¿Quién ha votado a Trump?
La clase trabajadora, los latinos, los negros, los árabes, los jóvenes... respaldan al presidente
Diario Vasco, , 07-11-2024La republicana de Florida María Victoria Salazar, una descendiente de cubanos que huyeron del castrismo, salió ayer elegida congresista por su distrito. Esta presentadora de televisión solo tuvo que utilizar un mensaje para derrotar en los comicios a su rival demócrata. «Tenemos que elegir entre dos ideologías. Progreso, libertad y democracia o socialismo y opresión». En un lugar como Florida, con la mayor colonia cubana anticastrista del mundo, identificar a Kamala Harris con una socialista procubana no ha sido nada difícil. Y ante ese espejismo, el trumpismo se ha erigido como la barrera de contención ante todo tipo de amenazas, reales o no.
La victoria de Trump ha sido posible porque una muy variada colección de sectores sociales no ha tenido ningún problema en votar al expresidente al sentirse atacados por el proyecto demócrata que –a sus ojos– representaba Kamala Harris. Ni las condenas penales del candidato republicano ni su discurso hiperagresivo y faltón han sido una frontera para nuevos votantes que hasta ahora eran demócratas pero que de repente se sentían en peligro por la inmigración, la inflación, la decadencia de América o las política identitarias en cuestiones de género.
Un ejemplo es Dearborn, en Michigan, considerada la ciudad musulmana de Estados Unidos por su mayoría social vinculada al Islam. Trump ganó con el 42% de los votos y Harris se quedó en el 36% –una independiente alcanzó el 18%–. Biden, en 2020, obtuvo el 68% de los votos. Para los musulmanes, el apoyo del actual presidente a Israel en la guerra de Gaza era una cuestión inaceptable y la promesa de Trump de acabar con todas las guerras resultaba más atrayente.
El cinturón del óxido
El mismo trasvase se ha producido en lugares como Indiana, Iowa, Kentucky, Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin, que conforman lo que se denomina el ‘rust belt’, el cinturón del óxido. El nombre refleja la decadencia de un territorio que durante décadas vivió de la gran industria pero ha ido decayendo por los problemas económicos del país. En todos esos Estados ha ganado Trump de manera solvente, lo que evidencia que la clase media-baja trabajadora se ha refugiado en el voto republicano.
Los jóvenes, tradicionalmente demócratas, también han votado a favor de Trump. Según los primeros datos, el magnate ha obtenido más del 40% de las papeletas de los menores de 30 años, diez puntos más que en las últimas elecciones. Según algunos analistas, el partido demócrata se había quedado anclado en la generación ‘boomer’, aislado frente a un Trump y su séquito que, como Musk o Dana White, representa el triunfo con el que sueñan muchos de los nativos digitales de la ‘Generación Z’.
Con los latinos y los negros sucede exactamente lo mismo. Trump ha conseguido el 45% de los votantes de origen hispano a nivel nacional, con una mejora de 13 puntos con respecto a 2020. Kamala Harris solo le ha superado por ocho puntos. Y con los afroamericanos, un bastión demócrata, ha ocurrido algo parecido. Mientras que en los últimos comicios el 90% respaldó a Biden, ahora esta cifra ha descendido al 80%. Las encuestas ya habían predicho, en este sentido, que el voto masculino era para Trump, incluido el de los negros. Ante esa tendencia, el propio expresidente Obama pidió a los afroamericanos que votasen por Harris y luchasen contra el machismo republicano. Esa llamada de urgencia no ha impedido la desafección.
El experto en estadística Nate Silver, el gurú de todos los analistas de encuestas en Estados Unidos, ya explicó durante la campaña uno de los fenómenos más paradójicos de la carrera electoral y que tiene que ver con el triunfo de Donald Trump. El magnate era el más impopular de los candidatos y Harris le ganaba sin problemas a la hora de conseguir el favor del público. Un 46% apreciaba a la vicepresidenta frente al 43% que prefería a Trump. Para Silver estos datos se basan en una escala de afectos y lo que indicaban es que Trump generaba una corriente de enfado a su alrededor. Para el analista, eso era lo que buscaban sus jefes de campaña. Presentar a un tipo cabreado, dispuesto a enfrentarse a cualquiera y no a buscar un acuerdo con una sonrisa. Que le votasen los que querían un matón al lado para que les defienda ante las amenazas, existan o no.
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