La huida de la familia Gatgok para escapar de las devastadoras inundaciones en Sudán de Sur: mordeduras de serpientes y dieta de nenúfares

Más de 375.000 personas se han visto obligadas abandonar sus hogares para escapar de las regiones que han quedado anegadas por las intensas lluvias que sufre el país desde julio, debido en parte al aumento de las temperaturas en el Índico

El País, Mamer Abraham, 11-11-2024

Nyaguir Gatgok, de 26 años, está acunando a uno de sus cuatro hijos bajo la sombra moteada de un árbol de la aldea de Whicruok, en lo profundo de las tierras altas del condado de Koch (Estado de Unity, Sudán del Sur). En este pequeño enclave la mujer ha encontrado un refugio temporal para su familia ante una de las peores inundaciones que ha sufrido el país en décadas. Es la cuarta vez en cuatro meses que la subida de las aguas la ha obligado a desplazarse durante una huida sin tregua en la que ha tenido que alimentar a sus hijos con nenúfares para resistir el azote del hambre.

Todo comenzó el pasado julio, cuando Gatgok y sus seis hermanos adolescentes contaban historias y reían en torno a un fuego frente a su casa en Dhongueni. Era una noche más, en la que los cuatro hijos de la mujer dormían plácidamente. Pero cuando el reloj marcó la medianoche, comenzaron a formarse grietas en la tierra que liberaron un torrente de agua. “El agua empezó a salir de la tierra a borbotones”, cuenta la mujer durante una entrevista. La familia intentó construir un dique para contener el agua, pero “por la mañana ya se había roto y la casa se inundó a toda velocidad”, explica con una mezcla de incredulidad y tristeza.

Aunque los fuertes aguaceros de la estación lluviosa del país, entre abril y noviembre, siempre han provocado inundaciones, el calentamiento del planeta ha hecho que cada año sean más intensas. Las altas temperaturas sin precedentes de la superficie del océano Índico están relacionadas con las lluvias torrenciales que han elevado el nivel de las aguas del lago Victoria, anegando los países de la cuenca del Nilo, entre ellos, Sudán del Sur.

Hasta el 1 de noviembre 375.000 personas habían tenido que abandonar sus hogares como consecuencia de la subida del agua OCHA

Las inundaciones, que los expertos vaticinan que serán las más intensas de los últimos 60 años, han afectado ya a 1,4 millones de personas (la población total de Sudán del Sur es de unos 12 millones) en 43 de los 78 condados de un país que ya estaba devastado por la guerra, según los últimos datos de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Grandes extensiones de tierra han quedado completamente sumergidas en el agua, las instalaciones sanitarias han sufrido daños o son inaccesible y miles de familias se han visto obligadas a desplazarse repetidamente para escapar de las aguas torrenciales. Sudán del Sur es ya, según los expertos, un país con desplazamientos permanentes por la crisis climática. De acuerdo con los datos de la OCHA, hasta el 1 de noviembre 375.000 personas habían tenido que abandonar sus hogares como consecuencia de la subida del agua. Estos desplazados se suman a los 330.000 refugiados y solicitantes de asilo, procedentes principalmente de Sudán, que ya alberga el país, y a otros dos millones de desplazados internos como consecuencia del conflicto y la inseguridad.
Una de las cabañas inundadas que Nyaguir Gatgok encontró durante su viaje a tierras más altas en Sudán del Sur.
Una de las cabañas inundadas que Nyaguir Gatgok encontró durante su viaje a tierras más altas en Sudán del Sur.

Gatgok es una de las personas obligada a migrar. Su arduo viaje comenzó un día después de que el agua invadiera su casa de Dhongueni. Con un niño atado a la espalda, la ropa de cama sobre la cabeza y el resto de hijos en canoas improvisadas con maderas, dejó la mayor parte de sus pertenencias para buscar tierras lo suficientemente altas como para mantener seca a toda su familia. Tras 12 horas de caminata con el agua hasta la cintura, llegó con otro grupo a Gezire. Dos de los niños que viajaron en el aquel desplazamiento comunitario murieron en el camino debido a mordeduras de serpiente, que proliferan en los espacios inundados.

“Uno de ellos fue mordido por una serpiente cerca de la carretera, y el otro, por la noche, mientras buscábamos refugio”, explica la mujer. Fue imposible llevarlos hasta un hospital. “El más cercano era el de Koch, pero estaba demasiado lejos y el trayecto era muy peligroso, porque había que ir en canoa y se tardaba entre tres y cuatro horas”, lamenta. Más de 50 centros sanitarios han quedado anegados en cinco condados de Sudan del Sur y casi otros 90 son inaccesibles, con unas 15 carreteras principales cortadas, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Mordeduras de serpientes y hambre

La vida en Gezire no era fácil. “Dormíamos bajo los árboles; era nuestra única opción. Los refugios estaban al límite y surgían conflictos si intentabas entrar”, recuerda. Pero su mayor preocupación era y sigue siendo la falta de alimentos. “Uno de mis hermanos, que solo tiene 16 años, va a pescar mientras yo busco nenúfares en las aguas. No es suficiente. Mis hijos se mueren de hambre”, confiesa.

Al menos 6.051 familias están desplazadas en el condado de Koch, en una zona en la que ya vivían más de 36.000 personas, según confirma en una entrevista telefónica Ruot Riek, coordinador de la Comisión de Socorro y Rehabilitación de este condado. El responsable detalla una cascada de problemas, como la escasez de alimentos y de agua potable y la insuficiencia de los servicios médicos. “Los lugares de donde venían [los desplazados] tenían pozos de sondeo, pero aquí el agua está contaminada”, describe.
Una mujer busca nenúfares para cocinarlos, en el condado de Koch (Sudán del Sur). Foto cedida por Nyaguir Gatgok.
Una mujer busca nenúfares para cocinarlos, en el condado de Koch (Sudán del Sur). Foto cedida por Nyaguir Gatgok.

Esta situación crea “graves riesgos para la comunidad”, advierte Riek, que confirma el aumento de mordeduras de serpientes y ataques de animales. “Las ONG locales carecen de capacidad para proporcionar la asistencia médica necesaria, incluidos los medicamentos críticos contra el veneno”, explica por teléfono el secretario de prensa de la oficina del gobernador del condado de Koch, Koh Koang Manyuek, en una entrevista telefónica. La ONU y sus socios consiguieron entregar 500 viales de antiveneno en Koch el 5 de septiembre para combatir el aumento de los incidentes de mordeduras de serpiente, una cantidad insuficiente ante los retos que plantean las inundaciones.

Los casos de malaria también van en ascenso, con más de 120.000 casos y 31 muertes sospechosas registradas el mes pasado, según la OMS, al tiempo que la destrucción de las infraestructuras sanitarias ha derivado en un descenso significativo de las tasas de vacunación.

Uno de mis hermanos, que solo tiene 16 años, va a pescar mientras yo busco nenúfares en las aguas. No es suficiente. Mis hijos se mueren de hambre Nyaguir Gatgok, desplazada de Sudán del Sur

El traslado hacia otras zonas más altas es complejo porque las rutas de transporte están bloqueadas como consecuencia de las inundaciones, por lo que los residentes no tienen más remedio que navegar por las aguas en canoa, un medio de transporte costoso e ineficaz. “Nuestra población se ve obligada a desplazarse a tres payams que están menos afectados, lo que provoca un grave hacinamiento”, explica Marco Juong, comisario del cercano condado de Mayiendit, también en el Estado de Unity. “Casi el 80% del Estado de Unity está ahora inundado”, asegura Manyuek.

Las zonas anteriormente secas son cada vez más vulnerables, y el ganado perece de inanición al desaparecer las tierras de pastoreo. Aunque las autoridades locales están distribuyendo sacos para construir diques de protección, la comunidad necesita desesperadamente maquinaria de excavación para movilizar arena para estos diques, clama Manyuek.

Ante la inminente crisis, Médicos Sin Fronteras prevé que más de 5,4 millones de personas en todo Sudán del Sur se enfrenten a la inseguridad alimentaria y que tengan un acceso limitado a los servicios de saneamiento a medida que continúan los desplazamientos internos y se interrumpen los medios de subsistencia.

Desde que llegó a Gezire, las intensas lluvias han obligado a desplazarse a Gatgok tres veces más, porque los intentos de construir un dique para proteger su nuevo hogar resultaron inútiles. Ahora, desde Whicruok, en el condado de Koch, estudia la posibilidad de enviar a sus hijos a un lugar más seguro, tan lejos como Yuba, la capital, situada al sur del país, o incluso a Uganda, mientras ella intenta ganarse la vida en los campos. “Será mejor que me mude sola. Si consigo algo aquí en el campo, podría ser mejor para ellos mientras estén en un buen lugar”.

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