Exilios, migraciones y fronteras

Diario de noticias de Gipuzkoa, Jesús Barcos, 28-10-2024

Josu Chueca (Lerín, 1956) es un historiador que sabe comunicar con pasión al auditorio. Profesor jubilado de la UPV sigue investigando en campos como el del exilio. Cuestión esta sobre la que versó una de las charlas del ciclo Memorias de ayer y hoy celebrada en Pamplona en Katakarak y organizada por Sanfermines 78: Gogoan! replicada también días más tarde en Donostia por Goldatu en Okendo K.E. Chueca conectó la experiencia de la guerra civil española con la inmigración actual. Su disertación resultó clara, ilustrativa y pedagógica. Esta es su crónica.

De Irun a Irun – La vuelta de una frontera – El exilio tras el golpe franquista
Fue el de Chueca un viaje por el tiempo, que empezó y terminó en Irun, junto a una frontera que “vuelve a existir”. Por ahí miles de personas marcharon al exilio del 36 al 39. “En septiembre de 1936 esta ciudad prácticamente se vació. Niños, mayores, mujeres, pasaron a Hendaia. Era la primera vez que se experimentaba la sensación de una guerra total”.

Así que el primer exilio masivo fue el de Irun. En Navarra resultó más minoritario. Los franquistas avanzaban en paralelo al Bidasoa acompañados de aviones bombarderos. “La gente se dio cuenta de que la guerra ya no hacía distinción y que toda la población podía ser víctima”.

La prensa internacional se hizo eco del éxodo forzado y de la situación de los primeros emigrantes en la playa de Hendaia. Con todo, Francia parecía en ese momento tierra de asilo.

Al año siguiente el exilio se dio desde Bizkaia. Más de 20.000 niños en el País Vasco marcharon a Francia, Bélgica, a Gran Bretaña o a la Unión Soviética. Ajenos a su porvenir, pensaban que era cuestión de meses y que iban a poder volver cuando la República ganase la guerra. En el mejor de los casos estarían hasta el año 39. Otros muchos proseguirán su exilio hasta décadas más tarde. Todavía en 1937 imperaba por parte del Gobierno francés una relativa solidaridad. Además, el Gobierno Vasco implementó escuelas, albergues y refugios para que esos niños y niñas pudiesen estar en unas condiciones cómodas fuera de la guerra, por ejemplo en la Baja Navarra. En otros departamentos fue la sociedad civil francesa la que dio apoyo a la población emigrada.

Sin embargo, el exilio alcanzó una dimensión muchísimo mayor cuando entre enero y febrero de 1939 los franquistas entraron en Catalunya y tomaron Barcelona. Entonces salieron en huida casi medio millón de personas, primero de Barcelona hacia Girona, y de ahí hacia suelo francés. La prensa gráfica francesa o británica habló de “la tragedia española”. Para entonces el Gobierno francés había cambiado de actitud. “En 1938 había elaborado una legislación totalmente xenófoba, con dos decretos que suponían muchísimas limitaciones y pegas para que gente pudiera refugiarse y exiliarse en Francia”.

De esta forma en enero del 39 la frontera francesa con Portbou estaba cerrada, hasta que por razones humanitarias, el 5 de febrero los refugiados pasaron por miles pero fueron segregados. A niños, ancianos y heridos se les socorrió. A los hombres se les recluyó, y a todos ellos se les invitó a que volviesen cuanto antes a España. Ya no era una política de acogida solidaria”, destacó Chueca.

Negación de libertad
A los hombres adultos se les llevó a las playas, en perímetros alambrados. Pronto la administración francesa y los periodistas comenzaron a hablar de campos de concentración, como los de Argelès, Saint-Cyprien o Barcarès, donde no había nada más que la arena de las playas, policías, militares, y alambradas, “el hilo de la historia” hasta la migración de hoy, sentenció Chueca.

Los hombres solo podían salir de allí para volver a la España franquista. Al principio las mujeres quedaron fuera. A partir del otoño de 1939 y sobre todo desde 1940 entraron mujeres y niños. Chueca destacó el “elemento de negación de la libertad a esas personas que no habían cometido ningún delito, que escapaban de una guerra y de una muerte segura, y quedaron encerradas”. Lo mismo que ocurre ahora con personas que con lo primero que se encuentran cuando llegan a Europa son los alambres, para impedir su paso y luego para quedar encerrados.

Por si fuera poco a partir del año 42 los campos se convierten en un eslabón más del nazismo. Como mínimo 3.907 personas fueron exterminadas en Auschwitz después de haber salido de campos como Gurs u otros.

En conjunto, estos espacios que hicieron de prisión se multiplicaron y adquirieron grandes dimensiones, diseñados para cerca de 20.000 personas, en una situación de hacinamiento y negación de la libertad. y se construyeron en un tiempo récord. En todos hubo que crear cementerios. En el campo de Gurs, murieron 1.180 personas desde el 39 al 45, incluidos niños y niñas. Según Chueca, sectores de izquierda hicieron una campaña para liquidar estos campos, que lejos de ser derruidos, adoptaron instalaciones permanentes, como el de Rivesaltes. Dos de sus barracones se siguieron utilizando hasta 2004 para distintos colectivos.

El uso de eufemismos – De los campos a los centros de internamiento – Migrantes de ayer y hoy encerrados
“Al principio la Administración francesa habló de campos de concentración pero luego utilizaron, como los europeos ahora, eufemismos para camuflar esta realidad. El nombre oficial del campo de Gurs era “de acogida”. Luego una vez cerrado, se habló de campo de internamiento. Como se llama a los centros de internamiento actuales”, observó Chueca. “El único delito de la gente que meten en el Centro de Internamiento de Barcelona o de Madrid es no tener la documentación –según dicen– para estar en Europa. Como los refugiados del pasado. Seamos honrados, que se les llame centros predeportación o prisión para extranjeros”.

El contexto general europeo es de endurecimiento ante la migración y el exilio. “Prácticamente todos los países están dando por buena la línea de Meloni. Atrás queda el recuerdo de Merkel. “Era receptiva y favorable a que los refugiados se redistribuyeran por toda Europa”, mientras que hoy día el canciller alemán Scholz, en teoría más a la izquierda que ella, está diciendo que aquí no entra nadie”. Chueca también recordó que Feijóo se ha alineado con la política de Meloni cuyas recetas se han vuelto claramente influyentes en la UE. Y apuntó a que cuando el Aita Mari recibe sanciones y pegas de Italia, España mira para otro lado”.

El recuerdo del Winnipeg
Chueca recordó el sufrimiento de muchos migrantes para cruzar África. Esos barcos que hace en el pasado posibilitaron que saliera la gente de Europa al exilio no existen ahora. Puso como ejemplo el Winnipeg, un barco que llevó a 2.500 españoles a Chile. No hay ahora Winnipegs en Europa para ir a buscar a refugiados o migrantes para buscar a pateras. El Aita Mari, por ejemplo, lo único que tiene por parte de las autoridades son pegas, multas, etcétera”.

Rutas mortíferas
Todo eso da lugar a que la gente tenga que venir aquí cruzando el Mediterráneo o a través del Atlántico a Canarias en cayucos y pateras, con tragedias en trayectos cortos. Como en Lampedusa en 2013, recordó. Con 289 muertos computados, pero que seguramente iban hasta quinientos. Ahí se presentó Durão Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, en su tiempo socialista y de extrema izquierda de un partido maoísta. Dijo que esto no volvería a ocurrir. Era el año 2013, han pasado once años y los naufragios no paran de repetirse, censuró Chueca.

Para este historiador “la situación de angustia y de inhumanidad de los campos creados en playas en 1939 la tenemos ahora en los campamentos de Pas de Calais, en Quíos, en Lesbos…”. “Grecia, que era el país madre de los derechos humanos y de la democracia” hoy es el lugar donde Europa tiene campos de concentración que se van haciendo permanentes.

A su entender, en Europa han tomado fuerza las fronteras interiores, esas que en teoría habían desaparecido y que se han vuelto a activar. Como la del Bidasoa, por ejemplo. Este historiador denuncia “controles absolutamente racistas”, en un paso que conoce bien, pues vive en Donostia y va a menudo a Hendaia. “A mí nunca me paran, pero cualquier persona que es de color o que tiene rasgos magrebíes automáticamente ahí están los policías”. En Hendaia hay un centro llamado de retención administrativa, al lado de la comisaría. Ese es el eufemismo que utilizan los franceses”.

Morir en el bidasoa
Fuera del imaginario de las lejanas fronteras, Chueca recordó la existencia de un drama delante de nuestras narices, con personas que han muerto en su intento por pasar el Bidasoa. “Se ha dado la paradoja de gente que le ha costado años llegar a Europa y que luego en un triste río de 15 metros han muerto”. “El Bidasoa no es frontera para los capitalistas. Es de libre paso para los camiones, pero puede ser muerte, como de hecho es, y desde luego obstáculo” para seres humanos.

Chueca considera que “la Guardia Civil o la Policía están encantados de no intervenir en Irun y que los migrantes pasen a Francia. “Esa misma Guardia Civil que hizo la matanza del Tarajal o la que mantiene en Ceuta o Melilla la vigilancia estricta” dentro de una política que considera hipócrita por parte del Gobierno español.

Aintzane Lasarte Garate. Nacida en Caracas por el exilio de sus padres a raíz de la Guerra Civil, vive en Hendaia. Miembro de Bidasoa Etorkinekin, trabaja en el ámbito de la solidaridad a migrantes y refugiados. Acusada de favorecer el paso ilegal de fronteras y de asociación de malhechores, tiene con otros compañeros un juicio pendiente el próximo mes de enero. Se les atribuye, por ejemplo, haber aprovechado la Korrika para pasar al Estado francés a más de 30 migrantes que participaron en la carrera. Lasarte criticó los intentos de “amedrentar” y de “criminalizar” la ayuda a las personas inmigrantes, y explicó la realidad asociativa existente en Lapurdi.

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