Cómo funcionan y se expanden los bulos: así puedes pararlos

En la difusión de noticias falsas y maliciosas intervienen factores tecnológicos, psicológicos y sociales

Diario Vasco, Jesús Falcón San Sebastián, 28-10-2024

Uno de los grandes retos de nuestra sociedad es cómo adaptarnos a los grandes cambios que acarrean las nuevas tecnologías, por definición siempre fluctuantes. Una gran oleada de ventajas que también viene acompañada de inconvenientes que debemos aprender a manejar y sortear, y a ser posible, en nuestro beneficio. Sin embargo entre sus pegas, como rémoras que se adaptan perfectamente, están los bulos y su cada vez mayor facilidad para engañar y tergiversar, viralizándose aprovechando múltiples factores para inyectarnos el virus de la desinformación.

En efecto la tecnología existente hoy en día (y es previsible que la futura) tienen una gran capacidad de mimetizarse con variables psicológicas, sociales y políticas para que personas o grupos interesados aprovechen este cóctel en su provecho, difundiendo y expandiendo contenidos falsos capaces de llegar a millones de personas. Y el tamaño y la forma de estos engaños son variables y de distintos aspectos y colores, desde hechos que jamás han ocurrido añadidos a un contexto real a cambios en los detalles de los mismos o interpretaciones sesgadas hasta falsedades rotundas contadas con apariencia de seriedad,… todo es susceptible de llegar a ciudadanos que lo pueden tomar como totalmente cierto y a partir de ahí formarse opiniones erróneas o tomar decisiones manipuladas. Los ejemplos son múltiples.

Pero, ¿cómo consiguen estos contenidos viralizarse y ser capaces de llegar a cualquier rincón del planeta?. Estos son los factores que intervienen para lograr la viralidad de los mismos:

Así se propagan las fake news:
Fuentes malintencionadas: Siempre el origen es una persona o entidad que trata de manipular sirviéndose de un contenido falso o con detalles importantes que no son ciertos.

Sesgo de confirmación, o ver lo que queremos ver: Los seres humanos tendemos a creer aquello que confirma nuestras propias creencias y a descartar la información que las contradice. Esto facilita la propagación de noticias falsas, ya que las personas son más propensas a compartir contenido que coincide con su visión del mundo.

Algoritmos de las redes sociales: Están diseñados para mostrarnos contenido que consideran que nos va a interesar en base a cómo realizamos nuestro consumo en dicha red social y a quiénes son nuestros contactos o ‘amigos’. Si una noticia falsa genera muchas reacciones (me gusta, comentarios, compartidos), el algoritmo la amplifica, mostrándola a un público cada vez más amplio.

Sensacionalismo: Las noticias falsas suelen ser más llamativas que las verdaderas, esto las hace más atractivas para los usuarios, que las comparten sin verificar su veracidad aprovechando la impulsividad que tenemos cuando estamos relajados navegando con el móvil.

Falta de verificación: En la era de la inmediatez, muchas personas comparten información sin detenerse a comprobar su origen o fiabilidad. Esto facilita que las noticias falsas se propaguen rápidamente.

Bots y cuentas falsas: Muchos de los perfiles en las redes sociales no son reales sino bots, es decir, cuentas automatizadas programadas para difundir masivamente el contenido que les interesa, o para el que les contratan, ya que los hay creados por entidades o por empresas privadas. Estos bots pueden compartir una misma noticia falsa miles de veces, creando la ilusión de que es una información muy popular y creíble.

Como vemos, la mecánica recuerda a la de los virus, ya sean orgánicos o informáticos así que tienen en las redes sociales su caldo de cultivo ideal. Quienes buscan difundir una falsa realidad en su favor conocen muy bien los engranajes que tienen que mover y calibran cuánto tienen que alterar la realidad o exagerarla para resultar mínimamente creíbles. El impacto puede ser tan grande como desequilibrar unas elecciones democráticas o un referéndum de gran calado como el que llevó a Gran Bretaña a salirse de la Unión Europea.

«Enviamos 350 millones de libras a la UE cada semana». Con esta frase movida hasta la saciedad en las redes sociales de los británicos e incluso en la zona publicitaria de autobuses, lograron Boris Johnson y sus partidarios mover la balanza a su favor para lograr el ‘Brexit’. Poco les importó que dicha afirmación fuera falsa, tal y como reconocieron semanas después los propios impulsores del dato.

Los ejemplos son múltiples, de gran calado y en el día a día, especialmente agitados por algunos partidos políticos y abarcan temas tan amplios y complejos como las ayudas sociales, la inmigración, la delincuencia o la ‘okupación’, a veces mezclando interesadamente todos ellos. Sin salir del Reino Unido tenemos otro caso muy reciente de este pasado mes de agosto cuando se generaron múltiples disturbios xenófobos por todo el país basados en bulos.

Consejos para protegernos de la desinformación
Verifica la información: Antes de compartir una noticia, tómate unos segundos para verificar su fuente. ¿Es un medio de comunicación reconocido? ¿Existen otras fuentes que confirmen ese contenido?

Desconfía de los titulares sensacionalistas: Las noticias falsas suelen utilizar titulares llamativos y exagerados para captar la atención

Cuidado con las fake news disfrazadas de sátira: A veces, las noticias falsas se presentan como sátira o humor, lo que puede confundir a los usuarios

Educa a tu entorno: Habla con tus amigos y familiares sobre la importancia de verificar la información y de no compartir noticias falsas

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