La derecha que ha alumbrado Trump
El conservadurismo remodelado se aleja de los principios fundacionales de EE.UU., se ha vuelto más asertivo en las guerras culturales y ha abandonado la actitud prudente y conciliadora que era habitual en sus filas
La Vanguardia, , 14-11-2024En junio, Paul Ryan dijo a un presentador del canal Fox News que no podía votar a Donald Trump para presidente de Estados Unidos. “Si se coloca por encima de la Constitución, como ha hecho, creo que eso lo incapacita para el cargo”, afirmó.
Paul Ryan no es un experto más. Fue el candidato a la vicepresidencia del Partido Republicano en el 2012 y el presidente de la Cámara de Representantes entre los años 2015 y 2018. Es uno de los muchos republicanos que se oponen a Trump, tres veces candidato presidencial de su partido. Todos esos políticos (desde el exvicepresidente Mike Pence a la excongresista Liz Cheney, pasando por el exsecretario de Defensa Mark Esper) comparten un rasgo común. Ya no ocupan cargos electos ni designados.
Hay dos maneras de sobrevivir en el actual Partido Republicano: apoyar a Donald Trump o fingir que no existe. Un tercer método, la oposición activa a Trump, se intentó ocasionalmente entre el 2015 y el 2022. Y fracasó.
El ejemplo de Ryan resulta instructivo. Hace una década, era una de las figuras más importantes del Partido Republicano. Se hizo famoso en el 2010 por su Hoja de ruta para el futuro de Estados Unidos, un detallado plan para reducir los déficit estructurales del país reformando los programas de pensiones y de atención sanitaria del Gobierno federal. Ryan representaba un Partido Republicano abierto, inclusivo y dinámico que incorporaba principios libertaristas a su programa de gobierno.
El Partido Republicano se ha despojado de su antigua reputación de acartonamiento, responsabilidad y prudencia y ha adoptado el personaje hiperbólico, transgresor y chulesco encarnado por Trump
En la actualidad, se encuentra alejado de la institución política que antaño dominó. El congresista Troy Nehls, republicano de Texas, apenas pudo contener su rabia ante la intervención de Ryan en la Fox. “Paul Ryan, eres una basura. Eres una basura”, dijo Nehls el 12 de junio. “Y deberíamos expulsarte del partido”.
Ryan no ha sido expulsado del Partido Republicano, pero sí apartado. Su versión del conservadurismo también ha sido desacreditada. La historia reciente de la derecha estadounidense es la historia de cómo Donald Trump ha sustituido a Paul Ryan como rostro del conservadurismo estadounidense.
En asuntos clave, los republicanos han abandonado las políticas de libre mercado de Ryan por el nacionalismo económico de Trump. Ryan quiere reformar la Seguridad Social y Medicare antes de que esos programas de prestaciones sociales lleven al Gobierno federal a la bancarrota. Trump no desea hacerse cargo de prestaciones. Para él, las reformas son veneno político.
Ryan apoya una reforma integral de la inmigración que, a cambio de controles fronterizos, regularice la situación migratoria de millones de personas que residen de forma ilegal en Estados Unidos. Trump quiere terminar la construcción del muro de la frontera sur y llevar a cabo la mayor deportación de inmigrantes ilegales de la historia de Estados Unidos.
Vista aérea de varias personas caminando en el lado mexicano de la frontera entre Estados Unidos y México, en una imagen de archivo.
Vista aérea de varias personas caminando en el lado mexicano de la frontera entre Estados Unidos y México, en una imagen de archivo. Getty Images
Ryan es un defensor del libre comercio deseoso de abrir los mercados extranjeros a los productos estadounidenses. Trump se ha autodefinido como un “hombre de aranceles” que aboga por un arancel global de un 10% sobre las importaciones a Estados Unidos, por aranceles mucho más elevados sobre los vehículos eléctricos chinos y por sustituir en última instancia el impuesto sobre la renta por un arancel elevado.
Además, Ryan es un internacionalista que votó a favor de la invasión estadounidense de Irak en el 2003. Apoya el aumento del gasto en defensa y la ayuda militar y diplomática a Israel. Defiende la alianza de la OTAN. Cree en el excepcionalismo estadounidense: el lugar único que ocupa Estados Unidos en el mundo debido a su fundación y al lugar que sus textos constitucionales otorgan a la libertad individual. “Un mundo sin el liderazgo de Estados Unidos será un lugar más caótico”, dijo Ryan en el 2011 ante la Sociedad Alexander Hamilton, una oenegé de centroderecha.
Trump, por el contrario, es un nacionalista cuya principal preocupación es la fuerza. Quiere aumentar el gasto militar y respalda a Israel, pero también es un crítico de la OTAN y de las “guerras interminables” en Oriente Próximo. Se jacta de haber sido el primer presidente desde Ronald Reagan en no iniciar una nueva guerra. Su visión del excepcionalismo estadounidense está más sesgada que la de Ryan. “¿Cree que nuestro país es tan inocente?”, preguntó Trump al presentador de Fox News Channel Bill O’Reilly en el 2017.
Una actitud diferente
La transformación del Partido Republicano no se ha limitado a la política. La actitud también es diferente. El partido de Paul Ryan restó importancia a las cuestiones sociales del aborto, la etnia y la religión en favor de un llamamiento proempresarial a los votantes suburbanos con educación universitaria.
Por ejemplo, después de la derrota de Mitt Romney y Paul Ryan en el 2012, el Comité Nacional Republicano (RNC) publicó un informe de autopsia que concluía instando a los candidatos del partido a adoptar una reforma integral de la inmigración y enfoques laicos sobre la homosexualidad y la identidad de género. Y Romney, al igual que el anterior candidato presidencial republicano, John McCain, se mostró en gran medida respetuoso con los árbitros de la opinión convencional en los medios de comunicación impresos y televisivos.
A partir del 2016, los intelectuales partidarios de Trump consideraron que la soberanía y la independencia nacional eran más importantes que los flujos mundiales de capital, mano de obra y materias primas
Sin embargo, el concepto de respeto es ajeno a Donald Trump. En lugar de seguir la dirección de las élites del Partido Republicano radicada en la capital del país, una mayoría de votantes republicanos eligió a Trump y su descarada y confrontativa guerra cultural como candidato presidencial del 2016. Las bases del partido repudiaron los conceptos subyacentes a la autopsia del RNC y optaron por un candidato que no mimaba a los mandamases mediáticos, sino que los insultaba y desafiaba. “Los conservadores prefieren ahora ganar de forma fea antes que perder repetidamente de forma noble”, observó el historiador conservador Victor Davis Hanson. Desde el 2016, el partido se ha despojado de su antigua reputación de acartonamiento, responsabilidad y prudencia y ha adoptado el personaje glamuroso, hiperbólico, transgresor y chulesco encarnado por Trump. Ese personaje está mucho más relacionado con el mundo de la lucha libre profesional estadounidense que con Washington DC.
Además, el Partido Republicano y el movimiento conservador se han reorientado en torno a la personalidad, las fobias, las obsesiones y las inclinaciones de Donald Trump. Los programas radiofónicos, las noticias por cable y una plétora de medios online conservadores defienden a Trump y promueven su causa. La célebre Conferencia de Acción Política Conservadora o CPAC (Conservative Political Action Conference), una reunión anual de pensadores y políticos conservadores que se celebra desde hace medio siglo, se ha convertido, en palabras de la asesora de Trump Kellyanne Conway, en “TPAC”.
La dirección post-Trump de la Fundación Heritage, un centro de estudios conservador fundado en 1973, también ha clarificado su propósito en la nueva época. En una entrevista publicada en enero del 2024 por The New York Times Magazine, el presidente de Heritage, Kevin Roberts, dijo que consideraba que el papel de su centro era “institucionalizar el trumpismo”.
Ahora bien, ¿qué es el trumpismo? ¿Y el trumpismo existe sin Trump?
El trumpismo
A partir del 2016, los intelectuales partidarios de Trump buscaron una nueva referencia para el pensamiento y la política conservadores. En términos generales, adoptaron la bandera del populismo nacional. Consideraron que el Estado nación era la unidad central de la geopolítica. Y que la soberanía y la independencia nacionales eran más importantes que los flujos mundiales de capital, mano de obra y materias primas. Se apartaron de los argumentos libertaristas y del pensamiento economicista. Se vieron a sí mismos como insurgentes en lucha contra las fuerzas hegemónicas dentro del movimiento conservador.
Cinco grupos dominaban el movimiento intelectual conservador antes de Trump. Los libertaristas, también conocidos como liberales clásicos, defendían la libertad económica y personal. Los tradicionalistas defendían los roles sociales heredados y el cambio gradual. Los halcones de la seguridad nacional querían una defensa fuerte y el liderazgo mundial de Estados Unidos. Los neoconservadores combinaban elementos de los tres grupos anteriores, pero creían sobre todo en las normas objetivas del bien y del mal y en la democracia como forma superior de gobierno. Por último, la derecha religiosa reclamaba un lugar renovado en la vida pública para la religión, para la libertad religiosa y para una comprensión bíblica de la identidad y el comportamiento sexuales.
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La distancia entre Trump y George W. Bush, su antecesor republicano en la Casa Blanca, es patente Carolyn Kaster) / AP
La presidencia de Trump envalentonó a las fuerzas que llevaban tiempo intentando expulsar a los libertaristas y los neoconservadores del seno del movimiento intelectual conservador. Cuando Trump se hizo con el control del Partido Republicano, surgió una “nueva derecha” intelectual. Esta nueva derecha desafió el antiguo consenso según el cual los liberales clásicos y los conservadores tradicionalistas podían colaborar y sostener la primacía mundial de Estados Unidos. La nueva derecha pretendía hablar en nombre de Trump y de sus imitadores en el Partido Republicano. Sin embargo, según sus críticos, la nueva derecha manipuló una ideología y una agenda política a partir de los arrebatos de Trump.
La nueva derecha incluía a varios grupos de tamaño variable. Estaban los trols online de la alt-right, cuyo antisemitismo y racismo eran obstáculos insalvables para una legitimidad mayoritaria. Y estaban los nietzscheanos de pacotilla, seguidores del podcast y la cuenta de Twitter/X Bronze Age Pervert, que creían que la modernidad elevaba a la plebe democrática por encima del individuo superior y emasculaba a los hombres occidentales.
Sin embargo, el atractivo de estos dos grupos se limitaba a los jóvenes varones atrapados en los mundos virtuales de internet y las redes sociales. Hablaban su propio idioma, vivían según su propio código y rara vez salían del subsuelo digital a la superficie de la política partidista cotidiana.
El movimiento intelectual conservador está unido contra la corrección política o el ‘wokismo’ y alarmado por la captura por parte de la izquierda de las instituciones públicas y la sociedad estadounidenses
Los católicos con curiosidad por el pensamiento posliberal eran más numerosos. La teoría del “integralismo” sostiene que la vida económica, política y religiosa deben colaborar en pro del bien común. Ha ganado muchos adeptos; en especial, entre los jóvenes católicos. De todos modos, ese rechazo del liberalismo tiene, por definición, un público limitado en Estados Unidos.
No hay que olvidar que el país fue fundado por protestantes, no por católicos. Solo una quinta parte de la población estadounidense pertenece a la Iglesia católica romana. Quizás por eso los integralistas buscan modelos en los populistas nacionales europeos, como el partido Ley y Justicia de Polonia y el primer ministro húngaro Viktor Orbán, un calvinista que asiste regularmente a los servicios religiosos católicos.
La facción más numerosa y de mayor éxito de la nueva derecha ha sido el conservadurismo nacional. Se trata de una respuesta al fracaso del conservadurismo anterior a Trump a la hora de mantener la fortaleza estadounidense, limitar el poder de lo público y salvaguardar los modos de vida tradicionales. Encabezados por Yoram Hazony, un filósofo político israelí, y por Christopher DeMuth, expresidente del Instituto Estadounidense de la Empresa, los conservadores nacionales celebran en Estados Unidos y Europa conferencias anuales que atraen a muchos asistentes y mucha cobertura de prensa. Políticos emergentes del Partido Republicano como los senadores Marco Rubio, de Florida, J.D. Vance, de Ohio, y Josh Hawley, de Misuri, han intervenido en las reuniones de los conservadores nacionales.
Declaración de principios
En el 2021, publicaron una declaración de principios. Muchos pensadores conservadores firmaron el documento. “Vemos la tradición de los países independientes y autogobernados como la base para restaurar una orientación pública adecuada hacia el patriotismo y el valor, el honor y la lealtad, la religión y la sabiduría, la congregación y la familia, el hombre y la mujer, el sabbat y lo sagrado, y la razón y la justicia”, escribieron los autores. A continuación esbozaron, en un estilo elocuente, el pensamiento más reciente de los círculos tradicionalistas.
Sin embargo, la declaración no contenía ninguna referencia a la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Planteaba la posibilidad de una moratoria de la inmigración ilegal y también de la legal a Estados Unidos. Y arrojaba serias dudas sobre las tradiciones políticas estadounidenses de federalismo y separación de la Iglesia y el Estado al proclamar que la religión mayoritaria de un país determinado “debe ser honrada por el Estado y otras instituciones tanto públicas como privadas”.
Esa visión de la religión pública va en contra de la tradición estadounidense. También puede violar la Primera Enmienda de la Constitución, que prohíbe las leyes que restringen el libre ejercicio de la religión y el establecimiento oficial de una religión. Como señaló Charles Kesler, director de la revista conservadora Claremont Review of Books, en un brillante artículo publicado en la primavera del 2024, el conservadurismo nacional se aparta de la tradición política estadounidense no solo en su postura hacia la religión y el federalismo, sino también en su visión del excepcionalismo estadounidense. El nacionalismo estadounidense, escribió Kesler, “siempre ha sido excepcional, y ha presentado más individualismo, más pluralismo, más libertad y más reflexión propia de estadistas de lo que es típico”.
La originalidad de Trump ha renovado su partido tras la guerra de Irak y la crisis financiera. Ha logrado que la derecha sea más atractiva para los votantes sin títulos universitarios de todas las etnias
El artículo de Kesler provocó un debate sobre los méritos del conservadurismo nacional. A diferencia del grupo conocido como los Conservadores de la Libertad, que publicó un manifiesto contrario al conservadurismo nacional en verano del 2023, Kesler no tenía ningún compromiso con el libertarismo ni con el neoconservadurismo. Su preocupación era que el conservadurismo estadounidense siguiera siendo únicamente estadounidense: vinculado a la fundación de Estados Unidos como tierra de libertad igualitaria y libertad bajo la ley.
La paradoja de que el conservadurismo nacional fuera marcadamente internacional y reuniera a pensadores y políticos posliberales desde Brasil hasta Francia y Hungría, hizo que Kesler se mostrara escéptico sobre su aplicabilidad a la escena estadounidense. Le preocupaba que un conservadurismo estadounidense divorciado de la tradición política estadounidense se divorciara también del pueblo estadounidense. “Al igual que la actual nueva izquierda se ha vuelto abierta y visceralmente antiestadounidense, nuestra nueva derecha amenaza con volverse abiertamente postestadounidense y posconstitucional”, escribió Kesler en respuesta a sus críticos. “¿Qué viene después de la Constitución? ¿Qué viene después de Estados Unidos? Roguemos al Dios que nunca falla que no tengamos que averiguarlo”.
El debate entre los conservadores suele ser vitriólico y personalizado. Trump complica aun más las cosas porque sus declaraciones sobre política cambian en función de lo que más le conviene en un momento dado. Su fluidez ideológica dificulta la formación de un consenso entre las corrientes enfrentadas del conservadurismo. Es difícil saber quién está en la cima, aparte de Trump, por supuesto. “Nunca ha habido tantas disensiones y rencillas entre las facciones conservadoras como ahora”, observa el historiador George H. Nash.
Áreas de acuerdo conservador
Y sin embargo, si miramos con atención, es posible discernir áreas de acuerdo. El movimiento intelectual conservador está dividido sobre los aranceles, la inmigración legal y la intervención extranjera. Sin embargo, está unido contra la corrección política o el wokismo. Los conservadores están alarmados por la captura por parte de la izquierda de las instituciones públicas y la sociedad estadounidenses, y por las formas en que esta monocultura ideológica utiliza la vigilancia digital para acosar y reprimir a la oposición.
“La victoria de Trump”, escribió el politólogo conservador James Piereson en el número de octubre del 2023 de The New Criterion, “expuso involuntariamente el grado en que los demócratas habían conseguido politizar a lo largo de los años las fuerzas del orden y los organismos de la seguridad nacional a los que antes se suponía apartidistas”. Se trata de una politización que no se limita al FBI y a la CIA, ni siquiera al Gobierno federal.
ILUSTRACION DE ORIOL MALET PARA APERTURA DE CULTURA SOBRE EL WOK, WOKISMO
El pensamiento ‘woke’ es una de las principales dianas de la nueva derecha trumpista. en la imagen, ilustración de Oriol Malet Oriol Malet
El Servicio de Impuestos Internos ha violado la privacidad de los contribuyentes y las oenegés de tendencia conservadora. Los alcaldes y gobernadores demócratas han convertido sus municipios y estados en “zonas prohibidas” para la derecha estadounidense. Los medios de comunicación dominantes, así como las grandes empresas, están obsesionados con el racismo y el transgenerismo. Las fundaciones filantrópicas promueven ideologías y activistas antiestadounidenses. Y las universidades se han convertido en espacios seguros para el radicalismo antisemita.
Durante muchos años, los conservadores se vieron a sí mismos como defensores de la tradición estadounidense frente a los intrusos radicales. Esa ilusión se disipó durante la presidencia de Trump. Ahora los conservadores se ven a sí mismos luchando para recuperar o subvertir y desplazar las estructuras burocráticas públicas, la sociedad, los negocios y la cultura controladas por la izquierda.
Una derecha asertiva
Esa nueva concepción de sí mismos requiere una postura diferente frente a las autoridades establecidas. Allí donde los conservadores de Paul Ryan buscaban la reconciliación con esas instituciones, la nueva derecha quiere derrotarlas. Es agresiva. “La derecha no necesita un libro blanco”, escribió Christopher Rufo, un activista que firmó la declaración de principios conservadora nacional. “Lo que necesita es un nuevo activismo dinámico con valor y determinación para recuperar el lenguaje, reconquistar las instituciones y reorientar el Estado hacia fines correctos”.
La asertiva nueva derecha es visible en los boicots a marcas pro-LGBTI como Target y Bud Light. Es evidente en la victoriosa campaña del gobernador de Florida, Ron DeSantis, contra Walt Disney Corporation. Se manifiesta en la popularidad viral de películas como Sonido de libertad y la música de Jason Aldean y Oliver Anthony. Y se encarna en las visitas regulares de Trump a los combates del Campeonato de Lucha Extrema (UFC), donde el expresidente es saludado con entusiasmo por multitudes de jóvenes varones.
Aunque Trump dio origen a la nueva derecha, también es responsable de algunas de las mayores victorias del conservadurismo anterior. Su ley fiscal mantuvo bajos los tipos para particulares, familias y empresas. Sus selecciones judiciales inclinaron el sistema legal hacia la derecha; la mayoría del Tribunal Supremo que él consolidó anuló el derecho al aborto y la acción afirmativa basada en cuestiones raciales en las admisiones universitarias, y también ha ampliado la libertad religiosa y las protecciones sobre la posesión de armas.
ATLANTA, GEORGIA – AUGUST 23: Trump supporter Mike Boatman waves a flag outside of the Fulton County Jail entrance on August 23, 2023 in Atlanta, Georgia. Defendants in the Trump case in Georgia will be booked through the Fulton County Jail. Jessica McGowan/Getty Images/AFP (Photo by Jessica McGowan / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)
Votantes de Trump en Atlanta JESSICA MCGOWAN / AFP
Mientras la nueva derecha batalla contra lo que queda del establishment conservador, y mientras los tradicionalistas luchan con los libertaristas, una nueva síntesis está tomando forma no en la teoría intelectual sino en la práctica política. Trump lleva la voz cantante porque solo él goza de la lealtad de millones de votantes republicanos. Por lo tanto, es capaz de volver a presentar el conservadurismo como duro en relación con las fronteras y el comercio, implacable en su búsqueda del interés nacional, solícito con los estadounidenses de clase trabajadora que dependen de las prestaciones del Gobierno y hostil a las creencias y normas culturales progresistas. La adaptabilidad y originalidad de Trump han renovado el conservadurismo estadounidense tras la impopular guerra de Irak y la devastadora crisis financiera mundial. Ha hecho que la derecha, y el Partido Republicano, sean más atractivos para los votantes sin títulos universitarios de todas las etnias.
Pero resulta peligroso vincular tan estrechamente un patrimonio intelectual y un movimiento político a un solo hombre. Algunos aspectos de la personalidad y la conducta de Trump, así como de miembros de su coalición electoral, ahuyentan a los votantes independientes y moderados de los que depende el éxito. Su insolencia política y su desprecio por las formas asentadas de hacer negocios pueden ser temerarias y peligrosas, como vio el mundo el 6 de enero del 2021. Además, su simpatía por los hombres fuertes y su inexpugnable autoestima pueden chocar con la Constitución estadounidense y con el bien común.
Por otra parte, tampoco sabe nadie qué ocurrirá cuando Trump ya no forme parte de la escena política. ¿Emularán los posibles sucesores sus mejores ideas o sus peores impulsos? Una señal inquietante apareció en una reciente entrevista de The New York Times al senador J.D. Vance, que ahora ya figura como candidato de Trump a la vicepresidencia. Discutiendo sobre el intento de Trump de revertir el resultado de las elecciones del 2020, Vance dijo al columnista Ross Douthat: “En realidad, no creo que se trate de ningún principio profundo; es una cuestión de poder”.
Sería el colmo de la insensatez que los conservadores estadounidenses abandonaran los principios al servicio del poder, y que luego vieran que su poder también se desvanece.
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