Opinión

El indeseable deseado

Al final sí, los inmigrantes se comen los perros y los gatos de los honrados americanos. Así lo han decretado las elecciones

Diario Vasco, , 08-11-2024

ohn Wayne recién salido del tinte, un Berlusconi catapultado al otro lado del océano. Un convicto a espera de 34 sentencias. Y es nuestro jefe. Chulea a las nenas, le disparan en la oreja, desenfunda la lengua y dice que lo ha elegido Dios para redimirnos. Para redimir América y de paso a los parias que andamos en este museo flotante que para él es Europa. Museo con telarañas. Wall Street era una fiesta. El pistolero ha vuelto a la cantina e invita a whisky a su corte, previamente enriquecida.

Difundidores de bulos, granjeros soñando con un país que nunca existió, chicanos de tercera generación que escupen sobre la tumba del abuelito. País de inmigrantes renegando de los inmigrantes. La gran américa, sí, esa que hemos visto pasar ante nuestros ojos río Mississipi abajo, los campos de Pensilvania cubiertos por un manto de kilómetros y kilómetros de manzanos en flor. La lluvia de pétalos que flota por las calles de Georgetwon en los días cálidos de primavera. Gran país. Tan grande que es capaz de albergar los roedores más grandes del mundo, estén teñidos de amarillo y luzcan corbatas de metro y medio o anden todavía horadando el suelo, navegando por el alcantarillado en busca de su mesías. Aquí lo tienen. Tan dorado como las columnas de su mansión. Tan alto como el más alto de los becerros de oro.

Al final sí, los inmigrantes se alimentan de mascotas. Se comen los perros y los gatos de los honrados americanos. Así lo han decretado las elecciones. Se puede asaltar el Congreso. Es legítimo si te dan un tiro en la oreja. Te puedes llevar documentos secretos de alta seguridad al garaje de tu casa si eres millonario y le escupes por igual, muy equitativamente, a las mujeres y a los puertorriqueños. Al final los patriotas te lo agradecerán con su voto, su pancarta y su entusiasmo. Los amish del condado de Lancaster, esos que venden artesanía y visten de luto a sus hijos, los que reniegan del progreso y la tecnología, se dejan llevar por la corriente de las patrañas difundidas por internet. Aspiran a la pureza y ahí la tienen. Seis pies y tres pulgadas, 215 libras de pureza. El ídolo bíblico. El adventista, el metodista, el evangélico y multiusos Donald Trump. Cuánto mejor un bulo que una noticia, cuánta más vida hay en el recuerdo de un país que nunca existió –esa América levitando sobre el planeta– que en la dura corteza de la realidad. Se alegra Kim Jong-un, se alegran Putin, Orbán y Netanyahu, toda esa corte de los milagros, ese santoral del nuevo mundo que asoma allí, por esa esquina inflamada del mundo, y que además de un fulgor dorado emite un profundo olor a azufre.

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