Por ser mujer y negra
La Vanguardia, , 24-10-2024Hay que tomar en cuenta, a la hora de votar, el sexo y el color de la persona a quien votamos? Si estuviéramos en Estados Unidos, ¿votaríamos a Kamala Harris por ser mujer y negra?
Ya sé lo que me van a contestar: que no, y por qué motivos. Isabel Díaz Ayuso y Giorgia Meloni son mujeres, me dirán, y una dejó morir a ancianos durante la covid y la otra quiere enjaular en Albania a los demandantes de asilo. ¿De qué sirve que gobiernen si tienen el corazón tan duro como los hombres? ¿Y qué me dicen de los negros? Lo es el alcalde de Nueva York, Eric Adams, y se le acusa de haberse metido en el bolsillo cien mil dólares por dar el visto bueno a una nueva Casa de Turquía que no cumplía las normas de seguridad. No menos afrodescendiente es el vicegobernador de Carolina del Norte, que declaró una vez (en una web porno y con pseudónimo, pero lo declaró) que él era “un nazi negro” y que estaría encantado de comprarse unos cuantos esclavos.
Pero déjenme contraargumentar. ¿Es normal que mujeres y minorías estén tan poco representadas en el poder como lo están? No es algo natural: si lo fuera, pasaría igual en todas las épocas y lugares, y no es el caso (diputadas en Irán: 6%; en Islandia: 48%). ¿No sería positivo –un síntoma de salud democrática– que llegaran al poder en el mismo porcentaje de lo que representan en la población? ¿Deben justificar el cargo aportando un plus que no pedimos a los varones blancos? No: tienen tanto derecho a ejercer el poder, bien o mal, como cualquiera.
Graffiti for US Vice President and Democratic presidential candidate Kamala Harris is seen in Atlanta, Georgia, on October 21, 2024. (Photo by Yasuyoshi CHIBA / AFP)
YASUYOSHI CHIBA / AFP
Dicho esto, es verdad que es una lástima que representantes de grupos oprimidos, si alcanzan el poder, no lo usen en favor de una mayor justicia para los grupos en cuestión. Pero es que sí lo usan… si son muchos.
En el caso de las mujeres, numerosas investigaciones coinciden en constatar que su acceso al poder político se traduce en más sanidad y educación, pensiones, bajas de maternidad y paternidad, reducción de la mortalidad materna e infantil, leyes de igualdad de género y contra la violencia machista… O sea, aplican (aunque sea en parte, y aunque otras políticas de su partido la contradigan) una agenda feminista, le den o no ese nombre. Pero para eso tienen que ocupar, al menos, un 30% de los cargos.
A la pregunta que hacía al principio, yo creo que se puede responder afirmativamente… con muchas condiciones. Porque, según cómo se lleve a cabo, esa “política de las identidades” está llena de trampas.
¿Es normal que mujeres y minorías estén tan poco representadas en el poder como lo están?
La más evidente, ya lo hemos visto, es nombrar a una sola persona, o a unas pocas, a modo de coartada, algo que están haciendo tanto la izquierda como la derecha políticas. Luego, la elección de quién se pone. A veces da la impresión de que se prioriza la imagen, para que la “diversidad” se perciba de un vistazo, lo que tiene el peligro de reforzar los estereotipos que supuestamente se quieren combatir. Y dando prioridad, también, a las apariencias llamativas, sobre las de otras personas no menos discriminadas, pero menos fotogénicas, como las discapacitadas o simplemente pobres.
Por último, está pasando algo bastante alarmante: la proliferación de “identidades”. Por ejemplo, la que fue secretaria de Estado de Igualdad con Irene Montero, Ángela Rodríguez, Pam, se quejaba de que hubiera pocos diputados gordos. ¿Qué significado político tiene la obesidad? ¿Qué programa, qué agenda conlleva? ¿Proteger las “identidades” o “diversidades” significa poner al mismo nivel, en un totum revolutum –como si tuvieran la misma gravedad, afectaran al mismo número de personas, requiriesen las mismas políticas públicas– a personas de color, obesas, mujeres, transexuales, inmigrantes, con discapacidad…? Y, por cierto, ¿dónde queda la clase trabajadora, que sufre una desigualdad fundamental: la económica, pero no puede esgrimir “identidad” o “diversidad” alguna?
Contestando a la pregunta del principio, yo votaría a Kamala Harris si pudiera. ¿Por ser mujer y negra? Sí, porque mujeres y negros son dos de los mayores grupos oprimidos, y porque Harris tiene un programa antirracista y feminista. No, si fuera simplemente una coartada y un toque de color.
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