DRAMA MIGRATORIO EE.UU.-MÉXICO
El santo de la frontera: héroe de los sin papeles, enemigo público del fiscal de Texas
Mientras el debate político bascula entre las deportaciones de los demócratas y el muro que quiere concluir Trump, el laico católico Rubén García sigue con su lucha: ha acogido ya a un millón de inmigrantes
ABC, , 24-10-2024Rubén García no se siente santo. Pero a los 75 años tiene una fuerza uno diría que divina, que el tiempo no ha podido desgastar. Este hombre alto, fornido, con aire bonachón, entra a la Casa Papa Francisco, un viejo convento abandonado donde acoge a 25 inmigrantes indocumentados que han llegado de México, y no para un solo segundo, atendiendo llamadas, supervisando la cocina, viendo si tres niñas que han llegado a pie desde Colombia se encuentran bien, si necesitan algo.
Es inconcebible que alguien como García, que habla de paz, cita el Evangelio y se desvive por inmigrantes que llegan a sus brazos aterrorizados y en extrema necesidad, se haya convertido en una especie de enemigo público número uno para el Estado de Texas. Pero así es. Recibe a ABC en un lugar que el fiscal general del Estado ha declarado que es un nido de delincuentes, guarida lúgubre de toda una red de trata de blancas.
Pero aquí, en este refugio en la ciudad de El Paso, en Texas, hay un altar, con una gran cruz y luminosas vidrieras que muestran a Cristo y a la Virgen. En los cuartos, una familia llegada de Guatemala cuida de su hijo y las tres niñas colombianas tejen unos bolsitos para pasar el tiempo. Esto desde luego no parece una guarida criminal.
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Preguntado por los cargos en su contra, que están ahora en la Corte Suprema de Texas, García hace un gesto de resignación, y cita unos versículos de Mateo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?». El fiscal general, Ken Paxton, alega que la organización no gubernamental que desde 1978 regenta García, Casa de la Anunciación, está facilitando la inmigración ilegal. Según la demanda, esta organización opera abiertamente en violación de la ley, cruzando a México para traer a Estados Unidos a personas que han sido rechazadas por la Patrulla Fronteriza. Busca el político el cierre de toda la red de albergues, y García, que niega todos los cargos, prefiere no hablar de la posibilidad de que pida cárcel para él. «De momento no ha pasado, así que mejor no pensarlo», dice.
Modestos albergues
Lo que le preocupa a García, apodado en El Paso y fuera de él «el santo de la frontera», es qué les va pasar a estos inmigrantes, estos «forasteros», como él los llama, usando de nuevo las palabras de San Mateo, si le cierran estos modestos albergues. En este momento en su red de seis residencias viven unas 300 personas, pero en los duros tiempos de llegadas masivas, cuando cruzaban solo por El Paso más de 4.500 personas a diario, llego a alojar a 1.500 a la vez. Desde hace décadas, él recibe, da comida, aseo, cama… y les ayuda a seguir su vida, sin hacer muchas preguntas. Admite que, por lo general, hay sólo una, y por curiosidad: «¿Por qué están huyendo?».
«En 1978, cuando comenzamos a recibir a inmigrantes en nuestros albergues, ya les preguntábamos eso, y nos decían siempre dos cosas: tengo miedo y no puedo comer. Ahora, 46 años después, vengan de donde vengan, de Guatemala, de Colombia, de Perú, más y más de Venezuela, nos dicen lo mismo: tengo hambre y no puedo comer», dice. «Sigue siendo lo mismo».
Rubén García, conocido como «el santo de la frontera»
Rubén García, conocido como «el santo de la frontera» D. ALANDETE
«No somos ni policías ni carceleros, aquí se acoge a los inmigrantes, no se los encierra»
Rubén García
Regente de la Casa de la Anunciación en El Paso
Cuando García y otros laicos católicos empezaron su trabajo para recibir y cuidar de los inmigrantes sin papeles, él le escribió a la Madre Teresa, a quien había conocido unos años antes. Ella respondió por carta animándolo a «anunciar las buenas nuevas», lo que dio origen al nombre de su primer albergue y a la red que creció después. Calcula que ha ayudado ya a más de un millón de personas en todo este tiempo.
Al principio, el albergue ocupaba solo el segundo piso de un edificio pegado a la frontera, cedido por la diócesis católica de El Paso. Su misión comenzó con un solo huésped y fue creciendo gradualmente. Hoy, en estas casas viven madres, niños, personas huidas de la violencia más abyecta, de amenazas de muerte y violación, de extorsión, de una amargura tal que sólo queda la opción de huir a una frontera que se considera la más peligrosa del mundo.
La ofensiva de Paxton, el fiscal general, que se ha marcado como objetivo acabar con la inmigración irregular a toda costa, ha llegado hasta los oídos de otro católico insigne, el Papa Francisco en persona, quien en junio calificó los ataques de Paxton contra García como «una locura». Durante una entrevista a un medio estadounidense, el Papa expresó su rechazo a la demanda de Paxton, que fracasó en un juzgado en julio pero fue recurrida, y afirmó: «El migrante debe ser recibido».
Colaboración con la Policía
Es además patente que no todas las autoridades en EE.UU. coinciden con esta ofensiva de Paxton. Aunque inicialmente la relación entre Casa de la Anunciación y las agencias de control fronterizo era tensa, en 2014 García comenzó a colaborar más estrechamente con la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Aquel año acordaron que la Casa de la Anunciación recibiría a familias bajo ciertas condiciones impuestas por García, como garantizar su libertad de movimiento. «Nosotros no somos ni policías ni carceleros, aquí se acoge a los inmigrantes, no se los encierra», dice.
Cada mañana, apenas pasadas las cinco de la mañana, sin que el sol haya despuntado, García recibe un mensaje de las autoridades fronterizas, que le dicen cuántas personas van a entrar bajo un nuevo programa de cita previa para solicitar el asilo. Se prepara para recibirlas mientras cruzan lentamente el puente que conecta Ciudad Juárez y El Paso, pasando un filtro migratorio tras otro, en una demora de horas.
Inmigrantes cerca de Ciudad Juárez esperan su oportunidad para cruzar la frontera
Inmigrantes cerca de Ciudad Juárez esperan su oportunidad para cruzar la frontera REUTERS
Ahora mismo son en su mayoría familias venezolanas, con niños pequeños, que han cruzado a pie el peligroso Tapón del Darién y han sobrevivido al narco en México. «Son dos veces víctimas, en sus países de origen y en este periplo», dice García. Al menos saben que en El Paso les espera un plato de comida y una cama en la que descansar, gracias a la labor de García, que financia sus albergues sobre todo con donaciones, tratando de renunciar a cualquier ayuda pública, que ha aceptado solo de forma muy puntual.
Estas personas llegan agotadas, aterrorizadas y, al mismo tiempo, aliviadas de haber dejado atrás Ciudad Juárez, uno de esos lugares del mundo donde la vida parece no tener valor. En plena campaña electoral, la Casa Blanca ha dado con una fórmula para reducir los cruces ilegales: las devoluciones en caliente. Han sido diez millones de cruces en la presidencia de Biden, más de 1,3 millones solo por El Paso. Desde verano, los inmigrantes que cruzan ilegalmente no pueden solicitar asilo si los cruces superan los 2.500 diarios. Así, se ha acelerado la deportación de más del 70% de las familias y adultos detenidos.
Aumento de las expulsiones
Estas políticas han reducido los cruces ilegales en un 78% desde diciembre de 2023, con más de 121.000 deportaciones bajo las nuevas directrices. Es algo que confunde a García, cómo una administración demócrata, liderada por un católico insigne, ha aumentado las expulsiones. Entretanto, Trump promete acabar el muro fronterizo que comenzó en su Administración. La inmigración está inflamando la campaña.
México acepta encargarse del grueso de esos inmigrantes, que quedan condenados a quedarse en ese país, donde la trata de blancas está a la orden del día, o a volver a aquel lugar del que huyeron por el hambre y el miedo. García, que no critica, pero lo dice todo con una mirada seria, afirma que desconoce qué acuerdo tienen México y EE.UU., pero le resulta llamativo que en plena campaña este programa de devoluciones sea tan efectivo. «México siempre ha tenido problemas para ayudar a reducir la inmigración, pero ahora, de repente, es capaz hasta de detenerla», cuenta.
La persecución en Texas no es, para García, el peor momento. Dice que este fue, con diferencia, la muerte de Juan Patricio Peraza, un joven de 19 años al que mató la Patrulla Fronteriza en 2003 mientras vivía en esta casa. García sigue conmemorando la tragedia con una misa anual en honor a Peraza.
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