El ex jefe de gabinete de Trump cree que es "un fascista y un autoritario que admira a dictadores"
Preocupado por las amenazas de usar al ejército contra "el enemigo interno", John F. Kelley se suma a la denuncia del ex jefe del Estado mayor de la Defensa y avisa del peligro de que vuelva a la Casa Blanca
El Mundo, , 23-10-2024Desde hace años, rivales electorales, el Partido Demócrata en bloque, columnistas y un sinfín de analistas de todo el planeta aseguran que Trump es el mayor peligro para la democracia y el peor presidente de la historia de EEUU. La opinión de gran parte de los líderes mundiales, que lo han tratado o sufrido en encuentros bilaterales o grandes cumbres, es la misma. Pero las críticas más demoledoras son de quienes trabajaron con él. De las 42 personas que estuvieron en sus gobiernos, apenas la mitad lo apoya públicamente para repetir. Y los militares que más cerca estuvieron, así como los expertos en seguridad nacional, consideran que es un peligro o, directamente, “un fascista”.
Más allá de su estilo, sus mensajes en las redes sociales o las hipérboles, apuntan a sus amenazas concretas y al factor revolucionario que supuso la decisión de julio del Tribunal Supremo fijando doctrina con una sentencia que considera que el ocupante de la Casa Blanca es inmune por defecto en todo lo que haga, siempre que sean actos oficiales y no personales. Todo lo que haga, incluso acabar con sus rivales hipotéticamente, según las jueces progresistas discrepantes.
En las últimas semanas, Trump repite sin cesar que hará la mayor deportación de inmigrantes jamás vista. Ha flirteado, una vez más, con la idea de cerrar los medios de comunicación que no le gustan. Ha puesto sobre la mesa usar al ejército contra “el enemigo interno”, sin especificar exactamente quién lo compone. Y ha manifestado que sus rivales políticos podrían ser procesados si vuelve al poder. “Cuando gane, aquellas personas que hicieron trampa serán procesadas con todo el peso de la ley, lo que incluirá largas penas de prisión para que esta depravación de la justicia no vuelva a suceder”, escribió en sus redes sociales. Esto se refiere a “abogados, agentes políticos, donantes, votantes ilegales y funcionarios electorales corruptos. Aquellos involucrados en un comportamiento inescrupuloso serán buscados, capturados y procesados a niveles, lamentablemente, nunca antes vistos en nuestro país”, agregó.
Desde 2022, cuando comenzó a prepararse para la campaña presidencial, Trump ha emitido más de 100 amenazas de investigar, procesar, encarcelar o castigar de otro modo a sus supuestos oponentes, según cálculos de la NPR; la radio pública norteamericana. El mes pasado dijo que la vicepresidenta Kamala Harris “debería ser sometida a juicio político y procesada”. “Nombraré a un verdadero fiscal especial para perseguir al presidente más corrupto de la historia de los Estados Unidos de América, Joe Biden, y a toda la familia criminal Biden”, dijo hace unos meses. “Elizabeth Lynne Cheney es culpable de traición”, tecleó en Truth Social, su red social, sobre la ex congresista republicana e hija del ex vicepresidente de George Bush. “Difundan si quieren tribunales militares televisados”, insistió.
Y son los militares, precisamente, los que más preocupados están. No los más cercanos al Partido Demócrata, o los que sirvieron con Obama o Biden, sino los más conservadores. El general (en la reserva) Mark A. Milley, que fue jefe del Estado Mayor Conjunto en la presidencia del republicano, cree que es un “fascista hasta la médula” y “la persona más peligrosa para este país”, Así se lo dijo al periodista del Washington Post, Bob Woodward, y sale publicado en su último libro, a la venta desde hace unos días.
Pero no es sólo él. Otro militar, ex general de los marines, John F. Kelley, la persona que más tiempo duró como jefe de gabinete de Trump dice exactamente lo mismo. Alarmado por las palabras de su ex jefe, del que también fue su responsable de Seguridad Nacional, ha explicado en dos entrevistas con The Atlantic y The New York Times que en su opinión, Trump se ajusta a la definición de fascista, gobernaría como un dictador si se lo permitieran y no entiende la Constitución ni el concepto de estado de derecho.
En ambas conversaciones, el ex jefe de gabinete ha confirmado igualmente que en los últimos años, Trump ha dicho numerosas cosas elogiosas sobre Hitler y expresado desprecio por los veteranos y los discapacitados, calificando a quienes murieron en el campo de batalla como como “perdedores” y “pringados”. Algo especialmente doloroso para su jefe de gabinete, la persona más poderosa en la Casa Blanca y el día a día del Gobierno, ya que su hijo, soldado, murió en 2010 en Afganistán. Y porque esos comentarios despectivos no fueron un desliz o algo puntual. “Trump no parecía entender la idea de sacrificarte o servir”, explica en la larga charla.
En la conversación con el diario de Nueva York, y ante la pregunta de si pensaba que Trump era un fascista, Kelly leyó en voz alta una definición y afirmó: “Si nos atenemos a que es una ideología y un movimiento político autoritario y ultranacionalista de extrema derecha caracterizado por un líder dictatorial, una autocracia centralizada, militarismo, supresión forzosa de la oposición y creencia en una jerarquía social natural, sí”, dijo Kelly. “Sin duda, según mi experiencia, ese es el tipo de cosas que él cree que funcionarían mejor a la hora de gobernar Estados Unidos”.
El ex marine insistió en que “sin duda, el expresidente pertenece a la extrema derecha, es un autoritario, admira a los dictadores, lo ha dicho. Por lo tanto, sin duda entra en la definición general de fascista”. La publicación de esa entrevista coincidió casi exactamente en el tiempo con un mitin del ex presidente en Carolina del Norte, en el que una vez más volvió a hablar de líderes mundiales por los que parece sentir fascinación. Hablando en Greensboro, en una intervención de más de dos horas, explicó a sus partidarios que Xi Jinping es “un hombre fiero, muy listo y brillante que gobierna con puño de acero a 1.400 millones de personas”, que Vladimir Putin es “un tipo duro” y que Kim Jong Un, que colecciona armas nucleares, “piensa que Obama fue un verdadero idiota, un verdadero idiota, y yo creo que es un verdadero idiota también”.
“El funeral de la puta mexicana no vale 60.000 dólares”
El martes, el director de The Atlantic publicó un largo texto sobre Trump (que fue manipulado caricaturizado después por el propietario de X antes Twitter, partidario y aliado de Trump, Elon Musk) que incluía las denuncias de Kelly, y que arrancaba con otra historia demoledora relacionada con el Ejército. En 2020, una soldado de origen mexicano fue asesinada por un compañero en un cuartel de Texas. Trump se ofreció a ayudar de su bolsillo los gastos del entierro a su familia y lo publicitó en los medios. Un tiempo después, en una reunión con su nuevo secretario de Defensa, se acordó de aquello y preguntó si al final había llegado alguna factura. Cuando le dijeron que sí, y el importe, estalló “No puede costar 60.000 dólares enterrar a un maldito mexicano!”. Se volvió hacia el entonces jefe de gabinete, Mark Meadows, y dio una orden: “¡No lo pagues!”. Más tarde ese día, todavía estaba agitado. “¿Puedes creerlo?”, dijo, según un testigo. “Maldita gente, tratando de estafarme”. La familia de la soldado jamás recibió un dólar de Trump.
La revista analiza también la difícil relación de Trump con los valores militares, los altos mandos y el odio patológico, teñido de desprecio, que tenía a John McCain, el Senador de Arizona que antes de rival de Barack Obama en las elecciones de 2008 fue prisionero de guerra durante años en Vietnam. Y recuerda los nombres de muchos militares, como el almirante William McRaven y al general Stanley McChrystal, dos líderes de operaciones especiales muy respetados, de los que decía que deberían volver al servicio activo para poder ser sometidos a un consejo de guerra por traición.
“Sin duda, una gran sorpresa para él fue que los generales se declararan leales a la Constitución y no a él. Si recuerdan, al principio de su administración hablaba de ‘sus generales’”, asegura Kelly. “No sé por qué pensaba eso, pero una gran sorpresa para él fue que nosotros, los que éramos exgenerales y, sin duda, gente que todavía estaba en servicio activo, nos comprometiéramos, leales a la Constitución, sin cuestionamientos, sin pensarlo dos veces”.
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