Los migrantes, ¿van o vienen?

La Vanguardia, Magí Camps, 11-11-2024

Cuando aterricé en la redacción de La Vanguardia en 1985 para hacer suplencias de corrector, una de las primeras instrucciones que recibí fue que no dejara pasar nunca una expresión como “crimen pasional”. La explicación era clara: “Estas etiquetas las utilizan publicaciones como El Caso, pero aquí no tienen cabida, porque lo único que hacen es justificar el asesinato disfrazándolo de un arranque de pasión”.

Aquel consejo fue muy ilustrativo, porque a lo largo de los años lo he aplicado a otros casos, bajo la premisa de que hay que llamar a las cosas por su nombre. Lo que antiguamente se llamaba crimen pasional después pasó a ser violencia doméstica. Cuando, a finales del siglo pasado, se dio la consolidación de los estudios de género, algunas voces pedían sustituir la etiqueta de violencia doméstica por la de violencia de género.

En la redacción hay que hallar el equilibrio entre el buen uso de la lengua y la claridad informativa
Mientras que el concepto de violencia doméstica había quedado superado porque reducía el asesinato a una cuestión casera, la etiqueta violencia de género resultaba, cuando menos para algunos lingüistas y periodistas, demasiado académica. Fue entonces cuando se forjó la expresión violencia machista, que es informativamente más clara y pone directamente el dedo en la llaga. El acierto ha hecho que, aún hoy, sea la de uso preferente. He recordado todo eso hablando recientemente con la compañera Joana Bonet, directora del Magazine.

En muchas ocasiones, en la redacción ha habido que hallar el equilibrio entre el buen uso de la lengua y la claridad de la información periodística. Y eso, que parece que no tenga que producir ningún conflicto, puedo asegurar que ha encendido unos cuantos. Ahora, sin embargo, se añade un tercer factor que complica aún más las cosas: hacer que todo sea políticamente correcto.

Uno de los casos que a mí me resultan más sorprendentes es el del uso generalizado de la palabra migrante. Cuando la ONU habla de las olas migratorias o de las corrientes migratorios entre África y Europa, por ejemplo, se entiende perfectamente que utilice la palabra migrante. Desde un punto de vista global, las personas que, por motivos económicos o bélicos, se desplazan de una zona a otra del planeta no se pueden llamar de ningún otro modo que migrantes.

Ahora bien, cuando es un país o una región como Europa la que habla de las personas que llegan, hay que hablar de inmigrantes. Y si son nuestros jóvenes los que hacen las maletas para irse a otros países donde el futuro les puede ser más favorable, como hicieron nuestros padres y abuelos, que se fueron del sur de España hacia otras regiones más septentrionales e incluso hasta Alemania, entonces la palabra emigrante es la que, informativamente, corresponde.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)