Era cuestión de tiempo que el problema de la inseguridad asociada a la inmigración iba a llegar a nuestro territorio. En apenas unas semanas han estallado dos conflictos, uno en Trintxerpe y el otro en el barrio de Egia. Han sido episodios graves, en los que se ha registrado violencia física y dialéctica. Lo único bueno que podemos decir de estos acontecimientos es que todavía estamos a tiempo de gestionar su potencial explosivo y evitar las peores consecuencias, que sin duda alcanzarán a la convivencia social y abrirán la puerta a expresiones ideológicas de las que nos creíamos curados. No somos tan distintos. Es un problema para el que no hay fórmulas mágicas ni recetas únicas y que, además, estalla sin tener en cuenta el color político del administrador de turno, tal y como se ha demostrado en estos dos casos. En Trinxerpe, Pasaia, gobierna EH Bildu y en Donostia, la coalición entre el PNV y el PSE. Si para enfrentar la violencia machista se ha conseguido un altísimo grado de consenso, estableciendo protocolos de prevencion y respuesta que sirven para todas las instituciones, creo que el de la inmigración vinculada a la seguridad debería ser objeto de un enfoque parecido, desde la doble premisa de blindar a los migrantes ante los falsos estigmas y combatir el delito sin minimizar ni la percepción ni mucho menos su realidad. Por esa rendija penetra el veneno ultra, cuya mano ya se ha dejado en.