Inmigrante, emigrante, migrante

Europa rechaza a aquellos que nos permiten mantener un nivel económico

Diario Vasco, Pablo Zapata Lerga Pablo Zapata Lerga, 25-10-2024

as noticias vuelan a tal velocidad que se solapan unas a otras de tal modo que hay temas significativos que al día siguiente olvidamos. Leemos que el Gobierno de Giorgia Meloni ha abierto campos de internamiento (prisiones) en Albania para deportar a los inmigrantes rescatados en el mar. Lo intentó Reino Unido, y Países Bajos estudia enviarlos a Uganda. Pronto le seguirán otros bajo la égida inaugurada por Donald Trump, antecesor de esta ola mundial del egoísmo sombrío. Llegará un momento en que nos parecerá normal ver a los negros con cadena al cuello y argollas en los pies. ¿Nadie levanta la voz?

El plan es de una hipocresía y maldad sin nombre. Nadie dice nada de los miles de inmigrantes de carita blanca que entran por los aeropuertos, los miles y miles ucranianos llegados a nuestro país. No nos incomodan si van junto a nosotros en el metro. Todo se centra en los negros, que vienen en cayucos salvavidas, en el color de la piel, en los más humildes. Pobre África, masacrada y explotada por los blancos europeos. Durante los siglos XV al XVIII sacaron por la fuerza en barcos negreros a más de 20 millones de africanos para esclavizarlos. Ahora no les dejan salir. Y los que lo logran es porque tienen cierto nivel económico, una propiedad para vender. Los demás, la inmensa mayoría, no pueden salir porque su vida consiste en subsistir en la miseria. No tienen dinero para poder soñar otra vida. Se ha publicado que la principal preocupación de los españoles en estos momentos es la inmigración. ¿De verdad que a la gente le preocupa tanto? No, es una inquietud provocada e influenciada por la ultraderecha, de tanto repetir el problema hacen que se transforme en preocupación. Me inquieta más la inflación, la sanidad, la vivienda, la educación.

No soy ingenuo, es verdad que una inmigración descontrolada genera problemas, que los que vienen no son ángeles sino humanos, con sus debilidades. Pero los grandes asesinos, los comisionistas de guante blanco, los padrinos de catástrofes y mafias, los fondos buitre, los de la trata de blancas, los traficantes de armas no han venido en cayucos ni pateras. No me molesta cuando veo que en la mayoría de los bares y restaurantes me atienden inmigrantes. Además, lo hacen con delicadeza, reparten mucho «mi amor». Sin ellos, la mitad de locales estarían cerrados. No me molesta cuando veo a los ancianos a los que pasean con atención señoritas de dulce acento boliviano, colombiano, hondureño… Es la realidad, las inmigrantes están cuidando a muchos de nuestros mayores. No me molesta cuando he requerido alguna reparación en el hogar y han venido inmigrantes, como los que estoy viendo en estos momentos bajando los escombros de las obras de la casa de enfrente. ¿Quién me la iba a arreglar, si ya no hay nativos para estos menesteres?

No quitan trabajo, hacen las tareas más duras, las que los nativos no quieren por estar mal pagadas
No me molesta cuando los repartidores a domicilio son mayoritariamente foráneos, como los albañiles, los pintores, los transportistas… No me molesta cuando los veo por miles recogiendo la oliva, en la vendimia, en la fresa, en las huertas. Sin ellos no sería posible, tendríamos que ir al campo los universitarios, licenciados y muchos jubilados porque si no nos moriríamos de hambre. No me molesta cuando en un hotel me atiende una persona educada que tiene otro rostro, otra cultura. Porque detrás de esos disfraces de superficiales colores hay una persona… como tú, como yo, como tus abuelos.

Los inmigrantes no quitan trabajo, hacen las tareas más duras, las que los nativos no quieren, por su dureza, por su peligrosidad, por estar mal pagadas. Parece que no nos acordamos de cuando la España de la posguerra (aquella que era ‘Una, Grande, Libre’) y en los años 50-70 lanzaba a miles y miles de paisanos a Europa. Sí, pobres de solemnidad, con una chaqueta pobre y una maleta de madera llena de pobreza salían a buscar trabajo por Europa, donde se formaban barrios con españoles ‘de segunda’ en las principales ciudades de Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania, Suiza. Iban buscando la dignidad de ser personas, la que aquí se les negaba por distintas circunstancias que impedían que pudieran salir de pobres.

La historia de la Humanidad es la de las migraciones. Los ciclos se repiten. En los años 40 hubo países como México, Venezuela, Cuba, Argentina que eran ricos y recibían a trabajadores españoles. En el ADN del ser humano está buscar un mejor nivel de vida. Como dijo Vicente Ferrer, siempre habrá pobres en el mundo, lo triste es que siempre sean los mismos.

Pobre Europa, símbolo que ha sido de los derechos y libertades. Pobre Europa rica, egoísta y envejecida, que rechaza a los que, movidos por la necesidad, vienen a mendigar trabajo y que gracias a ellos podemos mantener un nivel económico. Quien no lo quiera ver así, que revise su vida o a la de sus padres y abuelos. Todos hemos sido en algún momento emigrantes (los que salen) o inmigrantes (los que entran).

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