LA PRESIÓN MIGRATORIA // LA ORGANIZACIÓN DE LOS VIAJES HACIA ESPAÑA
Los cayucos construidos para emigrar cuestan 15.000 euros
El Periodico, 27-08-2006Pescadores hartos de malvivir del mar y pequeños inversores han descubierto en el tráfico de personas un arriesgado y próspero negocio a lo largo de la costa senegalesa, donde, a diferencia de otras zonas, la inmigración clandestina no es territorio de las mafias. “Nunca las ha habido”, explica Dauda Diop, jefe de comunicación de la Gendarmería. Al principio era habitual que los viajeros reunieran el dinero para la barca, el motor, el combustible y los víveres. A menudo, patrones de pesca decidían llenar su barca de pasajeros y poner proa hacia Canarias. Pero progresivamente, jóvenes emprendedores y pequeños inversores han olido el negocio y cada vez son más las expediciones en las que el dueño de la barca no figura entre el pasaje.
Justin Diallo lo tiene claro: “Pescar ya no es rentable”. Con la sobreexplotación del mar y el encarecimiento del combustible los pescadores ya no se ganan la vida “Por eso muchos se arriesgan. Con un viaje a Canarias pueden ganar entre 15 y 20 millones de francos CFA (al cambio, esto supone entre 23.000 y 30.000 euros)”, afirma.
Sin embargo, este patrón de 36 años, con dos mujeres y tres hijos, que vive en Saint Louis (en el norte) pero pasa la mitad del año en Rufisque (unos 30 kilómetros al sur de Dakar), asegura que él no dará el paso: “Me lo han propuesto, pero no lo haré. Amo mi país. Además, no hablo francés ni español. Sólo conozco el wolof (la lengua mayoritaria en Senegal) y el mar”.
De todos modos, “quien quiera hacerlo, seguro que no lo dice”. En Rufisque, las paredes oyen.
COSTA VIGILADA
Aunque siguen saliendo algunas embarcaciones, “aquí la cosa está parada. Hay mucha vigilancia”, afirma Diallo. Este es el principal riesgo que ve en la travesía. “Para los que conocemos el mar, no es difícil llegar a las Canarias o a donde sea. Cuando pescamos pasamos incluso mucho más tiempo sin pisar tierra. El problema lo tiene esta pobre gente que viene del campo a buscarse la vida en Dakar y que acaba embarcándose sin haber visto nunca el mar antes. Estos sí sufren”, argumenta.
De este modo, según su relato, los cayucos zarpan aprovisionados para toda la travesía. Eso sí, se procura que en cada expedición haya al menos “una decena” de pescadores, para irse turnando en el timón cada dos horas y para ayudar al resto de los viajeros.
SIN PREGUNTAS
En Rufisque se encuentra el astillero de Bara Sarr, uno de los más conocidos del país. Su sobrino, Ibu Sow, está al frente mientras el jefe trabaja con una cuadrilla en Gambia. “Antes nos traían por mar madera barata de Costa de Marfil, pero ahora ya no. Por eso nos desplazamos a trabajar donde hay madera, en Gambia o en el sur”, explica. Ello ha disparado el precio de los cayucos. Uno grande, de entre 20 y 22 metros – – los más demandados para emigrar – – vale ya 10 millones de francos CFA (más de 15.000 euros). La presión policial en la región también frena la demanda. Aun así, junto al hueco que ha dejado el famoso Titanic, pueden verse varios pequeños cayucos para una empresa pesquera de la zona (el “encargo de un español” del que se hizo eco la prensa local días atrás) y la Ya Aneta Diop, una gran barca de 19 metros de eslora cuyo futuro uso, a la vista de los refuerzos que lleva, parece evidente. “Nosotros hacemos barcos, y sólo nos ocupamos de nuestro trabajo. Tú me das las medidas y yo te construyo un cayuco. Sin preguntas”, explica Ibu con una sonrisa.
Él ha sido un discreto testigo de la evolución del negocio. “Antes había gente que invertía en la pesca, comprando una barca y contratando un patrón. Ahora hacen lo mismo, pero para que se vaya a Canarias. El negociante ya viene a encargar el cayuco con el capitán, que es quien sabe cómo tiene que ser”, explica. Es innegable que ello también ha influido en el aumento de precios. “No soy tonto. Si te hago una barca con la que vas a ganar mucho dinero, quiero compartir contigo los beneficios, porque yo soy el que más suda”.
(Puede haber caducado)