“El Mediterráneo es un cementerio de pateras y sueños rotos”

Eduardo Blasco, voluntario humanitario y campeón mundial de natación: “Las personas importan más que el deporte”

La Vanguardia, Domingo Marchena, 28-10-2024

Eduardo Blasco, de 30 años y con una espalda que parece un armario ropero de tres puertas, se ha proclamado varias veces campeón del mundo de natación en la modalidad de rescate y socorrismo; la última, el pasado septiembre en Australia con el equipo de 4×25, junto a Raúl Marek, Carlos Cote y Carlos Carrasco. Sus títulos y récords (ha batido una treintena) le permiten vivir de la natación, aunque su principal actividad es otra…

¿Cuál?

Las misiones humanitarias. Acabo de regresar de entregar media tonelada de medicamentos pediátricos en campamentos saharauis. Los visité todos (Auserd, Smara, Dajla, El Aaiún…), pero dormía y tenía mi base en Bojador, en el suroeste argelino, a unos 70 kilómetros del muro levantado por Marruecos en el Sáhara occidental, donde hay muchas necesidades y la población refugiada necesita muchísima ayuda.

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¿De dónde procedían esos medicamentos?

De Fuerteventura. Nací en el País Vasco, pero crecí en Fuerteventura. Allí me entreno. Intento involucrar a cuantas más manos mejor. Asociaciones, oenegés, instituciones, empresas, administraciones… Es la mejor forma de demostrar que se necesitan soluciones colectivas ante un problema colectivo (y la guerra lo es: el mundo está en guerra). Hicimos el llamamiento y en poco tiempo conseguimos media tonelada de medicinas, procedentes del hospital y las farmacias de la isla, además de donaciones de particulares.

La mayoría de sus misiones, sin embargo, son en el mar.

Así es. En el Mediterráneo, que no solo es el de las postales y los destinos turísticos. Si pudiéramos ver el fondo del mar nos sorprendería. Es un gran cementerio repleto de embarcaciones. ¡Y cuántos sueños rotos! En cada una de aquellas pateras o cayucos viajaban personas, cada una con su historia y esperanzas. No eran simples números. No lo queremos ver muchas veces, pero el Mediterráneo también es un campo de batalla.

Eduardo Blasco, durante una operación de Open Arms
Eduardo Blasco, durante una operación de rescate EBI/RS
¿Cómo se mete un deportista de élite en este mundo?

Porque antes que deportista de élite soy otra cosa: persona. Me he licenciado en Derecho y mis profesores me inculcaron una frase que concuerda también mucho con lo que aprendí en casa, junto a mi familia. Es una máxima de Edmund Burke, un escritor, filósofo y político irlandés del siglo XVIII: “Para que el mal triunfe, basta con que las personas buenas no hagan nada”. Yo sé nadar y puedo rescatar a náufragos en alta mar. Por eso me metí en este mundo.

¿Solo por eso?

Por eso y porque puedo nadar más lejos, más rápido y durante más tiempo que la mayoría de personas. Ese es mi don. Puedo y quiero ponerlo al servicio de los demás. ¿Recuerdas la frase de Burke? Estoy convencido de que las personas buenas son mayoría en el mundo. Si todas hicieran algo, no sería tan habitual que el mal triunfase.

Eduardo, entrenándose en Fuerteventura
Eduardo, entrenándose en Fuerteventura EBI/RS
¿Cómo compagina ambas actividades?

No las compagino. Hago lo que puedo. Entreno todo lo que puedo, siempre que puedo. Ahora, por ejemplo, tengo la mirada puesta en el campeonato de Europa del 2025, pero lo que marca mi calendario no son los retos deportivos, sino la posibilidad de echar una mano a alguien en algún sitio. Si mientras me preparo para la competición, surge esa posibilidad, tengo clara mi respuesta: primero la ayuda humanitaria, después el deporte.

¿Por qué?

Porque deportistas buenos hay muchos y en el fondo el deporte no deja de ser un espectáculo. Lo otro son vidas humanas, la vida real. Estoy muy agradecido a la natación y a todos los reconocimientos. He sido candidato a los Premios Nacionales del Deporte en la categoría reina Sofía, que premia al atleta o entidad que más se haya destacado por gestos especialmente relevantes. Eso es un orgullo, como los galardones recibidos de gobiernos autónomos. Pero, insisto, el mundo (el tuyo, el mío, el de ellos) está en guerra.

Quiero aprovechar estos años de fama para prestar mi voz a quien no la tiene”
Eduardo Blasco
Voluntario humanitario y deportista de élite
¿Cómo es ese mundo?

Terriblemente injusto y cruel. Y puede ser también terriblemente hermoso. Recuerdo contemplar una vez en el mar un atardecer de película, precioso. Y pensaba que esa luz estaba allí casi fuera de contexto porque acabábamos de participar en el rescate de una embarcación que zozobraba y que estuvo a punto de engrosar el cementerio del fondo del mar.

Injusto, cruel, hermoso… ¿El mundo también es paradójico?

Sí, contradictorio más bien, como las rosas en el desierto. Pueden convivir cosas preciosas en un infierno. El horror y la sonrisa de un niño en el mar. Su mirada de gratitud, de esperanza. O las reacciones de alegría colectiva, como la de una patera con 42 personas en cuyo rescate participé en el Mediterráneo central en el 2023. Eran eritreos. Alguna mujer, unos pocos niños y la mayoría hombres, como en casi todas estas embarcaciones. Cuando se vieron a salvo se pusieron a cantar de pura felicidad.

“El Mediterráneo es un cementerio de pateras y sueños rotos” Video
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Sobrecoge imaginarlo.

No lo dudes. Rescatar a personas en zona de guerra es la mayor recompensa.

¿Cuál es su mejor recuerdo?

Mi recuerdo deportivo más bonito es mi primera medalla, en Gales, en el 2015. Pero el mejor recuerdo de toda mi vida fue quizá aquel momento con aquellas personas cantando después de haber sido rescatadas y haber visto la muerte tan cerca.

Es poco habitual escuchar discursos así a un deportista.

Muchos crecen en centros de alto rendimiento, en una burbuja, aislados de la sociedad. Pero todos, desde los futbolistas de Primera al último nadador, hemos de tener claro que nuestra carrera es muy corta y que llegará un momento en que se olvidarán de nosotros. Yo quiero aprovechar estos años de relativa fama, de interés mediático, de triunfos y de campeonatos internacionales para prestar mi voz a quien no la tiene.

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