¿Qué se juega el mundo en las elecciones de Estados Unidos?
Aunque los asuntos domésticos son los que mueven a los votantes norteamericanos, su decisión tendrá profundas repercusiones por todo el planeta
Diario Vasco, , 04-11-2024En torno a 244 millones de estadounidenses pueden votar en las elecciones del próximo martes. Si la participación alcanza el récord de las anteriores presidenciales (un 66,6%), algo más de 162 millones de personas depositarán su voto. Como apunta el Consejo de Asuntos Globales de Chicago, la mayoría lo hará movida por cuestiones locales, como la inmigración, la crisis de la vivienda, la inflación o el aborto, temas que han copado el debate político de la –todavía– mayor potencia mundial.
Entre los demócratas, el principal tractor del voto (69%) será proteger la democracia estadounidense, mientras que para los republicanos la cuestión más relevante es la economía doméstica (76%). Solo un 20% de los simpatizantes del partido de Kamala Harris y un 17% de quienes apoyan al de Donald Trump considera la invasión rusa de Ucrania un tema determinante, y la cifra cae aún más si se pregunta por la guerra entre Israel y Hamás (16% y 19%, respectivamente, en cada formación). En ambos conflictos, el porcentaje de quienes afirman que no les importa en absoluto es superior.
Sin embargo, la elección que hagan en las urnas acarreará profundas repercusiones para todo el planeta. Porque la política internacional de Trump y de Harris no puede ser más diferente: mientras el expresidente apuesta por anteponer siempre los intereses económicos y retirarse de cualquier conflicto geopolítico que no le reporte rédito –se vanagloria de no haber iniciado guerra alguna en su mandato–, la actual vicepresidenta aboga por dar continuidad al tradicional papel de Policía global que ha jugado el país y por estrechar lazos con los socios de siempre.
Por la onda expansiva que provocarán, los comicios se seguirán con especial atención en los principales centros de decisión política y económica, desde Bruselas hasta Pekín, y en países como Ucrania, Rusia, Israel o Taiwán aguardarán en vilo los resultados, porque determinarán en gran medida las acciones que tendrán que tomar a partir del año que viene, cuando el nuevo inquilino reciba las llaves de la Casa Blanca.
Miedo a los aranceles y a las decisiones en defensa
Unión Europea
Miedo a los aranceles y a las decisiones en defensa
Dos asuntos son los que más preocupan en Europa ante una hipotética victoria de Trump. También en España. El principal es económico: el magnate ha prometido gravar con aranceles todos los productos importados, en una estrategia diseñada para promover la producción local, recaudar fondos para fortalecer la economía nacional y reducir el déficit federal. «Arancel es la palabra más bonita del diccionario. Y es mi palabra favorita», afirmó el republicano en el Club Económico de Chicago.
El castigo que propone será variable dependiendo del país, pero ha establecido el mínimo en el 10%. Y en Bruselas ya saben que no es un farol, porque en su primer mandato Trump ya impuso estos gravámenes al 14% de los productos que compra la superpotencia, incluidos el hierro, el acero y el aluminio europeos. Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid concluyó en 2020 que esos aranceles tuvieron un impacto notable en las exportaciones del bloque: en Alemania supuso una pérdida de casi 12.000 millones de euros, mientras que España fue el sexto país más afectado con una reducción de algo más de mil millones en las ventas a Estados Unidos.
Contenedores en el puerto de Los Ángeles.
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Contenedores en el puerto de Los Ángeles. Reuters
Si Trump gana y cumple su amenaza, el impacto sería muy superior y en nuestro país podría afectar tanto a la industria como al sector agroalimentario, para el que supone el principal mercado fuera de la UE. Harris, sin embargo, rechaza los aranceles y, basada en multitud de estudios económicos, sostiene que acaban afectando sobre todo a los consumidores estadounidenses. Concretamente, la demócrata calcula que este ‘impuesto Trump’ supondrá un sobrecoste de entre 1.350 y 3.900 dólares al año para las familias de clases baja y media del país. A pesar de ello, el Ejecutivo de Biden no ha eliminado los aranceles que su antecesor impuso a China. Al contrario, los ha incrementado.
La otra gran inquietud europea frente a las elecciones es de índole geopolítica y militar. Porque Trump, en su bravuconería habitual, ha prometido que, si gana las elecciones, pondrá fin a la guerra de Ucrania incluso antes de ser investido. No ha explicado cómo piensa lograrlo, pero sus discursos han dejado claro que promueve reducir o eliminar por completo la ayuda que Estados Unidos ofrece a Kiev. Y eso haría que todo el peso de su defensa recayese sobre los hombros de la UE, que aún está lejos de comprometer un volumen de fondos (175.000 millones de dólares) y de armamento similar al que Washington ha enviado a la exrepública soviética y que, además, tiene que hacer frente en su seno a la división que promueven socios como Hungría.
Entre mantener el respaldo a Kiev o cerrarle el grifo
Ucrania y Rusia
Entre mantener el respaldo a Kiev o cerrarle el grifo
Por eso, será en Kiev y en Moscú donde más atentos estén a los resultados de las presidenciales estadounidenses. De hecho, Vladímir Putin es uno de los pocos líderes que se han decantado públicamente por uno de los candidatos. Pero con una sonrisa traviesa. «Kamala tiene esa risa tan expresiva y contagiosa, se nota que le va bien. Trump es el presidente que ha impuesto más sanciones a Rusia en toda la historia. Si a Kamala le sigue yendo bien quizá no haga lo mismo», afirmó en un foro celebrado en Vladivostok donde sus palabras provocaron una sonora carcajada entre el público.
Es evidente que para la invasión ordenada por el presidente ruso una victoria de Trump puede traducirse en un cheque en blanco. En el peor de los casos, Washington podría presionar a Kiev para que negocie la paz cediendo parte de su territorio, algo que el presidente Volodímir Zelenski ya ha rechazado con vehemencia. No está dispuesto a perder ni la península de Crimea, ocupada por Rusia en 2014, pero el hastío entre la población ucraniana puede acabar siendo también un poderoso aliado de Putin. Sobre todo si un vuelco en Estados Unidos extiende la desesperanza por el país.
Funeral por un soldado muerto en Kiev.
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Funeral por un soldado muerto en Kiev. AFP
Hay mucha preocupación entre los soldados, porque temen que el armamento que ya escasea deje de llegar. La incursión en Kursk levantó la moral, pero está bajando porque Rusia sigue ganando terreno. «Sin el apoyo de Estados Unidos no podremos aguantar», avanza desde el frente de Donbás a este medio un oficial que pide mantenerse en el anonimato. «Nosotros no votamos, pero en las elecciones se va a determinar nuestro futuro».
Harris, por otro lado, siempre se ha mostrado partidaria de continuar apoyando a Ucrania. «Estoy orgullosa de haberlo hecho y seguiré haciéndolo», afirmó durante la última visita de Zelenski a Washington. Pero ni siquiera si alcanza la presidencia tendrá fácil cumplir su promesa. La fatiga que provoca el conflicto y la resistencia de la Cámara de Representantes, en manos de los republicanos, son barreras significativas. Consciente de ello, el presidente ucraniano tiene claro que la mejor estrategia pasa por su acceso a la OTAN y a la Unión Europea.
Apoyo al derecho de Israel a defenderse, pero con matices
Oriente Medio
Apoyo al derecho de Israel a defenderse, pero con matices
Menos distancia parece haber entre Trump y Harris en el otro gran conflicto armado que sacude actualmente el mundo. Ambos apoyan a Israel, haciendo hincapié en su derecho a defenderse. La diferencia hay que buscarla en los detalles. El republicano ya dejó claro su respaldo sin fisuras al Estado hebreo durante su mandato, cuando decidió trasladar la embajada a Jerusalén, y no ha recriminado a Benjamín Netanyahu el indiscriminado uso de la fuerza para acabar con Hamás. «Israel tiene que mejorar sus relaciones públicas» es la mayor crítica que se le ha oído, aunque en su círculo afirman que aún no ha perdonado al primer ministro hebreo por haber felicitado a Joe Biden tras su victoria en 2020.
Una familia llora la muerte de uno de sus miembros en Gaza.
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Una familia llora la muerte de uno de sus miembros en Gaza. AFP
La demócrata, por su parte, subraya la necesidad de adoptar la solución de los dos Estados para poner fin al conflicto y ha reclamado a Tel Aviv que decrete un alto el fuego y acabe la guerra. Pero eso no impide que Harris considere a Teherán como el principal enemigo de Estados Unidos. Igual que hace Israel. «Tiene sangre americana en sus manos», señaló la vicepresidenta en una entrevista con el programa ‘60 Minutos’ de la cadena CBS, recalcando que una de sus prioridades «será asegurar que Irán nunca logre convertirse en una potencia nuclear». Y eso no excluye operaciones militares contra la república islámica.
«No dudaremos en tomar las acciones que sean necesarias para defender las fuerzas y los intereses de Estados Unidos frente a Irán y sus grupos ’proxies’», comentó tras el último ataque iraní contra Israel. Aunque Trump ha acusado a Teherán de «exportar el terror por todo el mundo», no parece que esté por la labor de enfangarse en la región. Al menos en esos términos. Y quizá por esa aparente indiferencia, en general los dictadores prefieren que el empresario salga victorioso.
Un país «poderoso» que ya no teme a Washington
China
Un país «poderoso» que ya no teme a Washington
Puede que una excepción sea la de China. El gigante asiático, como la UE, teme que Trump endurezca la guerra comercial que ya le declaró en 2017. Y razones tiene para ello, porque ha avanzado que los aranceles a los productos de este país serán del 60%. Además, el desarrollo tecnológico chino es una de sus grandes obsesiones, por lo que tampoco es descartable que incremente las sanciones impuestas para dificultar el acceso del Gran Dragón a este sector en Occidente.
Bo Zhuang, analista macroeconómico de Loomis Sayles, una filial de Natixis, resalta que, además, la China de hoy tiene poco que ver con la del primer mandato de Trump. «Es mucho más vulnerable a los aranceles que hace seis años», afirma en una valoración para este medio. «Su economía se ha ido ralentizando como resultado de un creciente proteccionismo global, presiones económicas en el terreno doméstico y la tendencia deflacionista. Ahora, las exportaciones son el único punto brillante», añade.
Aviones militares chinos participan en el asedio a Taiwán.
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Aviones militares chinos participan en el asedio a Taiwán. PLA
China vive horas bajas: el sector inmobiliario se tambalea, el mercado laboral cruje y el consumo se resiente. «Estimamos que aranceles del 60% reducirían el crecimiento chino en 1,5 puntos solo en doce meses. La mitad de ese impacto se debería a la reducción en las exportaciones», apunta Bo. Puede parecer un daño manejable, pero cuando el país crece por debajo del 5%, la estabilidad social tiembla.
Y no sería la primera vez que eso se trata de compensar con una aventura militar que impulse el sentimiento patriótico. Por eso, en Taiwán también temen una victoria de Trump. Sobre todo, porque al grito de «si quieren protección, que la paguen», ha dejado entrever que podría no acudir al rescate de la antigua Formosa en caso de que el Partido Comunista decida invadirla, aunque los acuerdos bilaterales obligan a ello. Curiosamente, Harris tampoco ha sido clara a ese respecto, y se ha distanciado en alguna ocasión de la más belicosa actitud de Biden en una región cada vez más caliente.
A los votantes norteamericanos les mueven sobre todo los asuntos domésticos, como la crisis de la vivienda, el aborto, la inflación o la inmigración
Este año China ha llevado a cabo dos simulacros en los que ha asediado Taiwán, cuya soberanía reclama, por mar y por aire. Pero también se ha enfrentado con patrulleras filipinas, y mantiene la tensión con otros países con los que tiene abiertas disputas de territorio marino, desde Vietnam hasta Japón. Barack Obama decidió hacer más patente la presencia de Estados Unidos en la zona, donde cuenta con numerosos efectivos, pero ni Trump ni Harris han aclarado su postura sobre este tema.
La mayoría de los analistas chinos coincide en señalar que no ven ninguna ventaja para el gigante en ninguno de los dos candidatos, y los dirigentes comunistas no han hecho comentario alguno al respecto. No obstante, los ciudadanos ven con fascinación exótica este drama político que les resulta tan ajeno, conscientes de que, como sugiere Li Shufang desde Shanghái, «China ya es demasiado poderosa como para que Estados Unidos le dé miedo».
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