Wisconsin segunda parte
La sentencia de la marmota
El estado del Medio Oeste, que Kamala Harris necesita para apuntalar el 'muro azul', suprime el derecho al voto de la población en libertad provisional y le obliga a cumplir de nuevo toda la condena si vulnera la condicional
Diario Vasco, , 30-10-2024Hay un lugar de postal en el Medio Oeste donde no se trata a nadie como forastero, ni falta una buena cerveza para acompañar un queso artesanal. Wisconsin puede ser uno de los secretos mejor guardados de Estados Unidos. Gracias a eso sigue siendo uno de los estados más asequibles, a pesar de tener los niveles de delincuencia más bajos y los más altos de educación, con la cordialidad y la hospitalidad como seña de identidad de sus ciudadanos, en un paisaje de praderas, vacas y 15.000 lagos, donde se practica el senderismo y los deportes al aire libre.
«Si eres blanco, es un buen lugar para vivir, pero si eres negro es el peor del país», afirma David Liners, director de Wisdom, una organización multiconfesional dedicada a la justicia racial, social y económica. Al llegar a su oficina de la avenida Vel Phillips, los descendientes de alemanes y escandinavos que abundan en la urbe van desapareciendo hasta revertirse la proporción demográfica.
Si Milwaukee es 80% blanco y 6% afroamericano, en Lindsay Heights los blancos solo suponen un 10%, frente al 80% de afroamericanos y el 10% de hispanos, en el mejor de los casos. A pocas manzanas se encuentra el Museo Estadounidense del Holocausto Negro (America’s Black Holocaust Museum), fundado por James Cameron, el chico que en 1930 sobrevivió al linchamiento que inspirase el ‘Strange Fruit’ de Billie Holiday. «Prácticamente todos los negros de esta ciudad viven concentrados en estas cinco millas», ilustra el director de Wisdom.
Se antojaba que el peor sitio para ser negro en Estados Unidos estaría en algún estado sureño del Ku Klux Klan, donde todavía aflora abiertamente el racismo, pero en realidad estamos en una de las ciudades más segregadas del país, según un informe del Milwaukee Area Technical College. Como explica Liners, el 70% de los afroamericanos de Milwaukee está concentrado en esos pocos kilómetros de barrios negros, entre los que el ingreso medio por familia es de 40.000 dólares al año, en comparación a los 70.000 de un hogar blanco.
En lo que son mucho más ricos es en presencia policial. La vigilancia constante es el origen de un retorcido sistema que otorga a este Estado plácido de sonrisas y saludos la tasa de encarcelación más alta del país entre hombres negros. A lo largo de sus vidas, uno de cada tres pasará por prisión, pero el verdadero reto será salir de ella.
Los centros penitenciarios hacinados del estado están llenos no tanto de quienes han cometido nuevos crímenes, sino de los que vuelven a pagar por el que ya cometieron. Mientras estén en período de supervisión, cualquier violación técnica de las reglas obligará a cumplir de nuevo toda la sentencia, aunque ya se estuviera llegando al final de la misma. Cinco años de prisión pueden eternizarse toda una vida por los motivos más peregrinos: exceso de velocidad, alcoholemia, una manifestación, un retraso en la cita de la provisional, una acusación de violencia doméstica, juntarse con otros convictos… «¡O fumar marihuana!», explica Liners. «Nadie va a la cárcel ya por fumar marihuana, pero muchos vuelven por eso».
Letisha White tuvo que volver a cumplir los 60 días de su condena por hurto cuando su novio la acusó «en falso» ante el agente de la condicional de haberle atacado y amenazado con un arma de fuego. «No necesitan probarlo, basta una acusación. Estás a merced de cualquiera».
«Nadie va a la cárcel por fumar marihuana, pero muchos vuelven por ello. Y tienen que cumplir toda la pena otra vez»
Wisconsin tiene 23.000 presos y otros 40.000 en supervisión. Ninguno puede ejercer el voto
Y mientras no acaben de expiar su culpa, no podrán votar. Ahora que los candidatos presidenciales buscan con lupa cualquier bolsa de electores a la que acceder para romper el empate técnico, los 23.000 reos del Estado son solo la punta del iceberg. Otras 40.000 personas están en supervisión, privadas de ejercer el voto. Hillary Clinton perdió Wisconsin en 2016 por 22.000 sufragios (el 0,8% del total) y Joe Biden se lo arrebató a Trump por 20.510 (0.6%).
En su contexto
5,9 millones de habitantes suma el censo de Wisconsin. Es el vigésimo estado más poblado de la Unión. Sus principales ciudades son: Milwaukee (594.833 habitantes), Madison capital (269.840), Green Bay (104.057), Kenosha (99.218) y Racine, con 77.816.
3,3% es la tasa de paro de Wisconsin, 1,1 puntos por debajo de la media nacional, que está en el 4,1%. En cuanto al Producto Interior Bruto, se sitúa en 70.034 dólares por persona y es el vigesimosegundo estado en esta clasificación.
169.000 kilómetros cuadrados ocupa el estado de Wisconsin. Es el vigesimotercero más extenso de los cincuenta territorios que componen la Unión.
Las encuestas vuelven a situar a este estado con diez electores en empate técnico, con una diferencia del 1%, una tendencia electoral no apta para cardiacos, que tal vez podría resolverse restituyendo el derecho a votar de los convictos, como hizo el vicepresidente de Kamala Harris, Tim Walz, el año pasado en el estado vecino de Minesota, donde es gobernador. El secretario de Estado, Steve Simons, lo consideró entonces «la mayor expansión del derecho al sufragio en la historia del Estado», que devolvió el voto a 55.000 personas, la mayoría de color.
En las elecciones anteriores unos 700.0000 expresidiarios de Florida estrenaron una ley de restitución del voto aprobada en 2018, que potencialmente pudo haber cambiado la suerte política del Estado, pero el proceso resultó confuso y costoso. Ante el temor de que se les acusara de fraude electoral y tuvieran que volver a la cárcel, como le ocurrió a 22 de ellos, la mayoría prefirió ignorar los comicios.
Los que salen de la cárcel tienen que andar con pies de plomo para no volver a ella. Si Wisconsin lidera el encarcelamiento de hombres negros en el país, Estados Unidos lo hace en el mundo, al tener en sus prisiones el 16% de toda la población mundial encarcelada, solo por debajo de El Salvador, Cuba, Ruanda y Turkmenistán, según las tablas del World Prison Brief. La escalada de esa población carcelaria, que ha pasado de 196.000 en 1972 a más de un millón y medio, «puede parecer un fenómeno reciente, pero en realidad es un fenómeno que se repite a sí mismo en la historia del país», sostiene el Centro Vera, que acusa a los políticos de aplicar una estrategia deliberada.
Desde que el expresidente Richard Nixon la implementase en el sur de EE UU con tintes raciales, los republicanos se han alzado como los valedores de la ley y el orden. A la defensiva, los demócratas se sienten obligados a demostrar mano dura, como le ocurre a la vicepresidenta Harris, que se ha desvinculado de su apoyo a las reformas policiales popularizadas durante las protestas de Black Lives Matter, desatadas precisamente en Mineápolis tras el asesinato policial de George Floyd.
«Blandos» con los presos
En Wisconsin, donde la redistribución de los distritos electorales se lo había puesto muy difícil al Partido Demócrata para conseguir mayoría en la asamblea, el gobernador, Tony Evers, rehúye de cualquier intento de suavizar las condiciones de los presos. La etiqueta de «blandos» con los delincuentes persigue a los de Harris y ha puesto a la candidata, ex fiscal general de California, en la difícil posición de no atreverse a articular una agenda que reduzca la epidemia carcelaria.
Milwaukee es una de las ciudades más segregadas de todo el país, con el 70% de la población negra concentrada en 5 millas
«Todo empieza por una injusticia que se va multiplicando a lo largo del proceso», expone Liners. La sobrevigilancia de los barrios negros resulta en mayores detenciones –nueve veces más para los negros que para los blancos–. Al llegar ante el juez tienen más posibilidades de ser condenados y recibir sentencias más largas, que se seguirán multiplicando a lo largo de esta cadena de injusticias acumuladas. Los afroamericanos suponían ya en el año 2000 la mitad de toda la población carcelaria, pese a que solo representa el 13% del censo general.
Trump ha fundido la tradicional amenaza de la delincuencia con la de la inmigración, que liga a este y a todos los grandes problemas del país. El miedo sigue siendo la principal arma de los políticos como él, que alienta a la Policía a usar mano dura y a las autoridades a tirar de la Guardia Nacional para reprimir las protestas. Las organizaciones que buscan sustituir las prisiones de castigo por programas que minimicen la criminalización y faciliten la reinserción social, no son populares en campaña. Aun así, Wisdom desplegará en estas elecciones a sus voluntarios para que fomenten la participación en ese barrio negro de Milwaukee, donde la justicia no sabe a queso, ni los agentes toman cerveza, pero sigue sin faltar esa cara amable que ineludiblemente identifica al último estado del ‘muro azul’.
(Puede haber caducado)