“Y me decía: ‘No escaparás’”
Abdi Nageeye dejó atrás una dura infancia en una granja en Somalia para emigrar a Países Bajos y forjarse como maratoniano; este domingo se ha impuesto en Nueva York
La Vanguardia, , 04-11-2024–Iban pasando los kilómetros, el 30, el 32, el 35… y me decía: ‘Ooooh, ¡Voy a ganar! Y al principio no me lo creía, pero luego vi que los otros flaqueaban y que yo estaba entero. Y si saltaba alguien, salía yo a por él. Me decía: ‘No vas a ningún sitio. No escaparás’. Esta era mi carrera y nadie me la iba a quitar. Hubiera hecho 50 kilómetros, si hubiera hecho falta.
De corrido, sin respirar apenas, el pequeño Abdi Nageeye (35) hablaba con los entrevistadores. Lo hacía en la meta de Central Park, se mostraba vehemente pues acababa de firmar aquel hito con el que el maratoniano que se precie ha soñado alguna vez: había ganado el maratón de Nueva York.
¿No es allí donde nació todo?
Uno piensa en Central Park y se remonta a los orígenes del footing: las imágenes de Dustin Hoffman en Marathon Man, trotando sobre el Reservoir, el perímetro del lago. Jóvenes rodando al ritmo de The Sugarhill Gang, con los auriculares del walkman rodeándoles el pelo afro, como una corona.
Embebido de recuerdos, micrófono en mano, se extendía Abdi Nageeye, este tipo de apellido impronunciable que había sido criado en una granja de Mogadiscio (Somalia), refugiado de guerra en su infancia, forjado como corredor de fondo años más tarde, cuando emigró a los Países Bajos.
Evans Chebet, Abdi Nageeye y Geoffrey Kamworor, en un momento de la prueba, este domingo
Evans Chebet, Abdi Nageeye y Geoffrey Kamworor, en un momento de la prueba, este domingo Eduardo Munoz Alvarez / AP
Cómo le gusta hablar a este africano distinto, nada que ver con los discursos monocromáticos de la mayoría de atletas nacidos en aquel continente, todos ellos con sus respuestas predeterminadas:
–I’m happy to win this race.
–I love running here.
–I will come back next year.
Abdi Nageeye se mesa los cabellos, se lleva las manos a la cabeza, acelera en su conversación (que puede ser en inglés, en neerlandés, en alemán, en amárico o en swahili) y nos recuerda que su historia como icono del maratón se ha agigantado en este Nueva York que ha tomado en 2h07m39s –tras pasar el medio maratón en 65m35s y cerrar el segundo en 62m02s, una proeza entre las laderas de Central Park–, pero que viene de lejos.
En realidad, llevamos más de ocho años contemplándole.
Abdi Nageeye ya se dejaba ver en el 2016, cuando se entrenaba en Kaptagat junto a Eliud Kipchoge, ambos bajo el paraguas del NN Running Team, y acababa octavo en Boston y undécimo en los Juegos de Río 2016, antes de multiplicarse en los Juegos de Tokio 2020 (plata, tras el filósofo Kipchoge) y desembocar en el maratoniano soberbio que emergía ayer.
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En los bulevares de la Gran Manzana, veíamos a un fondista sabio que no salía a tumba abierta, no respondía a los acelerones de Tamirat Tola (campeón en Nueva York el año pasado, oro olímpico en París; esta vez era cuarto) ni a los de Geoffrey Kamworor (ganador en el 2017 y el 2019, quinto), sino a uno que se guardaba un abanico de herramientas para desbordar a Evans Chebet (ganador en el 2022, segundo ayer) en el desnivel final y acelerar ante los miles de espectadores que habían pagado 55 dólares por un asiento en la tribuna de meta.
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