenta de la asociación Alas, que ejerció la acusación popular en el juicio.

Los discursos de odio que surgieron después de los crímenes emparentan los dos casos. En ambos, la desinformación sobre la identidad de los culpables fue similar. En uno, adolescentes africanos y en otro, pandillas juveniles de origen latinoamericano. La diferencia estuvo en el tiempo que se tardó en identificar a los agresores. En el caso de Luiz, «acabó muy rápido porque había muchas imágenes», dice García. «Pero los que expandieron este bulo siguieron poniendo en duda la naturaleza homófoba de la agresión».

Amenaza directa
Los engaños van más allá de las redes sociales. «Suponen una amenaza para la democracia, la seguridad nacional e incluso los derechos sociales», advierte Beatriz Marín, analista del Servicio Europeo de Acción Exterior de la Unión Europea. «Dentro de un país los difusores de discursos de odio buscan socavar y reprimir la identidad de esas personas. Merman su participación en el espacio público. Luego entra en juego el agente exterior, que usa los temas que generan controversia para atacar, no a la comunidad LGTBI o a los de una raza o religión, sino al sistema de valores occidentales, para presentarlos como depravados. El objetivo real es geopolítico».

Un ejemplo de ese método fue el que se desató tras el asesinato de Mateo. «Al poco tiempo de morir mi primo empezaron a circular en redes sociales que el asesino era ‘negro’ o ‘moro’, usaban esas palabras», relata Sánchez. «Fue una locura, que se intensificó con el odio a los musulmanes».

Sin descanso
Con el culpable detenido, los ataques a Sánchez, periodista y cooperante, siguieron. «Esos ataques salieron de alguien que representa a España en el Parlamento Europeo. Como lo que dije no estaba de acuerdo con su discurso contra los migrantes fue a por mí. Me llegaron mensajes directos a Instagram y Twitter con amenazas a mí, a mi familia. Hasta que me rompí y entonces tuve el apoyo de muchas personas y colectivos que lograron que cesara el ataque».

Los contenidos de desinformación siguen patrones, explica Marín: ridiculización y bulos, teorías de la conspiración, imágenes generadas por IA, revelación de datos personales, suplantación de identidad y ataques a las mujeres en páginas pornográficas.

El peligro va más allá de las redes sociales. «Lo del espacio digital puede tener consecuencias en el espacio real», alerta Marín. Fue el caso de Samuel Luiz. «El discurso de odio, amparado por el anonimato, va calando poco a poco», confirma Sánchez, que reflexiona sobre el linchamiento que sufrió: «Yo no estaba preparado para algo así. Lo que le pasó a mi primo, lo que pasó en redes sociales… todavía estoy asimilando todo aquello. Esta es la primera navidad que Mateo no va a estar con nosotros. Y es duro».

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