La realidad oculta de las mujeres sin hogar: "Aguantan de todo para no terminar en la calle ni en albergues, donde pueden encontrarse con situaciones muy difíciles"

La precariedad femenina tiene muchas caras pero, casi siempre, está atravesada por la invisibilidad, como sucede entre las personas que están en situación de calle. Una campaña de la Fundación Luz Casanova quiere poner el foco sobre aquellas que carecen de un lugar seguro donde vivir.

El Mundo, MAR MUÑIZ, 14-11-2024

Claudia es latinoamericana y vino a España a primeros de año huyendo de una relación marcada por el maltrato. Aquí ha encontrado leyes que la protegen como mujer y una esperanza, que se traduce en una petición de asilo todavía en trámite. Cuando se resuelva, confía en tener un trabajo, un techo y a sus dos hijos consigo. No desea más. Desde que llegó y hasta que regrese la calma a su vida, ni ha tenido ni tiene casa.

Con su testimonio quiere arropar la campaña #Atreveteamirar a las Mujeres Sin Hogar, una iniciativa que acaba de lanzar la Fundación Luz Casanova a través del proyecto de apoyo psicosocial LuZiérnagas. Su objetivo es visibilizar la realidad oculta de las mujeres en situación de sinhogarismo, un problema cercano pero invisible que alude no solo a la carencia de una casa, sino a la ausencia de un hogar seguro y adecuado donde vivir. Claudia se topó con esta entidad y allí ha encontrado un remanso donde la escuchan sin juzgarla.
Durante estos meses, esta mujer ha pasado por un hostal donde pagaba 11 euros por noche en una habitación compartida con 20 personas; por una habitación donde vivió con su hijo mayor que solo pudo permitirse un mes; y hasta trabajó como interna para dos ancianos que le pagaban 500 euros mensuales con un día de libranza a la semana. Cuando aquel empleo terminó buscó cobijo en casa de un primo, en Canarias, que resultó pedirle sexo a cambio y, ante su negativa, la instó a prostituirse para pagar por vivir con él; era eso o dormir en la calle.

Al borde de la desesperación y con casi un pie puesto en una casa de citas, pidió ayuda. Cáritas y Médicos del Mundo le echaron una mano y, aunque la aterraba, fue a la Policía: “Tenía mucho miedo porque sabía que estaba en situación irregular, pero a mi país no podía volver y me entregué”, explica.

Empezó el papeleo para pedir asilo y su vida cambió. Los trámites siguen ahora su curso mientras reside en un recurso residencial de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado donde tiene “techo, cama y un plato de comida” y, aunque no puede vivir con sus hijos todavía, está en permanente contacto con ellos. “En Luziérnaga conocí mis derechos como mujer y no entiendo cómo he podido permitir que me hayan hecho tanto daño. Ahora sé que no me va a pasar más”, zanja.

Más expuestas a la violencia sexual

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Con la campaña #Atreveteamirar a las Mujeres Sin Hogar los responsables de la Fundación Luz Casanova quieren insistir en la diversidad de situaciones que rodean el sinhogarismo femenino, una realidad marcada también por la brecha de género. Aunque veamos menos mujeres pidiendo en la calle, muchas de ellas viven en condiciones extremas de vulnerabilidad, escondidas en viviendas inseguras, malviviendo en habitaciones alquiladas o sometidas a relaciones abusivas para no perder un techo donde resguardarse. Como Claudia, soportan todo o casi todo con tal de no terminar en la calle y además arrastran el estigma de ser una mala madre en el caso de tener hijos.

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Ese esfuerzo por permanecer invisibles suele acarrear graves consecuencias emocionales y físicas, exponiéndolas a mayores riesgos y dificultando su acceso a servicios de apoyo cuando finalmente los necesitan.

Según el Instituto Nacional de Estadística, el 23,3% de las personas sin hogar en España son mujeres, pero esta cifra alude solo a quienes han pedido ayuda. La realidad, dice Ana Gil Rituerto, psicóloga del proyecto Luziérnagas, es mucho mayor: “Ellas desarrollan estrategias y aguantan para no llegar a la calle ni a los refugios o albergues nocturnos porque están más expuestas a sufrir diversos abusos y agresiones sexuales [el 24,2% de las mujeres en situación de sinhogarismo ha sido víctima de violencia sexual]. Los hombres no esperan tanto para pedir ayuda y por eso salen más en las estadísticas”.

Sostiene Gil: “El extremo es la calle, pero dentro de los albergues municipales también pueden encontrarse situaciones difíciles para ellas porque apenas hay recursos específicos para mujeres”. Y argumenta: “Una maltratada por violencia de género puede coincidir en el mismo centro que su agresor. Los espacios para personas sin hogar no se adecuan a ellas. Falta intimidad, comparten duchas, etc. Muy poco a poco esto está cambiando”.

No existe un perfil: le puede pasar a cualquiera
Muchos pensarán que su vida está lejos de la calle, del frío y de la oscuridad, pero la psicóloga del proyecto Luziérnagas puntualiza que no hay un perfil de mujer sin hogar. Además de las dificultades estructurales que las afectan más a ellas, como la precariedad laboral y una mayor dificultad de acceso a la vivienda, insiste: “Nadie está a salvo. Con el coronavirus comprobamos que existen situaciones sobrevenidas que te dejan en la calle de un día para otro, o ser víctima de violencia de género, vivir lejos de la familia, tener problemas de salud mental, etc.”.

Según las estadísticas, la mitad de las mujeres que piden ayuda son españolas y la otra mitad, migrantes. Pero, de nuevo, los datos oficiales no reflejan toda la realidad. Gil asegura que la mayoría de las que no llegan a los servicios asistenciales son mujeres extranjeras en situación de máxima vulnerabilidad. “Muchas no hemos corrido con la suerte de vivir sin violencia, pero hoy estás bien y mañana se puede estropear todo”, concluye Claudia.

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